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A pastorear las petroleras

Alberto Acosta

La Insignia

Quito, 23 de noviembre de 2005

Revestidas de sensibilidad las petroleras -a través de una costosa campaña publicitaria- copan importantes espacios en los medios de comunicación. Dicen que son las que más tributan. Se presentan preocupadas por las demandas sociales. Y no falta alguna que enseña paisajes idílicos por donde pasan sus actividades... Tanta maravilla mediática resulta un engaño, si a los intereses del país nos atenemos.

El que sean las que más impuestos pagan, no significa que tributan lo que les corresponde. Además, hay empresas que, año tras año, presentan pérdidas y no tributan nada. Pero eso no es todo. Las petroleras, en vista de la ausencia del Estado, provocada particularmente por la falta de recursos financieros que engullen las mismas compañías, han asumido tareas que no les corresponden, por ejemplo entregar servicios públicos. Y sus logros ambientales son elementos publicitarios que no se ajustan a la realidad.

En este contexto, cuando las petroleras obtienen desmedidas ganancias gracias a los altos precios del crudo, el reclamo por una renegociación de los contratos cobra fuerza. Estos fueron adjudicados o renegociados con precios estimados entre 11 y 15 dólares. Esto quiere decir que con precios superiores a los 40 o 50 dólares, las empresas hacen un gran negocio en desmedro del equilibrio contractual, en este caso en perjuicio del Estado. Esta realidad se refleja en los rendimientos de las inversiones (tasa interna de retorno), que -según el economista petrolero Wilson Pastor- en el caso de la Oxy (Occidental), considerando el 25% del impuesto a la renta, fluctuarían entre 150% y 190%, cuando a la fecha de la renegociación dicho rendimiento era del 22%. A partir de la lectura de este ejemplo de desmesurado rendimiento, que se repite en los otros contratos, la renegociación está justificada.

Pastor recomienda algunos criterios para dicha tarea: (1) considerar la duración de las reservas a partir de las tasas de extracción acordadas, que en la mayoría de los casos tienen relaciones muy bajas, por lo tanto no son convenientes para el país; (2) no prorrogar los contratos, sobre todo los que están por terminar; (3) tomar en cuenta las relaciones comunitarias y medioambientales; (4) asegurar una rentabilidad razonable para las partes en función de las variaciones de producción, precios y costos; (5) no negociar caso por caso. Para completar este proceso de pastoreo de las petroleras, con el fin de reconducirlas al redil de una relación contractual equilibrada, Pastor plantea la imposición de un impuesto del 70% a las utilidades extraordinarias, generadas sobre un precio de barril de petróleo superior a los 25 dólares, que equivalen a los 11 o 15 dólares con que se establecieron los términos contractuales vigentes.

Si el Estado es el dueño del recurso natural, desde David Ricardo, a principios del siglo XIX, se conoce que éste tiene el derecho para cobrar una regalía, al margen de los impuestos que corresponden. Y de eso se trata, de establecer una contraprestación que entrega la petrolera por la extracción del recurso. Opción a la que no tiene derecho alguno la Oxy, por haber violado las normas contractuales y las leyes ecuatorianas; empresa que debe esperar únicamente la caducidad de su contrato.

[fuente]
http://www.lainsignia.org/2005/noviembre/ibe_087.htm

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