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Indígenas: en defensa del sosiego

Carmen Moreno

BolPress

29 de noviembre de 2005

Pese a la amenaza de la denominada civilización, los madereros y petroleros, los buscadores de oro y los misioneros, en la Amazonía y el Gran Chaco conviven pueblos indígenas ocultos que se alimentan sólo de lo que cazan y recolectan en los bosques tropicales.

Por decisión propia, estos grupos humanos habitan 34 zonas intrincadas de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Paraguay y Perú, aislados totalmente del resto de la sociedad, la tecnología y el desarrollo.

Sin embargo, y lejos de toda lógica, esos parajes heredados de sus ancestros han dejado de ser el paraíso donde encontrarse con el sosiego, la armonía y la lealtad.

Así lo sienten los tagaeri taromenane en la zona del Yasuní, en la Amazonía ecuatoriana, donde aún esperan por el esclarecimiento del asesinato (en 2003) de 15 de los menos de 300 que aún sobreviven.

En Paraguay, el último pueblo indígena aislado (Ayoreo totobiegosode) continúa amenazado por explotadores de caucho, madera, petróleo y oro, y por grupos religiosos.

Este año, el Congreso rechazó un proyecto de ley destinado a proteger el corazón del territorio de esa etnia, un área de casi tres millones de hectáreas -en la frontera con Bolivia- hoy en manos de dos compañías privadas brasileñas y una paraguaya.

La iniciativa proponía al Estado la compra de esa zona para devolverla a los nativos que aún optan por vivir aislados.

"Este es un día terrible para los Ayoreo, que han perdido la oportunidad de conseguir algo de protección", lamentó el 7 de abril Stephen Corry, director de Survival, una organización no gubernamental dedicada a la protección de grupos indígenas.

"También es un día terrible para Paraguay, que ha fracasado en un test crucial de comportamiento civilizado con la parte más vulnerable de su población", añadió al conocer la decisión de los congresistas.

En los últimos tiempos, los Ayoreo que coexisten de forma nómada en el denso bosque de la parte occidental de Paraguay insisten en la necesidad urgente de agua.

Casi todas las reservas del líquido han sido invadidas por colonos y por su ganado.

Más reciente, el pasado día 8 de noviembre, la asesora de Asuntos Etnicos de la Fiscalía paraguaya, Lida Acuna, reconoció que los indígenas de Puerto Colón, en el Departamento de Presidente Hayes, son víctimas de genocidio.

La abogada denunció que la comunidad Enxet recibe amenazas de muerte y tiene prohibido cazar en su hábitat, acciones que "bien podrían insertarse en el artículo 319 del código penal que habla de delito de genocidio".

Además de los Ayoreo y los tagaeri, quedan aisladas los korubo (en Brasil), mashco-piros, ashaninkas y yaminahuas (Perú), y otros de Bolivia y Colombia, que en total no sobrepasan los cinco mil.

Para Roberto Stavenhagen, relator especial de Naciones Unidas sobre Derechos Humanos y Libertades Fundamentales de los Indígenas, los nativos sudamericanos que no desean tener contacto con la civilización enfrentan un exterminio cultural.

Aunque la retórica gubernamental y las leyes garantizan la existencia de esos pueblos, su ruta hacia la extinción parece estar ya trazada, advirtió.

Así lo destaca también el presidente del estatal Instituto Paraguayo del Indígena, Oscar Centurión: "la responsabilidad del gobierno es protegerlos de toda perturbación externa, que son muchas".

En los últimos días, los pueblos originarios del Cauca, en Colombia, ratificaron su voluntad de diálogo y resistencia pacífica para que el Estado responda y atienda los compromisos adquiridos hace más de 20 años.

Las autoridades indígenas acusan al gobierno de Alvaro Uribe de un asesinato, más de 50 heridos de gravedad y varios detenidos, como resultado de los tantos intentos de desalojo violento en el último mes.

Denunciaron que los militares están usando gases lacrimógenos, armas de fuego, explosivos, garrotes con clavos y municiones no convencionales.

Otros tantos reclamos se escucharon en la III Cumbre de los Pueblos, en Mar del Plata, Argentina, donde más de 12 mil organizaciones sociales expresaron su propia visión de desarrollo.

Para defender a los más de 50 millones de nativos que viven en Latinoamérica se incluyeron sus pedidos en las conclusiones del foro: una reivindicación sobre el derecho a sus tierras y la autodeterminación de sus pueblos.

Según la Comisión Económica Para América Latina y el Caribe (CEPAL), entre los principales factores que inciden en la situación de pobreza por la que atraviesan, se encuentra "la pérdida progresiva de tierras y la quiebra de las economías comunitarias".

La tala indiscriminada de bosques, la extracción de petróleo y la construcción de embalses y represas han tenido consecuencias demoledoras para muchas comunidades nativas.

Sobre todas esas penas se intercambió en la primera semana de noviembre en la III Cumbre de los Pueblos. Bajo la lluvia y un viento helado se reclamó el respeto a sus formas y estilos de vida.

Una vez más, mayas, aztecas, navajos, incas, kollas, huarpes, ranqueles, tehuelches, mapuches, tobas, pilagás, makás, calchaquíes, diaguitas, ainy, esquimal, otomí, olmeca, wayuu, aymara, kariri xoco, mbya, charrúa y wichí unieron sus voces para defender su identidad.

Y, al menos en esta ocasión, los presidentes de una buena parte de los países de la región recibieron el mensaje.

El líder venezolano, Hugo Chávez, lo transmitió en la Cumbre de las Américas, que sesionó casi simultáneamente.

[fuente]
http://www.bolpress.com/sociedad.php?Cod=2005004683

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