Quito, 2 de octubre de 2006
Luego de horas de viaje por carreteras asfaltadas, otras empedradas y tramos de chaquiñanes, al fin llegué a un paraíso del que tanto se habla en el Libro Sagrado, solo que no era algo lejano ni mítico, peor inalcanzable ya que está aquí en Ecuador y al alcance de todos. Mi gratitud a quien me invitó a visitar este envidiable rincón ecuatoriano, territorio de la nacionalidad Secoya. Escucho mover ramas y regocijo a uno de los costados, regreso a ver y eran niños. Me acerco inquieto. Una abuela se apresuraba a preparar a un grupo de muchachos para la fiesta principal de su comunidad. Unos pasos atrás, un abuelo entregaba a los comuneros telas para los trajes propios que ellos utilizan. Encantado intento llegar a la casa comunal y me reciben jóvenes que preparan comida para todos. No era Cuba, al que tanto satanizan, estuve en el territorio al que las petroleras continúan exterminando.
No hay apuro, cada uno cumple su responsabilidad, mientras hago modos por conversar con los ancianos. La presencia del Instituto Lingüístico de Verano en estos territorios data desde 1953, dio lugar a programas de evangelización y desarrollo que impulsaban los valores de la cultura norteamericana destinados al control de la población para facilitar la penetración de las empresas transnacionales, especialmente de explotación de petróleo. Ellos (los norteamericanos) trabajaron principalmente con los Shuar ubicados al norte (afluentes del Pastaza), Quichuas del río Napo, Cofanes del río San Miguel, Sionas del río Cuyabeno, Secoyas de San Pablo, Zaparos del río Conambo y Huao del río Curaray, (Trujillo, 198l:37), hasta su expulsión en 1981.
Los Sionas y Secoyas éramos pueblos separados con territorios propios, pero compartíamos tradiciones culturales semejantes y lenguas que permitían la comunicación entre las dos nacionalidades. Los Sionas estábamos asentados alrededor de los ríos Eno, Napo, Aguarico, Shushufindi, Lagartococha, Zancudococha. Los Secoyas nos ubicábamos en las márgenes de los ríos Cuyabeno y Tarapuno. Eramos 16.000 Sionas-Secoyas en el siglo XVIII, según estimaciones de los jesuitas (INCRAE, 1982:1), ahora somos 600 aproximadamente, dice Arturo Aigaje, educador y líder secoya.
Si nos esforzamos a mirar quiénes somos, en el actual Ecuador, vivimos los Kichwa, Awá, Chachi, Epera, Tsa'chila, Waorani, Siona, Cofán, Secoya, Shuar, Sapara, Achuar, Shiwiar, Andoas. Conocimientos, sabidurías, formas organizativas, problemas y soluciones. Si solo tomamos a los kichwas somos Pastos, Otavalo, Natabuela, Caranki, Cayambi, Quitu, Panzaleo, Salasaka, Chibuleo, Tomabela, Kisapincha, Nación Puruhá, Waranka, Cañari, Saraguro, Paltas, Kichwa de la Amazonia y Kichwa de la Costa.
Visto esta realidad, una de las experiencias importantes del movimiento indígena en el país ha sido la de acceder articuladamente al uso de tecnologías de comunicación radiofónica, experiencia que pude compartir cuando fui invitado por la Coordinadora de Radios Populares del Ecuador, CORAPE, y su Red Kichwa. Esta Red está a días de cumplir 6 años de vida, junto a otra red a nivel internacional como es la Red Kichwa Satelital que se une a la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica ALER.
Y hablando de diversidad, de aniversarios y fechas, estamos a 13 días de saber quiénes son finalistas y que pasan a disputarse la "conducción" de los destinos de los cerca de 13 millones de ecuatorianos. Que bonito sería, como dice Mons. Leonidas Proaño en su película Tiag, que esta diversidad esté en el pensamiento de los que fungen de líderes nacionales. Qué bonito sería que todos nos juntáramos las manos para la gran minga por construir el país envidiable en el mundo por el paraíso que nos han legado nuestros ancestros, pero que por irresponsabilidad estamos dejando acabar.
[fuente]
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