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La fuerza de los ponchos

Quincenario Tintají, #80

Quito, 23 de noviembre de 2005

Editorial

El retorno de más de 5.000 indígenas a Quito para exigir la suspensión de las negociaciones sobre el TLC entre Ecuador y Estados Unidos y la caducidad del contrato con la empresa petrolera Occidental, vuelve a posicionar al movimiento social más importante del país y despeja las dudas sobre su capacidad de organización y movilización.

También pone de manifiesto la ascendencia que tiene el presidente de la CONAIE, Luis Macas, y el respeto que inspira dentro y fuera del movimiento indígena. Su personalidad y su trabajo silencioso junto a las organizaciones de base, su vinculación con las regionales de la Confederación, su caminar por las comunidades, su postura política diáfana, su compromiso con la historia de las luchas indígenas y sociales del país, su humildad para presentarse ante la gente, su firmeza y tranquilidad ante los medios de comunicación, su ponderación para analizar los tiempos del movimiento y los momentos de una posible movilización, sin necesidad de sobredimensionar la capacidad de protesta, le dan la dimensión de uno de los líderes que no se colocan a dedo, no se deslumbra con el poder, que no se deja hipnotizar por los micrófonos, pone en su lugar a quienes solamente se dejan llevar por una ambición electoral o institucional, promueve alianzas amplias con los diferentes movimientos sociales y no se engaña por las promesas de un gobierno.

El trabajo de estos diez meses al frente de la CONAIE, ha sido callado pero arduo, y ciertamente muchas veces incomprendido. Ha tenido momentos de un intenso debate interno pero unitario. Ha puesto de manifiesto ciertas diferencias en la concepción táctica, en la mirada inmediata de cómo se debe plantear la lucha política y social dentro del movimiento, pero ha fortalecido el camino estratégico, el camino conjunto de mediano y largo plazo. Pero ese trabajo se nutrió de un trabajo previo realizado a nivel interno por la Ecuarrunari, realizado por las comunidades de Sarayaku, realizado por cientos de comunidades que supieron autofortalecerse frente a la crisis.

La conciencia sobre lo perjudicial que va a resultar el TLC para los campesinos e indígenas y para las pequeñas economías rurales hicieron que las comunidades se movilizaran por encima de reclamos locales como hubiesen aspirado algunos dirigentes que no logran ver la realidad más allá de su nariz. Pero la movilización tuvo además un efecto fundamental: volvió a posicionar la necesidad de la unidad del campo y la ciudad para que las luchas sociales sean efectivas. La fuerza de los ponchos estuvo acompañada por la solidaridad urbana, un encuentro que debería marcar el camino a transitar de aquí en adelante.

[fuente]
http://www.tintaji.org/

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