Logo Llacta!

La iniciativa del gobierno ecuatoriano de mantener en el subsuelo el petróleo del Yasuní-ITT

Ministerio de Relaciones Exteriores

Sao Paulo, 11 de septiembre de 2007

Discurso pronunciado por la ministra de Relaciones Exteriores del Ecuador en Sao Paulo con motivo de la VII Reunión Verde de las Américas.

Ecuador y Latinoamérica recuperan sus historias en busca de un camino común

Agradezco a los organizadores de la VII Reunión Verde de las Américas, auspiciada por la Organización de Naciones Unidas -ONU-, la organización del tratado de cooperación amazónica, otca, varios órganos del gobierno brasileño y otras instituciones nacionales e internacionales, además de la presencia de autoridades y representantes de varios continentes.

Nuestra América Latina comparte una historia social y política que acompaña la constitución de nuestros estados y que ha determinado la relación entre la sociedad y la naturaleza. Esta historia ha creado lenguajes, símbolos, formas de organización y reproducción social que no nos son ajenas, que nos han permitido construir lo que conocemos como identidad latinoamericana.

Latinoamérica es un punto de referencia para pensar en nuestra propia cotidianidad. Acercarnos a sus historias nos ayuda a entender mejor cuáles han sido los condicionantes socio-ambientales que heredamos, pero también aquellos que reproducimos e institucionalizamos; generando un efecto de naturalización en los mecanismos de apropiación de la naturaleza.

Recuperar la historia ambiental latinoamericana, constituye un ejercicio político de rectificación, que demanda una actitud deliberante; critica y afirmativa de lo que somos, de los que hacemos, para definir lo que queremos ser. Una Latinoamérica con la capacidad de entender las limitaciones y desafíos sociales, económicos y productivos y adaptarse a los nuevos desafíos de la integración. En esta ecuación, el papel de la naturaleza es fundamental.

En Latinoamérica, la conquista produjo un colapso demográfico. En las zonas tropicales la caída fue del 58% y, en el Caribe fue prácticamente total. En el altiplano, con apenas un 3-4%, su impacto fue tan similar al ocurrido en Europa en el siglo XVI con la peste negra.

Se estima que en 1492 la población indígena fue de alrededor de 180 millones de habitantes. Un siglo más tarde era de 20 millones, lo que significa una extinción de alrededor del 90% de la población original. Este impacto demográfico estuvo relacionado con las nuevas formas de organización social y productiva impuestas en la conquista..

La introducción de especies ajenas a la flora y fauna latinoamericanas produjo grandes impactos en los ecosistemas. Las nuevas especies ocuparon nichos ecológicos vacíos o desplazaron a las especies nativas generando erosión, introducción de plagas, desaparición de especies nativas, alteración de los regímenes hídricos, entre otros.

En términos ambientales la colonia produjo una simplificación del orden ecológico. La especialización productiva se realizó atendiendo a la demanda de mercados lejanos y el precio de los productos agrícolas se fija en lugares distintos a los producidos.

La colonia significó además la inserción de América Latina en el mercado mundial. Por ejemplo, la minería de plata configuró toda una estructura social y espacial de la sociedad colonial. El primer impacto ambiental de la minería en la colonia fue la acelerada urbanización.

En torno a las minas se encontraron los más importantes asentamiento urbanos. A principios del siglo XVII, Potosí era la ciudad más grande del hemisferio occidental. Ciudades que eran el paso del mineral también crecieron, entre las que se incluye Lima, Panamá, Veracruz y La Habana.

La crisis de la plata coincidió de alguna manera con las llamadas "reformas borbónicas", a consecuencia de la transferencia de la corona a la casa de los Borbones.

Las reformas borbónicas convierten a los antiguos virreinatos en colonias, es decir, en territorios organizados para la máxima extracción de recursos. Es en este período en el que se inician las plantaciones tropicales como son el cacao, el tabaco, el café, la caña de azúcar. La nueva organización de la tierra produjo la movilización de la población indígena de tierras frías a las plantaciones tropicales, en las zonas que no había mano de obra indígena se introdujo esclavos africanos. Para entonces el tráfico total de esclavos desde 1492 hasta 1900 fue de 11.700.000; la transformación de zonas boscosas en plantaciones; sobre-explotación de la tierra; simplificación de los ecosistemas.

Este hecho atentó contra la seguridad alimentaria de las poblaciones locales, así como su forma de vida; desplazamiento de agricultores tradicionales de sus tierras y destrucción de sus ecosistemas productivos; destrucción de bosques para abastecimiento de madera y leña que estaban al servicio de las plantaciones.

En nuestros períodos republicanos la demanda de recursos no provienen exclusivamente de la corona española, sino de otras potencias extranjeras, como inglaterra y posteriormente los Estados Unidos.

