2 de octubre de 2006
La campaña electoral para las elecciones presidenciales del próximo 15 de octubre se desarrolló en medio de una extendida apatía de los ciudadanos, desencantados por los sucesivos fracasos de gobiernos elegidos en los últimos años. El más estrepitoso, el del coronel Lucio Gutiérrez, que ganó los comicios con amplios apoyos sociales, incluido el importante movimiento indígena. En pocos meses dilapidó ese respaldo al ejecutar políticas neoliberales con una clara dependencia de la Casa Blanca. Lo contrario de lo prometido en su campaña electoral. Terminó huyendo del país ante una gran revuelta popular. Desde 1997 ningún presidente ecuatoriano terminó su mandato. El recelo popular por los presidenciables, aumenta si se les pregunta por los parlamentarios . Las encuestas revelan que más del 90 por ciento de los ecuatorianos desconfía del Congreso Nacional. Con estas diluidas perspectivas se desarrolló gran parte de la campaña, en la que predominó el peso de los partidos tradicionales. El domingo 15 de octubre están convocados para votar poco más de nueve millones de ecuatorianos para elegir presidente y vice, diputados, y concejales municipales. Las encuestas también indican que si el voto no fuera obligatorio solo estarían dispuestos a ejercer ese derecho el 32 % de los ciudadanos habilitados.
Hasta fines de agosto, todo parecía "bajo control" para los partidos tradicionales. Luis Macas, el candidato del partido indigenista Pachakutik no terminaba de "despegar", y afrontaba dificultades para cohesionar esa gran fuerza social por los personalismos que subsisten desde las resquebrajaduras que produjo en el movimiento la experiencia de apoyar y en parte implicarse en el desastroso gobierno de Lucio Gutiérrez.. Sobre 18 candidaturas presentadas, las encuestas atribuían a León Roldós, de la Red Etica y Democrática, aliada al partido Izquierda Democrática, un 26 por ciento de la intención de voto. Se autodefine como socialdemócrata. El segundo lugar con un 16 por ciento, lo ocupaba Cinthya Viteri, del derechista partido Social Cristiano. Y muy cerca, con un 14 % el magnate del banano Alvaro Novoa. Para la embajada norteamericana en Quito, el panorama también era tranquilizador. Preocupados por el "contagio" de victorias electorales de presidentes y movimientos con diferentes grados de autonomía de la Casa Blanca, seguían con atención el proceso pre-electoral porque Ecuador es una pieza clave dentro del arco de países andinos. Estados Unidos y las grandes corporaciones económicas pretenden evitar que Ecuador se sume al eje Venezuela-Bolivia que desarrollan políticas independientes y que se han distanciado del TLC –Tratado de Libre Comercio– impulsado desde Washington en beneficio de sus propios intereses económicos. Para ellos, Roldós o Viteri, representan dos caras de un mismo programa. El primero liderando un neoliberalismo "con rostro humano" y la segunda un neoliberalismo con tintes autoritarios. Que estas dos candidaturas fueran las que pasaran a una segunda vuelta al no obtener más del 40 % de los votos, les ponía a cubierto de cualquier "imprevisto". Pero no contaron con la posibilidad de que en las últimas semanas de campaña, uno de los candidatos que no figuraba entre los cuatro primeros, pudiera realizar una espectacular remontada.
Rafael Correa, un ex ministro de economía del actual gobierno provisional de Alfredo Palacio, partió casi sin estructuras propias en la carrera presidencial. Logró sumar distintos sectores para conformar su fuerza política: Alianza País. Y añadió que no presentaría candidaturas al Congreso, al que considera un organismo corrupto y obsoleto. Su propuesta es que si resulta electo, convocará una Asamblea Constituyente para fundar la Tercera República (una experiencia similar a la que desarrolla estos días el gobierno electo boliviano de Evo Morales). Esta última propuesta conecta con el deseo de una gran parte de la población ecuatoriana, cansada de la ineficacia de sus instituciones y de unas normas que no permiten una democracia participativa, realmente plural y progresista. En pocas semanas, Rafael Correa logró remontar la baja intención de voto en su favor, hasta alcanzar en la última encuesta legalmente autorizada el empate técnico con Roldós. Incluso algunas consultoras le otorgan un primer lugar con diferencia de varios puntos sobre su rival socialdemócrata.
