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¡Cuánto cinismo y desfachatez!

Alberto Acosta

La Insignia

Quito, 16 de noviembre de 2005

Pánico ha causado la sola posibilidad de que la Asamblea Nacional Constituyente pueda revisar la situación legal de la dolarización. Los economistas OCP (ortodoxos, conservadores y prudentes) han desenvainado sus cimitarras para arremeter contra sus detractores, incluso contra quienes creen que la democracia es el camino. De paso endilgan más de una torpeza a quienes no comulgan con su credo, como creer que el sólo cambio de leyes o de Constitución pueda resolver los problemas, o como pretender que la salida de la dolarización se logrará sólo por decreto, atropelladamente (como se la impuso). Desprecian el derecho que tiene el pueblo de decidir qué es lo que más le conviene. Y les vale madre que la dolarización viole la actual Constitución en su artículo 264, que establece que la unidad monetaria es el sucre, en tanto moneda nacional con poder liberatorio ilimitado, y en su artículo 261, que establece que el Banco Central es el ente encargado de las políticas monetaria, financiera, crediticia y cambiaria.

En su desesperación, no se les ha ocurrido otra desfachatez que comparar a la dolarización con una muralla que protege a la economía de los embates de la política. Algún economista, un pichón de OCP, llegó incluso a ver en la dolarización una barrera que defiende al país como si fuera un dique protector de huracanes. Sin entrar en el terreno del terrorismo económico, en donde tanto disfrutan los OCP, veamos los destrozos provocados por la política OCP y por la dolarización, que están a la vista. El desempleo no ha bajado, ha subido. La pobreza se mantiene en niveles intolerables. La inequidad es cada vez mayor: el 20% más pobre, en 2004, en las ciudades, recibía apenas un 1,73% del ingreso, mientras que el 20% más acomodado engulle el 62,32% (en 1995 las cifras eran de 4,13% versus el 54,93%). Teniendo todo un escenario externo positivo la economía no despega: mientras el PIB creció en 6,9%, gracias al petróleo y al sudor de los compatriotas en el exterior, la industria, el comercio y el agro, que generan al menos la mitad de los puestos de trabajo, se expandieron sólo en 1,9%.

Podríamos extender la comparación catastrófica a lo sucedido en otras economías con tipo de cambio fijo. La experiencia argentina, en donde la convertibilidad apenas postergó la llegada del huracán de grado 5, es una muestra más que conveniente a estas alturas de una dolarización tambaleante. Sin ir tan lejos, el tipo de cambio congelado en los años setenta, durante la bonanza petrolera en Ecuador, concluyó en severos y costosos ajustes, que serán un pálido reflejo de lo que se avizora con la llegada del TLC en una economía dolarizada. Y que no vengan ahora a tratar de engañar diciendo que se avizora un ajuste fiscal mayúsculo por no haber hecho las reformas estructurales que ellos -siempre ellos y sólo ellos- recomiendan o porque se desmontó ese fondo antitécnico y antiético llamado FEIREP o porque se intentó cambiar de rumbo en la economía... algo indispensable ante el fracaso de las políticas del Consenso de Washington.

El cinismo de la mayoría de los OCP es digno de un circo de tres pistas, que se abre, teniendo al frente del desfile, cual cachiporra, al inefable "economista de cabecera del dictócrata".

[fuente]
http://www.lainsignia.org/2005/noviembre/ibe_062.htm

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