Junio de 2006
Cristóbal Rodríguez Guerra
Nada de subirnos al triunfo de la victoria; nuestra condición de ecuatorianos pobres y de mediana posición económica, nos identifica con aquellos gladiadores que ayer nos llenaban de escepticismo y hoy nos desbordan de optimismo. Es que aún mantenemos arraigado pensamientos derrotistas, humillaciones milenarias y fracasos anticipados
La gesta histórica que viven nuestros compatriotas en el mundial de fútbol "Alemania 2006", nos recuerda que los ecuatorianos podemos ser protagonistas de grandes hazañas; para muestra, los acontecimientos políticos vividos en los último 16 años, que nacieron con el resurgimiento definitivo de los indígenas, luego de 500 años de resistencia; la caída de tres presidentes de la República (Abdalá Bucaram Ortiz, Jamil Mahahuad Witt y Lucio Gutiérrez Borbúa); y, el desarrollo político-ideológico (no partidista aún), de ciudadanos asentados principalmente en Quito, Guayaquil y Cuenca.
Más allá de la coyuntura y el mass media de los medios de comunicación, que han resucitado a un país con sus artículos y transmisiones en todo el mundo, extrañándose por la capacidad de los jugadores de un equipo que, como lo dijeron despectivamente los representantes de la élite mundial futbolística, "sólo juegan en la altura de Quito", el Ecuador está mandando señales de injusticia social, de pobreza extrema y de saqueos al erario nacional, que huele a corrupción draconiana.
Quizás los analistas, "todólogos" y demás entendidos en los cambios socio-político y culturales que se registran en las sociedades, estarán golpeándose con los manuales de la política conservadora e imperialista, buscando comprender, cómo es que un país del Tercer Mundo, uno de los más pequeños del continente americano consigue defenestrar presidentes y con la misma viada poner de cabeza al balompié mundial.
Ecuador con 13 millones de habitantes, 3 millones en el exilio obligado por la falta de fuentes de trabajo, de una educación gratuita y de calidad; con una crisis política y económica permanentes; con el 80% de pobres y el 60 % con empleos informales, podrán decir que lo sucedido en la última década y media no son incomprensibles. La muestra está en las calles del Ecuador, donde todos los días sectores vulnerables de la sociedad salen a protestar por falta de atención gubernamental y por los abusos continuos del poder; y, ahora un grupo de futbolistas buscando una nueva forma de explicar la injusticia del país, han salido a tomarse los estadios alemanes.
Y, es que la mayoría de los deportistas provienen de los estratos más desprotegidos y vilipendiados de la geografía nacional. Ellos, mal alimentados, sin un sucre (dólar) en el bolsillo (moneda nacional que aún costa como medio circulante del país, aunque fuera de circulación), con balones de trapo para hacer malabares con sus pies y cabezas, fueron escalando hacia la gloria, pero sin descuidar sus raíces, porque aunque quisieran, ahora el mundo habla de sus inicios, como niños que surgieron de la miseria y de la segregación racial y social.
Los ciudadanos ecuatorianos que vivimos en una verdadera guerra de clases, estuvimos ayer con las movilizaciones sociales derrocando a presidentes corruptos y mediocres; y hoy, como en esos acontecimientos sin precedentes en nuestra vida "republicana", nos llenándonos de gloria con los Delgados, Tenorios, Kaviedes, y demás, sin descuidar la realidad lacerante de una nación, donde desde años atrás venimos jugando el partido más dramático que nos ha tocado enfrentar, con un rival como los diputados y gobernantes de turno en general, que sin vergüenza alguna y con actitudes fascistas defienden a la clase dominante; hoy buscan subirse al carro del triunfo de una selección de fútbol, que como la ecuatoriana, nos van recordando que esa escuela de unidad y de trabajo grupal surgió de las calles ecuatorianas, donde se labra todos los días un futuro mejor, con sangre y lucha social.