Desde los partidos tradicionales, al advertir su avance no dudaron en elegirlo como blanco principal de sus campañas. Para ello recurrieron a un argumento que a la derecha peruana le resultó exitoso para frenar el avance del candidato "anti-sistema", Ollanta Humala: acusarlo de simpatizar con el presidente venezolano Hugo Chávez. Pero en este caso la maniobra no parece haber dado los mismos resultados. Quizás porque –al menos hasta ahora– el dirigente de la revolución boliviariana no se ha excedido en sus gestos de apoyo a Correa, ni tampoco sobre el proceso electoral ecuatoriano. Tampoco el perfil de Correa permite comparaciones con Chávez en formas y modos. Sí en lo que hace a la voluntad de ejercer una política independiente de los Estados Unidos, al punto de haberse comprometido a no firmar el TLC (Tratado de Lilbre Comercio) y a no renovar el convenio para la utilización de la base aérea de Manta sobre el Pacífico a la Fuerza Aérea Norteamericana. Correa no oculta su intención de establecer acuerdos políticos y comerciales de mutuo beneficio con el gobierno Venezolano. En Estados Unidos se reunió con los compatriotas que han emigrado por decenas de miles a ese país. Allí se comprometió a impulsar una reforma del sistema electoral que otorgue representación a los inmigrantes, que podrían elegir seis representantes directos, dos por los que residen en Estados Unidos, dos por quienes viven en Europa, y otros dos por los que están en países latinoamericanos.
En su entorno inmediato cuenta con algunos colaboradores que tienen una trayectoria conocida en el ámbito social y político ecuatoriano. Según nos indica Nelson Núñez Vergara, ex director de planificación de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), uno de esos hombres es Alberto Acosta, economista y miembro del Foro Ecuador Alternativo. En su día fue promotor del partido de base indígena Pachakutik, y firme opositor a la dolarización del país. Acosta podría ocupar el Ministerio de Energía y Minas en el posible gobierno de Rafael Correa. Otros economistas mencionados como parte de su equipo, son Ricardo Patiño, viceministro de finanzas durante la gestión de Correa como en el Ministerio de Economía. Jannette Sánchez podría ocupar el ministerio de Bienestar Social. Es economista e investigadora del Centro Andino de Acción Popular. Para el Ministerio de Medio Ambiente, se señala como posible titular a Fander Falconi, especialista en Economía Ecológica y Gestión Ambiental. Aunque no figure como señalado para ningún cargo, también se menciona como colaborador de Correa al coronel retirado Jorge Brito, un especialista en inteligencia, Doctrina y Estrategias de Guerra, enrolado en un sector nacionalista de las Fuerzas Armadas que apoyó al movimiento indígena que expulsó del poder al presidente Mahuad.
Lo que era tranquilidad se ha convertido en preocupación en los cuarteles políticos de social cristianos y socialdemócratas. El multimillonario Alvaro Novoa, de familia con permanentes vínculos con el poder político tampoco entiende lo sucedido en estas últimas semanas. El analista Félix Cadena Alvarado en un artículo publicado en el diario ecuatoriano Opinión hace esta reflexión: ¿Cómo puede el pueblo creer y defender una democracia que, en estos últimos veintisiete años, sólo le ha dejado más pobreza, desempleo, inseguridad, migración, corrupción? En efecto, los permanentes programas de ajuste y la intransigencia aperturista han colocado al Ecuador entre los países más inequitativos del mundo, en el que la pobreza afecta al 80% de la población, el desempleo abierto y el subempleo crecieron aceleradamente. Según el índice de Desarrollo Humano, el país ha experimentado un retroceso. Si en 1999 Ecuador ocupaba el puesto número 69 entre 175 países del mundo con información disponible, en el 2003 pasó a ubicarse en la posición número 97 y en el 2004 en el puesto 100. El impacto desproporcionado y diferenciado del deterioro de las condiciones de vida es aún más crítico en los sectores vulnerables, entre los que se destacan la población indígena, la niñez y la adolescencia, las mujeres y la tercera edad
. Tras otras extensas consideraciones, el periodista concluye su artículo: De ahí que ha calado profundamente el llamado de Correa de no seguir equivocándonos y de que es necesario transformar cada voto en un instrumento para impulsar la renovación y el cambio
.
