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La invisible familia de los Mercado

Javier Ponce

Diario El Universo, edición digital

Guayaquil, 5 de julio de 2006

La economía, alguna vez, fue de carne y hueso, palpable, real. Hoy, a costa de su ambigüedad, ya no reside en ninguna parte.

Le escucho a un comentarista de la CNN afirmar imperturbable con respecto a las elecciones presidenciales de México, que los mercados prefieren al candidato derechista Felipe Calderón.

Intento imaginarme el rostro de satisfacción de los mercados ante la diferencia de un uno por ciento entre Calderón y el candidato de la izquierda López Obrador. Y solo encuentro la socarrona sonrisa de Felipe Calderón proclamándose triunfador en las elecciones. ¿Es él el rostro del mercado?

Nos hemos habituado a que los mercados no tengan rostro, o a que lo oculten. Es curioso. Sin embargo, de pronto, en la pantalla de televisión o en las páginas de los periódicos hablan los rostros ocultos del mercado. Son ellos, pero no los reconocemos. Son ellos, solamente que hablan en nombre de una entelequia que les cubre el rostro. Hablan de ellos hablando de otros. Se quejan en nombre de otros, de los mercados, del flujo de los capitales, del peligro de que caigan los números. ¿Hacia dónde? ¿En el vacío? ¿Acaso ya cayeron y no los reconocemos, porque se mimetizan, se construyen otros rostros?

Lo insólito del caso es que se nos exige que aceptemos sus palabras, las de ellos de carne y hueso, porque hablan en nombre de las leyes del mercado, porque el mercado les recomendó que hablaran así. Es la palabra inequívoca del mercado la que habla por boca de ellos. ¿La palabra de quiénes? ¿Las verdades de quiénes? Pero están allí, con sus rostros reales.

De pronto, hacen proselitismo político. Intentan descender de la abstracción y volverse "realistas". Populistas a su manera. Dejan de hablar de los mercados y pasan a afirmar que si ocurre tal o cual cosa, se perderán cien mil empleos; y ellos, los "mercado" están llamados a defender los cien mil empleos. No saben bien para quién. Ni importa. Son empleos, en abstracto. Para que unos cien mil se reproduzcan, sobrevivan, para que el mercado continúe reinando.

Es una verdad de Perogrullo, pero voy a repetirla porque se nos puede pasar por alto: los mercados nos gobiernan. Y tienen una ventaja sobre otros gobernantes: han neutralizado de tal modo su apariencia, su rostro, que representan la única garantía de gobernabilidad. Nadie puede derrocar al mercado, en primer lugar porque nadie sabe dónde reside. Sin embargo, aparece en las pantallas de televisión y en las páginas de los periódicos, hablando de otros, simulando las razones de otros, de los capitales que están haciendo cola en las fronteras para entrar. ¿Quién va a recibirlo? ¿Yo? ¿Otros capitales? Pero los capitales son ellos, los que hablan. Los que ya están y los que dicen que vienen. Comienzo a confundirme.

Y esa confusión es la única garantía de estabilidad, de gobernabilidad. Mientras el poder no tenga rostros, está garantizado el futuro. Si le nace un rostro, por decir (solamente por decir) el rostro de Evo Morales, los mercados se ponen incómodos, tienen temor a ser descubiertos. Entonces, el comentarista de la CNN afirma que los mercados están nerviosos. Y eso es malo. ¿Para quién? ¿Para los cien mil empleos?

Es mejor para el mercado (y para éllos) que yo no entienda nada.

[fuente]
http://www.eluniverso.com/2006/07/05/0001/21/56F00011E1DC469B82F58755CD456C81.aspx

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