Galo F. Benítez
Quién en nuestro país no está pendiente de los pasos que da la selección de fútbol, sin duda apasiona a todos los ecuatorianos el rey de los deportes. Todavía está latente el triunfo de la selección de fútbol frente a Costa Rica, en el Mundial Alemania 2006, que nos ha hecho gritar con pasión una y otra vez: ¡Sí se pudo! ¡Sí se pudo!, lo que nos pone a un paso de la clasificación a los octavos de final.
Pero siendo como es la selección un motivo de orgullo y plataforma del autoestima nacional, qué les parecería ecuatorianos si las autoridades de la ECUAFÚTBOL, por intereses empresariales mezquinos, para favorecer a ciertos sectores privados, reforman los reglamentos a fin de suspender el apoyo económico al seleccionado e incurren en las siguientes faltas: A pesar de los triunfos cosechados, se cuestiona el pago de los sueldos dorados a los futbolistas, por considerarlos privilegiados; no se les entrega los implementos deportivos necesarios para sus prácticas diarias, por tal razón se ven obligados a entrenar en forma precaria; se suspende el presupuesto para viáticos y los desplazamientos tanto dentro como fuera del país; se descuida las instalaciones deportivas haciéndose evidente el abandono y la falta de mantenimiento de las canchas de juego; en lugar de apoyar al jugador nacional, se brinda todo el respaldo a los extranjeros, para que sean ellos quienes asuman el control del equipo de todos. En definitiva, la selección –orgullo nacional- sufre la arremetida de las autoridades, por lo cual corre el riesgo de desaparecer.
Es precisamente eso lo que está pasando con la empresa más importante de los ecuatorianos, desde 1992 a Petroecuador le quitaron el presupuesto para la inversión en la industria; sin recursos económicos, sin repuestos, los trabajadores de Petroecuador reciclan chatarra para mantener la producción petrolera; a su vez, se les tacha de privilegiados e ineficientes, en contubernio con la prensa, el gobierno contribuye a deteriorar la imagen de la empresa estatal.
Al igual que la selección de fútbol en el plano deportivo, Petroecuador ha sostenido la economía del Ecuador durante más de 30 años. En tal virtud, es público y notorio como el actual gobierno cifra sus expectativas para proyectar el Presupuesto General del Estado, en base a un costo del barril de petróleo de 35 dólares, mientras el costo del barril supera los 60 dólares. La pregunta de cajón sería: ¿acaso el petróleo es el producto de la casualidad, o quizá fruto de un milagro sobrenatural? Nuestro pueblo, sabio e intuitivo conoce muy bien que Petroproducción, durante más de tres décadas ha mantenido económicamente a las Fuerzas Armadas y a la Policía. Las divisas provenientes del petróleo permiten pagar los sueldos de maestros, empleados públicos, diputados, autoridades seccionales, etc; con ingresos del petróleo se ha ejecutado la obra pública que ha contribuido al desarrollo permanente del Ecuador.
Detrás del escenario que se maquilla perversamente para desaparecer a Petroproducción, tras bastidores miles de ecuatorianos, provenientes de todos los rincones de la república, trabajan las veinticuatro horas para extraer el petróleo del que depende frágilmente la economía de la nación. Son compatriotas que integran la selección nacional de la industria petrolera, que hoy se pretende aniquilar.
Uds. se preguntarán ¿quiénes trabajan silenciosamente en la tarea de asfixiar a esta selección? Allí están girando en torno a las empresas petroleras transnacionales, voraces "empresarios" que manipulan los hilos de la política, para comprar autoridades, sobornar funcionarios inescrupulosos, con el objetivo claro de firmar contratos jugosos que permitan la entrega irresponsable de los campos petroleros y provocar en última instancia, el colapso definitivo de Petroproducción.
Era de esperarse que, una empresa sin repuestos, sin taladros, sin presupuesto, sin inversión, se halle ahora en terapia intensiva; mientras tanto el Congreso derrocha 30 millones de dólares en remodelar el edificio del parlamento, con ese monto se podría reactivar la producción de más de 100 pozos cerrados, con un aumento de 24 mil barriles de petróleo, en beneficio del país. Entre tanto, el ministro de Economía Diego Borja generosamente entregará a las Fuerzas Armadas 50 milloncitos cada año para subirles los sueldos a los militares; pero para la vaca lechera –entiéndase Petroproducción- ni agua.
