31 de octubre de 2006
La definición de la segunda vuelta electoral de Ecuador, prevista para el próximo 26 de noviembre, que tendrá como contendores al conservador Álvaro Noboa y al reformista Rafael Correa, trasciende las fronteras y extiende su importancia hacia el conjunto de América del Sur. De la definición de estas elecciones dependerá cuál será el derrotero de la política ecuatoriana sobre varios temas: los 526 Km. de frontera con Colombia, la posición frente al conflicto armado colombiano y sus consecuencias regionales, la respuesta frente a la fumigación aérea en zonas de frontera colombianas, los temas y respuestas humanitarias, y finalmente, el funcionamiento del anillo de seguridad militar impulsado por el Comando Sur de EEUU en las zonas limítrofes.
Si gana Noboa es muy seguro que habrá un acercamiento con las políticas de seguridad del gobierno del presidente de Colombia, Álvaro Uribe, así como con las posiciones de EEUU para el manejo de la Base de Manta, en Ecuador, y la continuidad de la intercepción marítima contra traficantes y migrantes en aguas internacionales, así como en aguas territoriales ecuatorianas. Noboa incluso ha sostenido que se llevará muy bien con el presidente colombiano y que sacará a la guerrilla colombiana de territorio ecuatoriano. Por el contrario, si gana Rafael Correa, esto sería una derrota grave para las pretensiones estadounidenses y las expectativas del presidente Uribe respecto al apoyo político y militar que espera de sus vecinos más complicados para los próximos años. Ecuador y Venezuela no corresponderían a los intereses colombianos sobre fumigación aérea de cultivos de coca y amapola, el Plan Colombia para combatir a los grupos guerrilleros, la interdicción y la calificación de terroristas. Correa incluso se ha negado a calificar a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) como terroristas.
Pero además, las elecciones en Ecuador son determinantes para la batalla de "geopolítica electoral" que se está dando en los últimos meses en la región entre los dos modelos en pugna. Por un lado, los intereses de EEUU en la región, y por el otro, la expansión de los intereses geopolíticos de la revolución bolivariana del presidente venezolano Hugo Chávez.
Desde diciembre del 2005, con la elección de Evo Morales en Bolivia; marzo, con la asunción de Michelle Bachelet en Chile; mayo, con la reelección de Uribe en Colombia y, finalmente, julio, con la discutida elección de Felipe Calderón en México, la política latinoamericana ha estado caracterizada por tensiones y enfrentamientos político-electorales entre las dos visiones más visibles en la región: la política exterior de EEUU sobre seguridad, tratados de libre comercio y drogas, y la venezolana reflejada en las tesis bolivarianas de Chávez. Este prolongado enfrentamiento ha sido llevado incluso a la definición de un puesto entre los 10 miembros no permanentes del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, que ha puesto a Guatemala, apoyada por EEUU, y Venezuela en una reñida puja, que al 31 de octubre aún no se resolvía.
Faltando aún la definición electoral en Nicaragua, y de algún modo con el reciente referéndum en Panamá que aprobó la ampliación del canal, se cierra un ciclo de pugna político-electoral, que cruza todo el continente y señala el rumbo de la política exterior de cada país.
Pero volviendo a la situación de la frontera ecuatoriano-colombiana, tenemos que señalar que la situación empeora, a pesar de los 8,000 efectivos militares que ha desplegado Ecuador a lo largo de la frontera. Por un lado, el endurecimiento de la política de seguridad democrática de Uribe (quien ha roto cualquier posibilidad de canje humanitario con las FARC), va a requerir señales de firmeza colombiana más cerca de las fronteras. Un reinicio de las acciones de fumigación aérea con glifosato ante el crecimiento de los cultivos ilícitos y la falta de control en ambos lados, seguramente va a poner más compleja la relación bilateral y esto, en un clima electoral como el que vive el Ecuador, puede ser contraproducente. Por el otro, la reciente muerte de dos ciudadanos ecuatorianos a manos de personal militar colombiano, en medio del río San Miguel, constituye un incidente más en la lista de problemas que ocurren por el desarrollo de acciones antisubversivas en la zona limítrofe.
El incidente obligó a la realización, el 19 de octubre, de una reunión de emergencia de los jefes militares de ambos países en el marco de la Comisión Binacional Fronteriza (COMBIFRON) para evaluar los hechos, así como la entrega de una nota diplomática de la cancillería ecuatoriana al gobierno colombiano por el incidente, en un contexto en el que se vuelven frecuentes hechos que involucran a militares y ciudadanos de ambos países. El 20 de octubre el presidente Uribe atizó más el fuego al referirse al coche bomba puesto el día anterior en la Escuela Militar de Bogotá diciendo que guerrilleros de las FARC se esconden en Ecuador y Venezuela. Más concretamente, Uribe dijo que Raúl Reyes, miembro del Secretariado de las FARC, se esconde en Ecuador. El canciller ecuatoriano Francisco Carrión llamó a Carlos Holguín, embajador colombiano en Quito, para expresarle el malestar de su gobierno por tales declaraciones y solicitó se le entreguen las evidencias. Ahora, las autoridades del Ecuador exigen la presentación de los informes que aseveran dicha presencia. La canciller colombiana María Consuelo Araujo ha pedido más comprensión a su contraparte ecuatoriano, pero lo cierto es que la situación política, militar y humanitaria es incierta en la frontera donde más se sienten los impactos del Plan Colombia.
[fuente]
http://noticiasaliadas.org/article.asp?IssCode=&lanCode=2&artCode=4895
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