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Una inmersión al corazón del Parque Nacional Yasuní...

Jaime Plaza

Diario El Comercio, edición digital

Quito, 23 de mayo de 2007

Uno de los sitios más biodiversos del planeta

Río Tiputini, Parque Nacional Yasuní (Foto: El Comercio)

Los últimos rayos de sol parecen disputarse una rendija entre la espesa vegetación. Los árboles de ceibo, de hasta 50 metros de altura y 1,60 m de diámetro, dan la impresión de siluetas gigantes.

Mientras la noche va teniendo de negro a la inmensa sabana verde, una suerte de coro de cientos de ranas arborícolas ocultas en las bromelias, grillos, aves nocturnas como el pauraque (parecido al tayo) o los búhos... entonan una suerte de sinfonía.

Así toman la posta en la incesante actividad de más de 30 millones de especies que conviven en las 982.000 hectáreas del Parque Nacional Yasuní (PNY) y sus alrededores.

Es uno de los sitios más biodiversos del planeta. Esteban Suárez, director de Wildlife Conservaty Society, capítulo Ecuador, lo considera inusualmente diverso.

En 25 hectáreas de un plot (terreno) de la Estación Yasuní de la Universidad Católica se encontraron 1.100 especies de árboles (en todo el Yasuní hay 2.244). A diferencia, en un plot doble de Malasia se localizaron 1.400 especies.

En esa excepcional biodiversidad se sustenta la razón para la conservación del Parque frente la arremetida petrolera y sus colaterales problemas (tráfico de madera y de especies, colonización...). Esa es la convicción de Suárez y de David Romo, director de la Estación Científica Tiputini, instalada por la Universidad San Francisco de Quito, al norte del Yasuní.

En este sitio, a donde se llega tras un viaje de casi siete horas (cinco de ellas en canoa a motor) desde Coca, la serenidad de la mañana se rompe con el graznido de una bandada de loros arinosa. No falta el aullido de los monos songoso, chorongos y aulladores, que se deslizan por las ramas y copas de los árboles buscando alimento.

En medio de ese ajetreo, las hormigas militares (cuyas colonias se calculan superan los 5 millones de individuos) se desplazan sobre hojas, troncos y senderos, apresuradas llevando provisiones.

Las largas caminatas por este bosque húmedo tropical resultan enriquecedoras. Mientras se avanza lentamente abriéndose paso por terrenos semipantanosos o de tupida vegetación, se descubre una infinidad de especies de flora y fauna.

Solo de insectos, los biólogos sostiene que hay 100 mil especies (seis trillones de individuos) por cada hectárea. Se han descubierto, por ejemplo, 64 especies de abejas sociales.

Apenas calma la lluvia, se observan decenas de aves como la pequeña Tangara Paraíso, de plumaje verde, alas negras, pecho azul.

Con paciencia hasta puede toparse con mamíferos como un tapir o una guanta, en especial en los saladeros, lodazales a donde acuden a alimentarse.

Diversos estudios calculan que hay más de 30 millones de especies. Incluso Therry L. Erwin, entomólogo del Museo Smithsoniano, de EEUU, que entre el 2005 y 2006 monitoreó la biodiversidad en el Bloque 16, no dudó en señalar que se necesitarían 400 años para describir todas las especies que fueron colectadas en el Yasuní y están guardadas en el museo de Escuela Politécnica Nacional.

Mientras se navega por el Tiputini hasta se puede ver una pareja de delfines rosados y tortugas terrestres. Entre las más representativas están el águila arpía, guacamayos, boa, jaguar, piraña...

Romo insiste que esta biodiversidad constituye una potencial información genética que puede ser aprovechada a favor de la salud y alimentación de la humanidad.

Por eso, la Unesco, en 1989, declaró al Yasuní Reserva Mundial de Biosfera. Igual que hace tres semanas, Richard Lewis, profesor de Ecología del Grant MacEwan Collage de Canadá, ha viajado por seis años consecutivos con sus alumnos hasta el Yasuní.

Así también, el Parque es el último refugio de los tagaeri y taromenani, pueblos en aislamiento voluntario. El misionero Miguel Ángel Cabodevilla cree que no son más de 300 miembros, pero de gran relevancia cultural. El ministro coordinador de Ambiente, Juan Martínez, reconoce que esta es otra razón para preservar al Parque Yasuní, cuyo territorio se extiende entre Orellana y Pastaza.

El cercenamiento del Parque Nacional

La primera delimitación del Yasuní se hizo en julio de 1979. Allí se estableció una extensión de 687.000 hectáreas. En años posteriores se incrementa a más de 1,3 millones de ha.

Con la declaratoria de Reserva Waorani, en 1990, en el gobierno de Rodrigo Borja, al PNY se le deja sólo en 982.000 hectáreas. Según David Romo, fue más para favorecer a las petroleras.

La Zona Intangible fue delimitada, con un decreto del 4 de enero pasado. Tras acuerdos con petroleras de los bloques 16, 31 y otros se fijaron 758.051 hectáreas que serán intocables.