Como se entiende el poco amor por lo nuestro cuando gobiernos como el actual, le niega a los técnicos ecuatorianos el derecho de operar los campos de la Ex OXY, permite que vuelvan los arrogantes ex trabajadores de la transnacional gringa, para dejar la mesa servida, a fin de que ECOPETROL-OXY COLOMBIA retome la operación de los campos petroleros. Así nos quieren golear los vendepatria aprovechando que el pueblo se distrae con el Mundial.
Sólo una política petrolera nacionalista salvará a Petroproducción de su inminente desaparición, el actual gobierno con la agenda de concesión y/o privatización está cabando la sepultura de la selección nacional del petróleo.
Mientras esto ocurre en el Ecuador, las petroleras siguen sangrando al país, cada año se llevan más de 2500 millones de dólares al año ¡compatriotas allí está la plata!. Sin embargo, somos mudos testigos de cómo desde el Carchi al Macará la pobreza, el hambre y la ignorancia se acrecienta día a día; cada año se incrementan 100 mil niños al ejército de analfabetos, mientras el gobierno sigue destinando el excedente petrolero para renegociar los bonos de la deuda externa.
Ud. amigo lector, como buen fanático de la tricolor, piense por un momento en el futuro de sus hijos o sus nietos: ¿Qué les espera cuando el día de mañana se acabe el petróleo? El pueblo se hartará algún día de beber fútbol o comer fútbol, como perversamente reza las propagandas de la Coca Cola; sin petróleo este país está destinado a subsistir -sin pan ni pedazo- que alimente la esperanza del mañana.
En conclusión, tal vez no vivamos para contarlo, pero nuestros nietos quizá sigan siendo fanáticos del fútbol, pero estoy seguro que nos reprocharán por la indiferencia, el desamor a la soberanía, por haber permitido el saqueo de la principal riqueza que alguna vez hubo en suelo patrio.
¡Dios salve al Ecuador!
Marco Arauz Ortega, El Comercio
El segundo triunfo de la Selección en el Mundial de Alemania dio nuevas razones para celebrar: todo el país -el de los crédulos y el de los incrédulos- comprobó que el equipo que apabulló a Costa Rica era el producto de un concepto futbolístico al cual se aplicó con gran concentración y con gran sacrificio colectivo. Pero se equivocan quienes quieren ver en ese buen ejemplo una suerte de reflejo social.
A Luis Fernando Verissimo, de O Globo de Brasil, no le falta razón cuando señala en su columna que el sorprendente equipo africano en este Mundial no es de África, sino de América del Sur, y se llama Ecuador. "No es ingenuo -anota. A las cualidades tropicales de los otros sorprendentes equipos africanos de cada Mundial les suma una disciplina táctica europea, y una cierta arrogancia que sólo es de él".
¿El triunfo de la Tricolor es, esencialmente, de todo el país? ¿Ese grupo, esencialmente "africano" en la acertada apreciación de Verissimo y de muchos otros, representa al Ecuador? Más bien representa básicamente a una minoría que se abre espacio en un país excluyente y que practica el racismo no solo entre la población mestiza sino entre la dirigencia indígena. Ellos solo le están mostrando al resto del país y al mundo que sí se puede. No nos reflejan, como se pudiera pensar al ver las apoteósicas imágenes de las celebraciones que tuvieron la apariencia de un gran abrazo nacional, sino mostrándonos el camino.
El Ecuador de ahora funciona, lamentablemente, de una manera un poco distinta a la de ese equipo que incluso se da el lujo de derrochar alegría mientras juega o que da espacio a que Iván Kaviedes muestre una actitud distinta de la del delantero inmaduro y egoísta que ha formado parte de su estigma.
