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Forajidos de medio pelo

Ramiro Aguilar Torres

Haciendo Nación

Quito, 16 de abril de 2006

Siempre me opuse a ser llamado "forajido", cuando se mencionaba mi participación, junto a la de miles de quiteños, en la revuelta de abril del año pasado que terminó con la caída del Coronel Gutiérrez.

Este término, acuñado en uno más de los desatinos del ex Presidente y popularizado por un mediocre radiodifusor, convertido por el azar, en el más insolente agitador político de que tuviera noticia la historia de la República, me desagrada profundamente.

Me incomoda porque refleja una revuelta, un tumulto, una turba. No describe a la enhiesta ciudadanía quiteña que, con una dignidad enorme, demostró al país que el poder debe ser usado con honor, honradez y valor. Que cuando el poder cae en manos de un traidor hiere la nobleza del ciudadano y éste debe rescatarlo.

Esta noche de 16 de Abril de 2006, a casi un año del 20 de Abril del año 2005, llenó de impotencia, rabia y fracaso, fui en compañía de la mujer que amo, a contemplar el centro de la ciudad de Quito: vació, sucio, con grupillos de borrachos agolpados en las esquinas. ¡Qué diferencia con aquellas calles llenas de familias demostrando al país la necesidad de lavar la honra nacional!

Ni el amor más absoluto puede borrar del alma el dolor de la humillación, la sensación de haber servido de tonto útil a la banda de incompetentes, saqueadores y oportunistas que, tras las manifestaciones de abril, se apropió del poder.

Dejando en su casa a la mujer con quien terminaré mis días, encerrado en mi biblioteca, no me queda más remedio que reconocer que el 20 de abril de 20005, me faltó coraje para terminar la tarea.

Cuanto duele reconocer que siendo partícipe de un hecho que debió ser apoteósico por las transformaciones políticas que pudo generar, no fui más que un simple gritón.

Me duele más cuando no he combatido al sucesor con la misma fuerza con la que combatí a Gutiérrez. Hoy, la misma bandera que enarbolé orgulloso contra el déspota, cruza el pecho de un impostor, un arribista, un cobarde.

Tengo ahogados en la garganta los gritos no lanzados. Tengo grabadas en mis cansadas retinas las imágenes de las risas de quienes se han fotografiado durante este año relamiéndose en el poder y en el dinero obtenido en su ejercicio.

¿Qué pasó? ¿Por qué no combato a Palacio y sus mesoneros? ¿Acaso hubo un sesgo de racismo o de ridícula arrogancia intelectual en mi opoisición a Gutiérrez? No tengo respuesta o, mejor dicho, no me atrevo a decírmela.

Además, no veo en el panorama electoral nadie que pueda evitar la disolución nacional; y, aunque amo intensamente a una mujer extraordinaria, solamente la soledad purga la cobardía y el fracaso.

Festejen forajidos el aniversario de una revuelta de medio pelo como el gobernante que cayó y el que subió. Mientras los que lo hicimos sobrios, apuramos sin bochorno el cáliz amargo de la claudicación ante los acontecimientos posteriores, incluida la libertad de quienes dispararon al pueblo de Quito desde el Ministerio de Bienestar Social.

Este 20 de abril debe ser un día de luto para los quiteños aunque se cumplan cien años del prodigio de la Virgen Dolorosa. O si quieren, vamos todos de rodillas, para disimular, en misa, la genuflexión de toda una ciudad.

[fuente]
http://www.haciendonacion.com.ec/pc/foro_detalle.php?idpagina=45

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