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Conaie y el aporte de los pueblos indígenas

José Mario Ruiz Navas

Diario El Universo

Guayaquil, 21 de enero de 2008

Los colonizadores, para dominar, se hacen admirar e inducen a que los colonizados se desprecien. El coloniaje español tiene rasgos luminosos y tétricos. El peor rasgo tétrico fue el pintar nuestro mundo con su solo color, fomentando en los pueblos indígenas el menosprecio de sí mismos. Menos mal, los españoles no llegaron a la aberración de otros colonizadores, que se guiaron por el lema: 'El mejor indio es el indio muerto'; fomentaron el mestizaje.

Más que las huellas arqueológicas conocidas, la supervivencia durante cinco siglos de opresión es la prueba irrefutable de la vitalidad de los pueblos indígenas.

Varias instituciones, una de ellas la Iglesia, han contribuido en décadas recientes a su resurgimiento: el papa Juan Pablo II reunió en Latacunga, por primera vez en la historia, a representantes de todos los pueblos indígenas de Ecuador. Nos dejó la invitación a preservar las lenguas autóctonas y, sobre todo, un signo de reconocimiento de la dignidad de estos pueblos en el beso a un niño recostado en la espalda de una indígena bolivarense.

Los pueblos indígenas se fueron organizando gradualmente y formando líderes en la acción y también en universidades ecuatorianas y extranjeras. Su objetivo era el opuesto al de los colonizadores: la toma de conciencia de los rasgos de su identidad, de sus colores, con los cuales pueden y deben integrar el arco iris del Ecuador.

Desgraciadamente algunos políticos empujaron a los dirigentes; ellos dieron un paso precipitado. Ganaron poder político; que fue transitorio, por esa ingenua confusión con expertos jugadores en la política.

Mucho más oscuros que la transitoriedad del poder son tres rasgos del oscurecimiento de los colores indígenas: 1. La sed de beneficios económicos personales, familiares y de grupo 2. La consiguiente división. 3. El descuido de la educación bilingüe bicultural, que es el logro más importante de su paso por el poder. Esta educación, que era la que debía robustecer la identidad indígena, se redujo a agencia de colocación de amigos precipitadamente formados, ajenos a la finalidad de la educación bilingüe bicultural. Algunos de estos maestros han llegado a traicionar la finalidad de este bilingüismo, pidiendo que sea inglés- castellano. Ellos excluyen el quichua, que consideran lengua de inferiores.

La reciente asamblea de las tres organizaciones de pueblos indígenas en Santo Domingo de los Tsáchilas marca una nueva etapa en el proceso de identidad y de vitalidad creativa de la Conaie: ha sido elegido presidente por unanimidad Marlon Santi, un joven dirigente amazónico.

He oído a algunos participantes en la asamblea de 821 delegados; ellos consideran la reciente asamblea como inicio de la recuperación del servicio principal de la Conaie: el robustecimiento de la identidad indígena, gracias especialmente a la educación bilingüe bicultural.

Todos los ecuatorianos hemos de mirar erguidos los colores indígenas, sin los cuales el arco iris de Ecuador quedaría incompleto. El que se menosprecia es incapaz de integrarse y de contribuir porque, no descubriendo qué aporte pueda dar, se encierra en sí mismo, a veces, resentido y agresivo.

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