El Ecuador de todos los días es aquel que acaba de resolver una disputa en el Municipio de Archidona con la destrucción del edificio y varios autos a manos de una muchedumbre. O que, ante la indefensión ante la injusticia, opta por destruir el destacamento policial en Chone.
Y es también el de la clase dirigente indolente que se concentra en sus intereses y en sus ganancias, y por esa misma razón es incapaz de promover, y menos aún de generar, un acuerdo mínimo e incluyente.
Ante tantas tragedias colectivas y ante la impunidad -¿qué pasó con las instituciones y organismos que debían aportar pruebas dentro del juicio al ex presidente Jamil Mauad?-, la desconfianza, no solo institucional sino personal, está destrozada, y tomará mucho tiempo para que la sociedad se organice para incidir realmente en el poder.
Sin ir muy lejos, en el propio ámbito deportivo, las disputas por el control de las federaciones de varias disciplinas es tan brutal, que no solo demuestra falta de sentido de equipo y de reglas claras, sino que frente al reparto de los recursos provenientes del impuesto a las llamadas telefónicas se puede concluir que sigue vigente la frase que aplicó hace décadas con propiedad el ex presidente Carlos Julio Arosemena: "entontecidos por el dinero".
De modo que todavía nos falta demasiado como colectividad para tener el derecho a sentirnos reflejados en el trabajo que realiza la Tricolor en el Mundial. Por ahora solo nos cabe el derecho a festejar.
Kintto Lucas, IPS
"Por lo menos estos muchachos nos han dado la única alegría que hemos tenido los pobres en muchos años". La caída en Berlín ante la anfitriona Alemania no amainó la euforia de los ecuatorianos con su selección de fútbol, cuyo éxito revaloriza la identidad nacional de un país donde las rivalidades regionales no ceden.
"La sonrisa de (Agustín) 'Tín' Delgado cuando festeja los goles es nuestra sonrisa", completa una humilde vendedora de caramelos en el parque céntrico de Quito, que, sin pretenderlo, hace un acabado resumen del sentimiento generalizado en el país, sin mella aún pese a la derrota de la víspera, dado que no estuvo en riesgo su clasificación a los octavos de final de la Copa Mundial de la FIFA.
Es que hasta fines del siglo XX las páginas más gloriosas del fútbol ecuatoriano no se escribieron, paradójicamente, dentro del país, como ocurrió en otras partes de América del Sur, donde los cultores de este deporte han ocupado lugares destacados en el mundo desde su creación.
Según la Confederación Sudamericana de Fútbol (Conmebol), este deporte comenzó a practicarse en Ecuador fruto de la pasión de la juventud guayaquileña y tiene como año oficial de nacimiento a 1902, cuando se funda el Club Sport Guayaquil. Aunque algunos investigadores, como Mauro Velásquez, sitúan ese inicio en 1899.
Empero, el fútbol ecuatoriano tuvo que esperar hasta 2002 para codearse con las grandes selecciones del mundo, al debutar en el campeonato mundial organizado por la FIFA ese año en forma compartida en Japón y Corea del Sur.
Cuatro años después, es en Alemania donde consigue superar la primera fase, con una actuación elogiada por la prensa internacional, y se jugará todas sus cartas el próximo domingo ante la poderosa selección de Inglaterra, ganadora del torneo organizado por la FIFA (Federación Internacional del Fútbol Asociado) por única vez en 1966 en su país.
Expertos consultados por IPS ubican las principales causas de los fracasos deportivos del pasado a nivel de selección en la realidad política y económica de Ecuador, que ha llevado a un enfrentamiento constante entre las regiones de la Costa y la Sierra y, sobre todo, entre Quito y Guayaquil, la capital de la provincia costeña de Guayas y principal centro comercial del país.
Ya en las tres primeras décadas del siglo XX, el fútbol era en Guayaquil el deporte más popular, seguido del boxeo, pero su mayor trascendencia social y su consecuente reflejo en la prensa ocurre a partir de la década del 40. Sin embargo, en Quito competía en preferencia hasta la década del 30 con las corridas de toros, el voleibol y el propio básquetbol.