Desde el 2004, el Departamento Jurídico del Ministerio del Ambiente mantiene pendiente los estatutos de la Comisión de la Reserva de Biosfera. El proceso empezó en el 2001.

La extracción de crudo es el principal inconveniente

La armonía del Parque Nacional Yasuní es irrumpida por el ruido incesante del generador del campo Edén-Yuturi, del Bloque 15. Pese a que está a 11 kilómetros al norte de la reserva, según David Romo, el impacto es evidente, sobre todo porque empuja a varias especies a emigrar.

Pero ese efecto resulta secundario frente a todo el impacto que significa la exploración y explotación petrolera en este parque nacional.

Se calcula que el 60 por ciento de la Reserva de Biosfera Yasuní está concesionado a empresas petroleras como Repsol y Petroriental. Está por aprobar la licencia a Petrobras del Bloque 31 y se intenta la mora del Bloque ITT.

Según el informe Parque Nacional y Reserva de Biosfera Yasuní: Historia, problemas y perspectivas, hasta el 2005, ya fueron concesionadas 600.000 hectáreas de bosque primario de la Amazonia.

Hasta diciembre pasado, por ejemplo, Petroriental realizó tareas de prospección sísmica en la parte norte del Parque. Su objetivo era detectar la presencia de reservas de crudo. Pero cinco meses después, las secuelas están a la vista: sin un real trabajo de recuperación, en los sitios donde se levantaron los campamentos no se ha recuperado la vegetación.

Aparte de las terribles consecuencias de los derrames, también se provocan daños cuando se abren trochas en los bosques tropicales prístinos. Peor aún cuando se construyen vías, como la Auca en la Reserva Waorani, que facilitan el ingreso de colonos que presionan sobre el Yasuní.

Juan Martínez, ministro coordinador del Ambiente, reconoce que, aunque lo ideal es la conservación, la situación económica del país presiona para aceptar la explotación petrolera.

En ese sentido, empresas como Repsol se defienden al señalar que con sus técnicas tratan de respetar al máximo la conservación. Recurre a mecanismos como la reinyección de agua y utilización del gas como combustible.

Por la vida y la biodiversidad

Sebastián Mantilla Baca

Ayer se celebró el Día Internacional de la Biodiversidad. Diarios de todo el mundo desplegaron titulares importantes sobre el tema. Sin embargo, una noticia ha llamado fuertemente mi atención. Según un informe de la ONU, cada hora tres especies desaparecen. Cada día se pierden cerca de 150 variedades. Cada año entre 18.000 y 55.000 especímenes serán extintos.

El problema es tan grave que, según el secretario ejecutivo de la Convención para la Diversidad Biológica de la ONU, Ahmed Djoghlaf, lo que estaría sucediendo actualmente en el mundo podría compararse a la mayor ola de pérdidas biológicas que hayamos tenido desde la desaparición misma de los dinosaurios.

La principal amenaza contra la biodiversidad a nivel global es el cambio climático. El aumento en las emisiones de dióxido de carbono sobre la atmósfera sería una de las principales causas. Según los expertos, el planeta se encontraría en un nivel de riesgo nunca antes visto desde hace 650 mil años.

A más del cambio climático, hay otros factores que afectan directamente sobre el medio ambiente y la biodiversidad. Para el caso de Ecuador y de muchos países de América Latina, la tala indiscriminada de bosques, la utilización poco sustentable de los recursos naturales y, por ejemplo, la explotación petrolera representan serias amenazas. Hay un hecho que en esta ocasión quisiera resaltar y que me parece sumamente incomprensible e inaudito. Mientras los diarios de todo el mundo, científicos, organizaciones no gubernamentales, organismos internacionales, entre otros, hacen incansables llamados e iniciativas para proteger el medio ambiente, en Ecuador pareciera que esto o no tuviera eco o simplemente no tuviera importancia.

En días pasados acabo de leer con horror el anuncio hecho por el gobierno del presidente Rafael Correa de acelerar el proceso de licitación internacional del campo petrolero Ishpingo-Tiputini-Tambococha (ITT). Esta no se trata de una convocatoria común y corriente. Este campo está ubicado en el Parque Nacional Yasuní.

Con cerca de 900 mil hectáreas de extensión, el Parque Nacional Yasuní es el más importante que tiene el país en términos de biodiversidad. Por otra parte, este parque no solo alberga a una incalculable y rica biodiversidad, sino a uno de los capitales y patrimonios vivos más caros que tiene la humanidad: los Taromenane. ¿Qué quiero decir con esto? Que los peligros graves e irreparables de una continua explotación petrolífera en el Parque Nacional Yasuní no solo serían letales para las especies biológicas que se encuentran allí sino contra uno de los últimos grupos humanos que han vivido desde siempre sin contacto alguno con el mundo occidental. Son unos pocos grupos de cazadores y recolectores que se han mantenido intactos desde hace miles de años y que viven dentro del Parque Nacional Yusuní. Éllos también son dignos de respeto y protección del Estado.

[fuente]
http://www.elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=112246&id_seccion=8
http://www.elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=112245&id_seccion=8
http://www.elcomercio.com/noticiaEC.asp?id_noticia=112291&id_seccion=1

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