En esta época, distintos países de América Latina se cubrieron con extensas áreas de plantaciones tropicales destinadas a la exportación. Tal fue el caso del cacao en el Ecuador, el café en Centro América y la caña y el tabaco en el Caribe, plantaciones que se habían iniciado ya en el último período de la colonia.

Con las revoluciones liberales que tienen lugar en varios países de América Latina, se favoreció aun más el modelo agro-exportador; se legalizó la ocupación de tierras comunales y se emitió leyes para institucionalizar el trabajo forzado en las plantaciones agro-industriales.

El desarrollo industrial de Europa, originó una demanda por metales tales como cobre, plomo, y zinc. La demanda por nuevos minerales coincidió con reformas liberales que permitían la propiedad privada extranjera sobre los recursos del sub-suelo. Uno de los pioneros fue perú, que en 1901 vendió el 80% de las minas de oro en el cerro de pasco a una empresa norteamericana.

Como vemos nuestra historia nos permite entender la constitución ambiental de nuestras naciones e identificar la deuda ecológica que muchos países industrializados mantienen con Latinoamérica. Esta deuda histórica ambiental demanda un primer acto político de rectificación basado en el reconocimiento del aporte que nuestras naciones hicieron para la consolidación del desarrollo industrial europeo. No podríamos pensar en Europa de hoy sin pensar en la Latinoamérica de ayer.

Todo parecido de la historia colonial y republicana con la actualidad no es una coincidencia sino el reflejo de una repeticion de los mismos modelos extractivos y de los mismos valores basados en la acumulación y la competencia.

La biopiratería, la privatización del agua, el cambio climático, la deforestación son fenómenos contemporáneos de las mismas relaciones de dominación entre naturaleza, sociedad y economía. En síntesis, lo que ahora conocemos como crisis ambiental no es consecuencia natural del agotamiento de los recursos o de la reducción de la capacidad biológica de los ecosistemas, sino producto de la acción humana relacionada con el modelo económico-industrial vigente.

Somos estados latinoamericanos profundamente afectados por la ocupación del espacio humano, ambiental y simbólico de nuestras historias en plural.

Somos también herederos de una de las categorías que sintetizan nuestra diversidad, el mestizaje. Somos mestizos latinoamericanos que a partir del profundo reconocimiento de nuestra multiculturalidad; nos proponemos hoy, nuevas formas de integración, nuevas formas de dialogo y de construcción de un proyecto común en beneficio y de la mano con nuestros pueblos.

Corresponde entonces no solo integrar la dimensión ambiental al desarrollo sino pensar en nuevas formas de organización social y productiva que nos lleve no a vivir mejor sino a vivir bien. La concepción tradicional de desarrollo ligada a una dimensión eminentemente económica, debe considerar a la naturaleza no como herramienta de la nueva retórica pseudo ambientalista sino como pilar de las políticas públicas y la acción social.

El marco establecido a partir del siglo XX para el desarrollo del concepto de sustentabilidad ha reconocido que la participación y acción de los ciudadanos son factores fundamentales para su implementación. El programa Cono Sur Sustentable; por ejemplo ha realizado importantes esfuerzos en la discusión sobre el marco de la sustentabilidad y su reelaboración conceptual desde la perspectiva de los países del sur.

Como consecuencia, el concepto de sustentabilidad que hoy conocemos está en un proceso de elaboración permanente. La sustentabilidad de hoy busca la equidad en la distribución del ingreso, la equidad entre los géneros, la equidad entre las culturas; asegurando la participación de los subalternos, de los distintos, de todas y todos. Se funda en el reconocimiento de los derechos y responsabilidades ambientales de los países y sociedades.

Por lo tanto, una solución duradera a los problemas ambientales globales pasa necesariamente por una profunda reestructuración de las relaciones económicas y las políticas internacionales, sobre bases de equidad y justicia social.

La importancia de la integración económica y política que avanza en espacios subregionales como el Sistema de Integración Centro Americano, la Comunidad Andina, el Mercosur y la muy prometedora Unión Sudamericana de Naciones (UNASUR) exige un nuevo modelo de integración. Las nuevas formas de integracion deben superar las visiones instrumentales que han reducido la relación entre nuestros pueblos a pactos arancelarios y han privilegiado la competencia sobre la cooperación y la complementariedad.

La comunidad sudamericana de naciones tendrá por lo tanto como desafío desarrollar una visión conjunta de desarrollo sustentable; que contribuya a fortalecer nuestra participación en los diálogos hemisféricos y globales, en un clima de cooperación y solidaridad auténticas. Esta nueva visión propiciará procesos de integración que lideren nuevas agendas de desarrollo.

Tal vez un ejemplo perfecto para ilustrar la necesidad de una integración efectiva y de un nuevo orden internacional ambiental, sea el patrón energético actual. Este se sostiene en la demanda energética creciente cada vez menos sustentable de los países desarrollados, sumados a las nuevas demandas energéticas de países altamente poblados como la China.

