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Los refugiados colombianos en el Ecuador

Departamento de Información pública de la Delegación en España de Acnur

27 de septiembre de 2006

Un refugio contra la violencia para refugiados colombianos en el Ecuador. Ubicado a pocos kilómetros de la frontera con Colombia, el albergue de Lago Agrio es el primer puerto seguro y el hogar temporal para algunos de los refugiados más vulnerables que llegan al oriente ecuatoriano. Con capacidad para unas 250 personas bajo techo y 250 más en carpas cuando es necesario, el albergue está rara vez vacío.

Sonia, quien llegó al Ecuador hace menos de un mes llora sin cesar. Con 22 años, Sonia salió de su hogar en el sur de Colombia luego de que miembros de un grupo armado irregular mataron a su hermano y se llevaron a su madre.

La joven colombiana estaba lavando platos en la parte posterior de la casa cuando los asaltantes llegaron. Cando escuchó disparos se escondió bajo el lavadero, al tiempo que escuchaba los gritos de su madre. Esperé hasta el amanecer para tener el coraje de salir de mi escondite para buscar a mi madre. Cuando salí de casa vi el cuerpo de mi hermano tirado en la calle. Nadie se había atrevido a ayudarlo. Aun no sé que pasó con mi madre relata.

Sonia no volvió a ingresar a la vivienda. Caminó por horas, llorando todo el tiempo, hasta que una mujer le preguntó qué le pasaba y le dio dinero para tomar un bus que la lleve hasta la frontera con Ecuador. Desde ahí, Sonia se dirigió a la oficina de ACNUR en Lago Agrio y luego fue llevada al albergue.

Cada mes registramos más de 200 nuevos solicitantes de asilo en promedio y en el albergue no hay espacio para todos, comenta Oscar Butragueño de ACNUR en Lago Agrio. Damos prioridad a las personas con necesidades más apremiantes. Sonia estaba completamente traumatizada. Es una mujer joven que se encuentra sola, sin dinero y sin ningún conocido en esta zona. En su caso no quedaba otra alternativa".

Una sicóloga de la Sociedad Hebrea de Ayuda al Inmigrante (HIAS), uno de los socios operativos de ACNUR, ha tratado de ayudar a Sonia quien también recibe otras formas de terapia.

El albergue es operado como una cooperativa y hoy es el turno de Sonia para cocinar y limpiar junto a otros refugiados. El involucrarse en la operación del albergue es terapéutico para muchas de estas personas. La mayoría proviene de zonas en Colombia donde el tejido social ha sido destruido por los años de violencia.

Al compartir tareas con sus compatriotas, los refugiados paulatinamente aprenden a vivir en paz, muchas veces por la primera vez en sus vidas y a confiar en otros. Ese día, Sonia compartió las tareas de cocina con María Teresa, una joven madre de dos niños que escapó de Colombia hace tres semanas.

El grupo armado irregular que perseguía a María Teresa y a su familia por años, es el grupo rival de quienes mataron al hermano de Sonia. En Colombia, las dos mujeres hubieran estado demasiado temerosas para hablarse, pero aquí lo pueden hacer y así comparten su pesar.

Las dos se preocupan por el futuro. Dentro de pocas semanas tendrán que abandonar el albergue pues los refugiados pueden quedarse por un máximo de 3 meses o hasta 6 en casos extremos. Sin embargo, a pesar de la incertidumbre sobre su futuro, estas dos mujeres están aún más preocupadas por seis menores de edad con quienes comparten el albergue.

La historia de los cuatro hermanos y dos hermanas es devastadora. Llegaron a Ecuador hace dos años con su padre quien había sido brutalmente golpeado y amenazado por miembros de un grupo armado irregular. La madre había muerto poco antes de la huida.

Al igual que los 250.000 colombianos de interés para el ACNUR en el Ecuador, su padre estuvo al inicio muy temeroso de acercarse a las autoridades en el Ecuador. Por varios meses trató de sobrevivir por su cuenta.

La iglesia local nos alertó sobre este caso así que fuimos a una casa donde encontramos a los menores en un solo cuarto y sin ningún alimento, comenta Oscar Butragueño. El mayor tenía 13 años en esa época y tiene discapacidad mental. El menor aun no había cumplido 3 años. Inmediatamente llevamos a toda la familia al albergue.

Eso sucedió hace más de un año, pero hace dos meses, su padre se fue y nunca más regresó. El orfanato local ha accedido a aceptar a los niños menores de 10 años. ACNUR está buscando una solución que les permita permanecer juntos.

Ahora que la escuela está cerrada por el verano, los menores han pasado sus días mirando televisión y jugando. Son muy calmados y silenciosos. Aquí estamos bien, comenta la niña de mayor edad. Con cuatro años de edad, el menor juega a las escondidas con los visitantes del albergue. Cada vez que un vehículo sale del albergue pide que lo lleven hasta la puerta principal. Quiero ir con ustedes dice al grupo de ACNUR que los ha visitado hoy, pero mi hermana dice que no puedo ir más allá de la puerta.

Francesca Fontanini

[+info]
http://www.eacnur.org/

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