En la última fase de la campaña electoral varios sectores políticos denunciaron la posibilidad de fraude. La inquietud se acrecentó con el imprevisto cambio del Ministro de Defensa. El Gral. Oswaldo Jarrin fue reemplazado por Marcelo Delgado, que ocupó la jefatura de la Casa Militar durante el gobierno del caudillo Social Cristiano Febres Cordero, que gobernó entre 1984 y 1988. El candidato de Alianza País, Rafael Correa denunció también que el Tribunal Supremo Electoral es dirigido por el social cristiano Xavier Cazar. Y el ex presidente del T.S.E Nicanor Moscoso advirtió de la posibilidad de fraude sino se autoriza la contratación de un sistema paralelo de recuento de votos. Los días que restan de campaña serán duros. El ex presidente social cristiano León Febres Cordero insiste en desacreditar al candidato emergente apuntando a sus vínculos con Hugo Chávez. Afirmó que a la campaña de Correa el dinero "le llega en maletas" desde Caracas. No dio prueba ni evidencia alguna, pero –zorro viejo– sabe que esas acusaciones, aunque no tengan fundamentos, pueden restarle votos .
Los últimos pronósticos indican que el socialdemócrata León Roldós y Rafael Correa de Alianza País pasarán a la segunda vuelta del 26 de noviembre, porque ningún candidato tendrá el domingo 15 más del 40 % de los votos y el 10% de diferencia sobre el segundo que marca la legislación. Algunos observadores próximos a las candidaturas de Luis Macas y de Luis Villacís, que agrupan a diversas corrientes de izquierda, alertan sobre Rafael Correa. Apuntan que su posición anti-sistema y transformadora no es más que un maquillaje electoral para cerrar las puertas a los verdaderos cambios que piden los ecuatorianos. Vistos los antecedentes históricos de lo que sucedió en los últimos 30 años de vida política ecuatoriana, nadie se arriesga a desmentirles.
Pero a menos de 15 dias de las elecciones presidenciales ecuatorianas, se diluye esa apatía inicial y se tensan los ánimos. Se percibe que en estas semanas, el apacible guión de la campaña ha dado un giro ante la posibilidad de que Correa pueda ganar y disputar la segunda vuelta con Roldós. Si eso sucede, es previsible una polarización como la que ocurrió en el vecino andino, Perú. Pero en este caso, como analizábamos, Correa no es Ollanta, y es de esperar que reciba el apoyo de los votantes de candidaturas definidas como de izquierda o indigenistas.
El escenario de esa segunda vuelta a pesar de dudas y recelos, puede sin embargo resultar una oportunidad clara para que los ciudadanos ecuatorianos que aspiran desde hace años a un cambio en profundidad en las estructuras políticas, sociales y económicas de su país, vuelvan a intentarlo con su voto, en este caso apoyando al candidato de Alianza País Rafael Correa. Un hombre y un nombre casi desconocido fuera de Ecuador, pero que de vencer, puede pasar a ser tan nombrado como algunos de los líderes de otros procesos de cambio en América Latina. Si eso sucede, tendrá que demostrar que puede responder con hechos a las esperanzas de esa mayoría del pueblo ecuatoriano.
[fuente]
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