Aunque la actual Federación Ecuatoriana de Fútbol nació el 30 de mayo de 1925, con el nombre de Federación Deportiva Nacional, la división permaneció a través de la realización solamente de campeonatos provinciales hasta 1960.
Ese antagonismo marcó la historia de este país andino que estuvo dividido en cuatro regiones autónomas hasta 1869, cuando se organizó como estado nacional unitario, modelo que ha vuelto a cuestionarse en los últimos años, al punto de que algunos partidos políticos junto a empresarios de Guayas proponen declarar la autonomía política y económica de esa provincia.
El regionalismo es uno de los motivos por los cuales los técnicos ecuatorianos no han tenido éxito al frente de la selección nacional. Por eso se ha preferido últimamente a extranjeros, como el yugoslavo Dusan Draskovich y los colombianos Francisco Maturana y Hernán Darío Gómez.
"Cuando un ecuatoriano dirige la selección enfrenta presiones muy fuertes de la prensa, la dirigencia y los hinchas que insisten en que sean convocados los jugadores de equipos de su ciudad según sean de Quito o Guayaquil", dijo Maturana a IPS.
Fue él quien recomendó a Gómez que, para hacer un buen trabajo, debía romper con "la rivalidad entre costeños y serranos tan enraizada en el fútbol" de Ecuador. Según Gómez, eso fue lo primero que se propuso al aceptar dirigir a la selección ecuatoriana.
"Primero era necesario terminar con las rivalidades para luego alcanzar la meta de crear una identidad futbolística, lograr que la selección sea un vínculo nacional y que Ecuador clasificara para el mundial'', explicó.
Dos años después de haber asumido la responsabilidad, Ecuador estaba unido en torno a un objetivo, como sólo lo había estado en 1995 durante la guerra fronteriza con Perú, y se clasificaron por primera vez a un campeonato mundial.
Los propios medios de comunicación costeños y serranos bajaron en parte los el nivel de la rivalidad regional. Teniendo en cuenta esta experiencia, José Laso arriesga que es necesario "futbolizar la política".
"Se ha hablado tanto de la politización del fútbol, y yo creo que es urgente hacerlo. Los postmodernos hablan de la disolución de los Estados nacionales y el fútbol muestra lo contrario'', comentó a IPS este experto en comunicación de la quiteña Universidad Andina Simón Bolívar.
Para el analista, el fútbol "construye de un modo menos sangrante y fascista las siempre frágiles identidades".
"El espacio de nuestra política es el de la disolución, de la desagregación regional, de las exclusiones. El fútbol es el espacio de la unidad, de la identidad, de la densidad simbólica de los cuerpos, los gritos y las banderas, añadió.
La falta de interés nacional en el fútbol quedó demostrada en la primera frustración del fútbol ecuatoriano, como fue no haber asistido al primer campeonato mundial de la FIFA, realizado en Uruguay, a pesar de haber sido invitado por su comité organizador.
Los problemas económicos y entre dirigentes, de un fútbol marcado por intereses regionalistas, no permitieron esa participación.
Sólo en la década del 60 y principios del 70 es cuando el periodismo deportivo ecuatoriano enfoca definitivamente su interés mayor en el fútbol, pero en la figura de un solo jugador, Alberto Spencer, el más importante en la historia del país hasta hoy.
Spencer fue reconocido en el mundo como uno de los pilares en 1966 del club Peñarol, de Uruguay, campeón de la entonces Copa Libertadores de América, la principal que organiza la Conmebol, y aún con el récord de anotaciones en este torneo con 56 goles.
También ese mismo año obtiene con Peñarol la Copa Intercontinental en el partido jugado en España contra Real Madrid, ganador del máximo torneo de la época en Europa.
El éxito de Spencer, la muy buena actuación de la selección en la disputa para clasificar --sin lograrlo-- a la Copa Mundial de 1966 en Inglaterra y la unificación de todos los torneos provinciales en un Campeonato Nacional marcaron el comienzo de la historia moderna del fútbol ecuatoriano.
