Quito, 8 de febrero de 2006
La dolarización, impuesta atropellando la razón y la Constitución, no resultó esa pócima mágica con la que se ofreció resolver los graves retos económicos. Larga es la lista de temas pendientes. Y eso justifica la respuesta de "un 77% de la población que sostiene fue perjudicado con el cambio de moneda", según una encuesta a nivel nacional de la encuestadora SP Investigación y Estudios de Santiago Pérez.
La desinflación no fue inmediata. En largos y costosos cinco años, a fines del 2004, arribó el ritmo de crecimiento de los precios a niveles internacionales: 1,95%. El 2005 concluyó con un 4,36%, subiendo... en el pasado enero, la inflación mensual fue de 0.52%, la inflación anual llegó al 4,76%. Estimaciones oficiales anticipan que ésta podría alcanzar el 7% en el 2006. La desaparición de la capacidad de emisión de moneda nacional no acabó con la inflación, como pregonaban los dolarizadores. Las razones de su crecimiento son múltiples, y no explicables por la gestión del ministro de Economía Rafael Correa, como maliciosamente afirman ciertos avivatos. Un factor que incidió en la escalada inflacionaria fue la inyección de liquidez a la economía, por la irresponsable devolución de los fondos de reserva, que continuará este año. Adicionalmente, el país atravesó a fines del 2005 por dificultades climáticas, que afectaron a varios cultivos. La depreciación del dólar ejerció presiones inflacionarias a través del encarecimiento de los bienes importados. También incidió la inestabilidad política producto del desgobierno del coronel Lucio Gutiérrez, especialmente. Pero fue la entrega de los fondos de reserva, mucho más que el gasto fiscal, la que provocó un "tirón de demanda" con un mayor impacto en los bienes no transables.
El esquema dolarizador tampoco garantizó un crecimiento económico sostenido, menos aún una expansión del empleo. Ni siquiera redujo las tasas de interés a niveles acordes con la dolarización. La economía, rodeada de un entorno internacional favorable, en el que destacan los altos precios del petróleo y las remesas de la emigración, no despega y mantiene una enorme volatilidad. Esa incapacidad de respuesta del aparato productivo, que no consigue absorber el aumento de la demanda, que tampoco pudo ser satisfecha totalmente con importaciones, explica el repunte inflacionario. En este contexto lo que si han crecido a niveles nunca antes registrados son el desbalance comercial no petrolero: 4 mil millones de dólares, y el endeudamiento externo privado: 8 mil millones de dólares.
Ahora, Ecuador dolarizado, que vivió un corto espejismo de estabilidad, para enfrentar el rebrote inflacionario, se apresta a entrar en una fase de mayor desaceleración. Si los síntomas son malos, la medicina se pinta peor aún. Se anuncia el recorte del gasto fiscal y/o el incremento de los precios de los servicios y bienes públicos, manteniendo, además, elevadas las tasas de interés. Todo esto conducirá a una mayor disminución de la actividad económica. Cuando lo contrario es lo recomendable: reactivar el aparato productivo, reduciendo las tasas de interés, aprovechando para ello la oportunidad que brinda la actual discusión en el Congreso del proyecto de ley de reforma del sistema bancario.
[fuente]
http://www.lainsignia.org/2006/febrero/ibe_021.htm
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