En este escenario, Latinoamérica necesita repensar esos nuevos horizontes energéticos que marquen una diferencia con la historia que heredamos.

Así, la búsqueda de energías alternativas que resulten compatibles con el ambiente es sin duda un tema de extrema actualidad; la excesiva dependencia de la sociedad mundial del petróleo, exige un esfuerzo por incrementar las fuentes energéticas sostenibles.

Por su enorme potencial ambiental, los países latinoamericanos están en capacidad no sólo de contribuir al bienestar global y la seguridad del planeta, sino emprender experiencias innovadoras con otros países, para la conservación de bosques, su biodiversidad y sus servicios.

El Ecuador se inscribe en este nuevo desafío a través de la iniciativa del gobierno ecuatoriano de mantener el crudo del proyecto petrolero ITT en el subsuelo Modelo Yasuní ITT, ubicado en el parque nacional Yasuní; presentada oficialmente el 5 de junio del 2007.

El Ecuador plantea un nuevo modelo de abatimiento de carbono, que evitaría la liberación de grandes cantidades de CO2 a la atmósfera y que por sus características es único en el mundo y pionero en la historia de un país petrolero.

El modelo mantener cerca de mil millones de barriles de petróleo pesado del proyecto petrolero ITT (Ishpingo, Tambococha, Tiputini) en el subsuelo, a cambio de una compensación internacional que alcance al menos el 50% de lo que el Ecuador percibiría en caso de que estas reservas fuesen explotadas.

El Ecuador ofrece al mundo la oportunidad de reducir su deuda o emisiones de carbono y de generar un compromiso de los países industrializados frente a los nuevos desafíos del cambio climático. El modelo Yasuní-ITT identifica oportunidades de cooperación con otros países; organismos internacionales y sociedad civil; para conservar a perpetuidad una de las regiones más biodiversas del mundo; como símbolo de la necesidad de sentar las bases para una transición energética mundial.

La propuesta está acompañada por la creación de un fondo ambiental Yasuní-ITT dirigido al desarrollo de las alternativas a la explotación petrolera: diversificar las fuentes de energía, promoción de nuevas fuentes energéticas como la solar, eólica, geotérmica, el desarrollo de capacidades e inversiones en eco-turismo; la aplicación de una agenda de reparación integral de daños ambientales: que incluye salud, educación y remediación ambiental propiamente dicha.

La propuesta ecuatoriana, demanda cambios radicales en nuestros patrones de producción y consumo, reformula la concepción instrumental de la naturaleza, hace un llamado a revisar nuestros estilos de vida. La propuesta requiere del apoyo de Latinoamérica para que pueda consolidarse como uno de los nuevos mecanismos de reducción de carbono en el camino hacia Bali.

Latinoamérica puede cambiar el rumbo de las negociaciones del Protocolo de Kyoto; apoyar la iniciativa ecuatoriana, no solo significa apoyar un nuevo proceso de integración, sino que Latinoamérica se convierta en un referente real de desarrollo sustentable.

El modelo Yasuní-ITT es un costo de oportunidad histórico que puede marcar la diferencia entre una región dependiente del uso de energía fósil o una región que sienta las bases de una nueva matriz energética y de un modelo de desarrollo basado en la seguridad ambiental, la equidad y la corresponsabilidad.

En mis 20 años de militancia ecologista defendiendo los derechos territoriales de los pueblos indígenas, sus conocimientos tradicionales, los bosques, los parques, la seguridad ambiental de los campesinos, puedo decir con certeza que las reformas legales, que los planes ambientales, que el fortalecimiento institucional han sido avances importantes en nuestros países pero no son para nada suficientes en los escenarios actuales.

El desafío latinoamericano consiste en avanzar en la construcción de nuevas formas de producir y consumir, de establecer relaciones renovadas de corresponsabilidad con los países y las sociedades sobreconsumidoras de acuerdo a criterios de equidad intergeneracional y justicia ambiental.

Nuevos vientos democráticos y progresistas en nuestra América Latina permiten pensar en una articulación distinta entre la economía y la necesidad que tiene la humanidad de gozar de un medio natural seguro y estable. Por consiguiente, nuestras sociedades y sus gobiernos deberán llegar a acuerdos claros que nos permitan liderar una agenda ambiental latinoamericana que supere los parches reformistas, tecnocráticos y retóricos e inaugure un camino de nuevos significados, nuevos compromisos, nuevas prioridades y concepciones de bienestar. Solo así podremos avanzar en la construcción efectiva de sociedades sustentables a las que vuelva la esperanza, la justicia, la belleza y la creatividad.

María Fernanda Espinosa

[+info]
http://www.mmrree.gov.ec/

:: http://www.llacta.org ::