El propio Spencer, durante años cónsul honorario de Ecuador en Uruguay, apuntó sobre las causas de los anteriores fracasos deportivos como país. Aquí "siempre se jugó bien al fútbol", pero el problema de los futbolistas "era el pánico al extranjero", dijo a la prensa.
Esa frase despertó interrogantes en los medios de comunicación sobre los complejos de una sociedad que se veía reflejada en el fútbol.
Para el sociólogo Felipe Burbano de Lara, el éxito alcanzado por la selección ecuatoriana en las eliminatorias para la Copa Mundial Corea-Japón estaba mostrando una superación de ese pánico, mientras que la destacada actuación de ahora en Alemania despeja totalmente las dudas sobre la capacidad del combinado nacional.
"Frase enigmática la de Spencer, que parecería encerrar los nudos de la sicología ecuatoriana, porque ha sido en los juegos de la selección nacional, en el momento de confrontar al extranjero como nación, cuando han aflorado nuestros miedos y vergüenzas más profundas", comentó a IPS.
El analista aseguró que era en esos momentos de derrota cuando los ecuatorianos se flagelaban, se acusaban y se "denigraban como nación".
"El blanco de los ataques eran los jugadores, símbolo de todo lo malo que podía encarnar el Ecuador, incluidos sus prejuicios raciales y sociales'', agregó.
Explicó que, conforme el país y los medios de comunicación fueron incorporando una visión más plural de la nación, también creció el espacio de reconocimiento hacia los jugadores del equipo nacional.
"La superación del pánico al exterior viene unida a una redefinición de nuestra identidad hacia adentro, a la posibilidad de reconocernos en nuestra diversidad social y cultural", argumentó.
En Correa-Japón Ecuador no pasó de la primera fase perdiendo con Italia y México y ganándole a Croacia, pero el equipo ganó experiencia y muchos de los integrantes de entonces hoy brillan en el Mundial de Alemania.
Hernán Darío Gómez cree que la base del éxito de la selección de Ecuador está en la unión, la solidaridad y la tolerancia.
Kintto Lucas, Quincenario Tintají
El otro día, al ver el festejo de Agustín Delgado luego de hacer el gol frente a Polonia, y observar esa sonrisa ancha que entregaba a sus compañeros y a la gente y al país, y ver el gesto con la mano que parecía decirle a Edison Méndez "¿qué hice? o ¿qué hicimos? o ¿qué estamos haciendo?, recordé que requiere más coraje la alegría que la pena, porque a la pena al fin y al cabo estamos acostumbrados, como decía alguien hace muchos años, describiendo la realidad de los pobres de América Latina, la realidad de los pueblos indígenas, la realidad de los pueblos afro, la realidad...
Esa frase pinta a las claras la necesidad de alegría que tienen los sectores olvidados y postergados de la América, y también el miedo a ser feliz impuesto por un sistema que excluye a las grande mayorías. Sin embargo, el coraje permite buscar ese rinconcito donde está la alegría, y les hace perder ese miedo En el festejo del Tin, luego de anotar el segundo gol frente Costa Rica y terminado ese partido que dio el pase a Ecuador a los octavos de final de la Copa del Mundo Alemania 2006, se hizo nuevamente presente esa sonrisa amplia, generosa, humilde, pero marcada por la historia de su pueblo, una historia cargada muchas veces de rabia, de impotencia por no poder cambiar una realidad de dolores y tristeza varias, por la lucha permanente por conquistar el derecho a ser feliz Es misma sonrisa estuvo en cada escena del partido, en cada balón dividido, en cada pase, y también en toda y cada mirada de tantos y tantas en el Chota, en Quito, en el Coca, en Milagros, en cualquier rincón del país donde se observaba el partido por televisión.
Es la misma sonrisa que me regalaba una señora mientras vendía caramelos en El Ejido, y me diecia refiriéndose al juego de la selección ecuatoriana: "al menos por algo tenemos derecho a festejar los pobres, al menos esta selección nos ha dado el derecho a la alegría".
