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¿Decreto 1780 o será 1080?

César Paz y Miño

Diario El Telégrafo

Guayaquil, 26 de julio de 2009

El Decreto 1780 rememora la alianza entre la Santa Sede y el Ecuador, mencionando un decreto de 1937 en el que se garantiza el accionar de las diócesis y agrupaciones religiosas. Con este antecedente y otros argumentos citados de la Constitución: los derechos de los padres, el derecho del Estado a dar salud, protección, educación, integración social, etc., se deja puerta abierta exclusivamente a la evangelización católica y con este medio, incorporar a la vida socio-económica del país a los grupos humanos que habitan en la jurisdicción territorial encomendada a su cuidado: Amazonía, Esmeraldas y Galápagos. Para este fin el Ministerio de Gobierno firmará contratos con las misiones católicas para adoctrinar y junto a los Ministerios de Educación, Agricultura y Ambiente, el Estado incidirá ideológicamente sobre otras creencias, irrespetando los derechos de los no católicos. ¿Por qué no se autoriza a adoctrinar a los budistas, islámicos, judíos o mormones?

El decreto que contempla apoyo económico, dice: El Estado se compromete a financiar y mantener a las misiones católicas, e incluso justifica el pago que harán los padres de familia de los fiscomisionales. ¿Qué pasó con el mayor apoyo a la salud del país, por qué no se aumenta el gasto en ciencia y tecnología, o se reactivan los proyectos de investigación o se financia a más becarios en ciencia?

Guillermo Churuchumbi, coordinador de la Ecuarunari, dijo contundentemente que el decreto desconoce los derechos de los pueblos y nacionalidades indígenas, atenta contra su vida y cultura. El momento en que se habla de la protección de la Iglesia estamos retrocediendo 500 años. Se terminará homogeneizando y desaparecerán los pueblos indígenas, sus lenguas, cultura y prácticas medicinales. Todos tendrán una sola religión. Los pueblos son entidades históricas milenarias y colectivas que requieren el fortalecimiento de su territorialidad, sitios sagrados, cosmovisión e identidad cultural. Entonces, ¿por qué se apoyará a una sola religión, con qué derecho se hace esto? Se ha dicho que no tiene fines lesivos sino beneficiosos. Lastimosamente, la historia nos muestra lo contrario con las religiones: guerras, invasiones y más en nombre de Dios.

El Estado es laico y por éste luchó Eloy Alfaro y es el que se defiende en la Constitución (Art. 1). Y aunque sea trillada la frase de K. Marx, la religión es el opio de los pueblos, hay que tomarla en cuenta pues lo que se está haciendo es envenenando, como el mortal veneno fluoroacetato de sodio conocido como 1080, las conciencias laicas, libres, agnósticas y ateas, y las mentes de los shamanes, las creencias ancestrales, las lenguas casi muertas, las tradiciones paganas como las calificó la Inquisición. En vez de dar poder a la investigación, al ingenio, a la innovación tecnológica, a las ciencias puras, a las artes, a la discusión académica, nos quieren adoctrinar nuevamente.

Genéticamente somos mestizos, queremos identificamos con Atahualpa y con el dios Sol; no queremos integrarnos social ni económicamente, ni aculturizarnos, no queremos evangelización, queremos tener el mismo derecho de proclamar el agnosticismo y hasta que se financie esta cruzada.

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