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Perspectivas políticas hacia el 2006

Julián Quito

Quincenario Tintají #81

Quito, 27 de diciembre de 2005

Cuando la crisis política que desembocó en la sanguinaria dictadura militar argentina, había llegado a ese punto de no retorno, Ricardo Balbín, dirigente de La Unión Cívica Radical, exasperado frente al vacío de poder que se había abierto en la Argentina gobernada por Isabel Martínez que deambulaba de un lado para el otro del país huyendo del agujero negro del gobierno, clamó: Señorita Presidente ¡Siéntese por favor; háganos saber que hay Presidente de la República!

Nuestra situación es distinta: Alfredo Palacio se sienta en la silla presidencial, por aquella ley física de que todo cuerpo ocupa un lugar en el espacio, gesticula, se levanta, arenga, camina con aire entre marcial y pomposo, yergue el cuerpo al pararse y al marchar, pero, sobre todo, al volver a sentarse y agitar las manos, poseído de su rol de Presidente. Nadie le oye, sin embargo, y tampoco le ve, menos aún le hacen caso; y a estas alturas tampoco habla y todo semeja el juego de los maniquíes gesticuladores. La oposición del Congreso obstaculiza a Palacio, a los movimientos sociales, a los ciudadanos y, finalmente no teniendo a quien más paralizar, termina obstruyéndose a sí misma. La oposición ciudadana, encarnada en los "forajidos", de tanto "no salir a las calles" genera la imagen de que no salieron nunca.

Parece que ya no hay silla presidencial donde sentarse para encarnar al poder y al Estado. Tampoco hay curules y la Shyris permanece vacía. No solo un vacío de poder: todo hace pensar que ya no hay poder y casi no hay país.

Las política neoliberal genera en países periféricos y pequeños como el Ecuador una situación peculiar, producto de la confluencia de cuatro fenómenos: mayor miseria, desempleo y crisis social; desarticulación de las clases dominantes que, convertidas en un collar fragmentada de clanes de importadores, banqueros fraudulentos y hombres de paja del imperio pierden todo proyecto nacional; desvertebración del aparato de Estado; y, a la par, incapacidad del poder imperial para gestar un nuevo orden político al interior de cada país. Una situación realmente explosiva. En fases anteriores, esa situación se expresó parcialmente en una democracia que tendía a rebasar el orden institucional y a definir la política en torno a su correlación dinámica. De hecho, a partir del levantamiento indio de los 90, hemos vivido una democracia en parte fundada en la relación de fuerzas y que ha impedido la plena realización del programa neoliberal. Los levantamientos del 2000 y del 2001 fueron los momentos más altos de esa suerte de correlación democrática de fuerzas.

Empero, la presión del capital mundial y de sus elites criollas por imponer a como de lugar el programa de reestructuración neoliberal de la economía mundial, y la desvertebración del Estado como lugar de dirección de la sociedad, provocaron un resultado sui géneris: nunca como antes tan abierta lucha social y tan en el vacío. Lo testimonia la fácil caída de Bucaram y Mahuad seguida por gobiernos endebles y sin rumbo. A partir del 2001, ese proceso comenzó a degradarse rápidamente, en especial durante el Gobierno de Gutiérrez. La gran movilización de Abril de este año no ha alterado el curso de la degradación. En las postrimerías del 2005, ese sui géneris modelo de democracia parece haber llegado a su fin por agotamiento general de los protagonistas. Ni el Gobierno, gobierna; ni la oposición gesta un nuevo gobierno, ni los rebeldes se rebelan. ¿Un escenario prerrevolucionario?

La crisis prerrevolucionaria se expresa por una situación en que los de arriba ya no pueden gobernar como antes y los de abajo aun no encuentran la capacidad revolucionaria suficiente para transformar la sociedad y el poder. Tal es la situación actual de Bolivia.

¿Nos encontramos en una situación semejante? La crisis prerrevolucionaria se expresa en una tensión y movilización general de todas las fuerzas sociales. Aquí, la crisis parece pasmada y las fuerzas sociales sin vida. Un marasmo y un desconcierto generales. Alguien decía que somos bolivianos con vallium. No hay salida por el lado de las clases dominantes que han perdido todo horizonte histórico. Firmar el TLC para arrebujarse en algún pequeño nicho de mercado y arrodillarse ante los EE.UU. es toda su imaginación. El imperio cree que somos un país inviable; Nebot que ya no existe el Ecuador sino solo Guayaquil; y los autorrepresentantes de la sociedad civil -Participación ciudadana, Ruptura 25...- creen que la solución es una reforma política que les permita ganarle al Pocho Harb en elecciones de diputados.

Empero, los primeros meses del próximo año pueden ser decisivos. Ya no hay cortinas de humo para enfrentar los problemas cardinales actuales de la soberanía nacional que contribuya a la unidad de los países andinos y de la Comunidad Sudamericana: El TLC y los contratos petroleros, en particular el de la OXY. ¿Las fuerzas populares -indios, maestros, estudiantes, trabajadores- estarán a la altura de la situación?

¡Feliz Año Nuevo!

[fuente]
http://www.tintaji.org/

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