Tras el encuentro con Costa Rica Agustín Delgado comentó que independientemente de la exigencia de cada uno de los partidos que dispute, de la presión que existe en un Mundial de Fútbol, él siempre hace lo posible por alegrarse cuando está con la pelota en sus pies, y prefiere tratar de divertirse jugando al fútbol.
Fue goleador en la Eliminatorias que llevó a Ecuador al Mundial de Corea y Japón en el 2002, pero pasada esa Copa del Mundo la suerte le jugó una mala pasada y una lesión casi lo deja para siempre fuera de las canchas. Sin embargo, un buen día contra todo pronóstico, cuando pocos creían que podría recuperarse de una dura intervención quirúrgica, apareció en el Aucas para regalar nuevamente una sonrisa a su pueblo. En las Eliminatorias para el Mundial de Alemania 2006, la sonrisa volvió a caminar por su rostro, y Ecuador volvió a clasificar. Pero tras llegar al Barcelona de Isidro Romero y la dirigencia social cristiana, el Tin perdió la sonrisa, perdió la alegría y las ganas de jugar, hasta que la recuperó en Liga y, sobre todo, en la selección. Pero antes de viajar a Alemania los dirigentes de la Ecuafútbol no querían reconocerle al equipo el derecho a sonreír...
En 2001 cuando Ecuador clasificó para el Mundial 2002 Pepe Laso (comunicador, analista y catedrático) comentaba que uno de los efectos que había provocado la selección de fútbol en la sociedad y la cultura ecuatoriana, fue sacar a los pueblos negros de su ostracismo, del silencio en el que viven. ''Se lo deben al desempeño espectacular de los jugadores negros de la selección: al 'Tin' Delgado, Iván Hurtado, Ulises de la Cruz, entre otros'', aseguraba. Según él existe un 'dispositivo racista' mediante el cual ''los negros pueden ser responsables del fracaso de la selección nacional, y condenados al silencio, o ser los nuevos héroes nacionales y adquirir una visibilidad notable'' y eso es amplificado por los medios de comunicación.
Como clasificamos al mundial eran héroes, aunque un dirigente de la FEF dijo cierta vez que sería necesario blanquear la Selección para alcanzar triunfos internacionales.
Pepe Laso se preguntaba en aquella ocasión ''¿hasta cuándo durará la 'luna de miel' con los negros?'', y la respuesta pesimista era ''mientras dure el desempeño exitoso de la Selección y del 'Tin' Delgado, Ulises de la Cruz, Iván Hurtado, etc. ''El escepticismo puede fundamentarse en la experiencia del movimiento indígena ecuatoriano con diez años de luchas que han servido para abrirse un espacio en el sistema político y de representación, pero poco para desmontar las mentalidades que clasifican a los indios como seres inferiores'', argumentaba.
Y agregaba que también podía plantearse una perspectiva más optimista y ''esperar que los goles del 'Tin' hubiesen provocado una herida a esa conciencia racista de la sociedad ecuatoriana toda y de los medios de comunicación en particular''. ''Para seguirla debilitando es necesario continuar con un proceso que insista en la idea de una sociedad intercultural urgida de diálogos y encuentros entre las culturas como lo estamos viendo a través de la selección nacional'', afirmaba.
Hoy, la sonrisa afroecuatoriana es la sonrisa de un país. Es la misma sonrisa que regalan el Tin, De la Cruz e Iván Hurtado con educación, asistencia médica y alimentación a niños y jóvenes pobres del Chota. "Todo el equipo, y especialmente nuestros hermanos afroecuatorianos nos han dado una lección de trabajo colectivo no solo en los partidos sino en determinados actos de la vida como por ejemplo Agustín Delgado o Iván Hurtado trabajando con sus fundaciones por la niñez pobre de su tierra", comentaba el otro día el presidente de la CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), Luis Macas, y agregaba: "Su juego nos da alegría y las victorias fortalecen nuestra identidad, pero el trabajo social crea bases para que los niños de esas zonas pobres tengan un futuro mejor. Es un trabajo de largo plazo que hay que apoyar y destacar". Eran las palabras de alguien que con su lucha junto al movimiento indígena supo trabajar, como el Tin, por la alegría de un pueblo que sigue conquistando su derecho a ser feliz. Cada uno a su manera ayuda a encender la vida de sus pueblos, cada uno a su manera ayuda a construir la alegría, cada uno a su manera ayuda a fortalecer la interculturalidad, cada uno regala su sonrisa, porque requiere más coraje la alegría que la pena, a la pena al fin y al cabo estamos acostumbrados... Pero la sonrisa del Tin, es la sonrisa de un país...
Carlos Vera Rodríguez, El Comercio
A esa misma conclusión llegaron hace 40 años los afroamericanos de los EE.UU. en su lucha contra el racismo de esa sociedad, prejuicio y discrimen arraigado por generaciones hasta que Martin Luther King decidió enfrentarlo con la resistencia pacífica, el verbo encendido y la movilización activa, cuya máxima expresión se dio en Washington para oír su célebre: I have a dream (yo tengo un sueño) respecto a los derechos de su raza preterida, humillada y subvalorada en pleno esplendor democrático, siglos después de la manumición de los esclavos. ¿Conseguirá aquí el mismo efecto la Selección ecuatoriana de fútbol frente a la esclavitud encubierta de los negros en el Ecuador?
Depende de nosotros. Probablemente sí, pues ha dado un gran paso en ese proceso. Por primera vez se ha vuelto evidente, gracias al deporte más popular del planeta, en la competencia de máximo nivel, ante rivales del primer mundo, que los negros ecuatorianos no solo son fuertes, rápidos y altos (¡menos Larita!) sino también inteligentes, aguerridos y solidarios. Ante semejante demostración de grandeza, los ecuatorianos se deshicieron en elogios. Es hora de rehacernos en justicia.
Es fácil admirarlos y muy complejo imitarlos, aunque ésta será la mejor forma de homenajearlos o de multiplicar ese efecto de autoestima y optimismo que tan ansiosos estamos por generar sin saber por dónde empezar. Comencemos por ser justos con todo el pueblo negro, no solo con los jugadores y sus familias. Aceptemos que son objeto de segregación laboral, subestimación cultural y vituperio diario... negro que corre es ladrón; blanco que corre es atleta...
¿lo recuerdan? Y reparemos esa tara histórica sin desconocer que ellos también son susceptibles de los mismos vicios en mestizos y blancos, así como capaces de desarrollar iguales o mayores potencialidades, pero nunca han sido negros los grandes atracadores del Ecuador.
Son ahora, a través de su representación en la Tri, los forjadores de una nueva identidad nacional. La correspondencia con la gesta de estos negros requiere empezar -no agotarla allí, solo empezarla- por la inversión social en sus pueblos -Esmeraldas, El Juncal o Lago Agrio- lugares donde ellos han puesto a veces más que el Estado. ¡Cuando la fundación del Tin pidió botellones de agua para los niños de su tierra, solo tres empresas respondieron y otras querían a cambio su imagen en la publicidad! Senader le regatea USD 20.000 para completar un dispensario médico, tras lo cual Palacio anuncia 250.000 para el polvoriento paraje de donde sale el mayor goleador mundialista del Ecuador. ¡Nada de migajas! Simplemente justicia y solidaridad.
Pero la novelería pasará a menos de que los propios negros del Ecuador dejen de identificarse como afroecuatorianos -calificativo apropiado pero eufemístico- y acepten autodenominarse negros. Y enorgullecerse de ello porque lo negro es bello, las ovejas son blancas y la noche siempre clara aun en la peor luna nueva. En lo deportivo, el proceso a seguir está marcado; en lo demás se halla la asignatura pendiente. Esa nos toca a la hinchada, no gritarla, forjarla porque se pudo, se puede y podemos más. Solo así podremos exigir -y merecer- cuartos de final en el próximo mundial.
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