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Encuentro con la Libertad

Francisco Febres Cordero

Diario El Universo, edición digital

Guayaquil, 26 de junio de 2005

¿Dónde, en qué lugar está la libertad?

Yo la encontré en este oficio que escogí por azar, un día ya lejano.

Aquí me sentí libre. Y me quedé.

Libre para decir.
Libre para gritar.
Libre para reír.
Libre para soñar.

Libre para reclamar, para exigir sin compromisos y sin ataduras.

Es este espacio el de mi libertad: este pequeño reducto al que voy llenando de vocablos, a veces con prisa, a veces con rabia, siempre con una pasión apasionada, galopante, corcoveante, indómita.

Mi libertad está en este lugar pequeño, pero construido larga, duramente a través del oficio.

Está aquí mi libertad: en estas líneas fabricadas con palabras, en estas palabras pegadas con la argamasa de la esperanza. Y del amor.

Y por eso, sabiendo exactamente el sitio donde está mi libertad, sé que podré ejercerla desde cualquier lugar en que me encuentre: sentado como estoy ahora al pie de mi ventana; caminando solo por las calles de la ciudad, como suelo hacerlo cotidianamente; revolviéndome en mi lecho de insomne durante los largos, apremiantes duermevelas; acariciando los atardeceres desde mi tranquilo nido de ternezas.

He construido mi libertad a pulso.

Y ahora sé que, siendo tan mía, nadie puede despojarme de ella.

No importa dónde yo esté: importa que yo sepa dónde está ella.

Y ella está esperándome en el reducido espacio de una hoja en blanco: allí la busco.

Allí la encuentro.
Y en ella, digo.
Y en ella grito.
Y en ella me revuelvo, me indigno.
Y en ella también río.

Lo demás es lo de menos: que alguien venga y pretenda sellar mi boca, cuando en mi boca no está mi libertad. Ni en mis dedos que pulsan estas teclas está mi libertad.

Ni en demandas, ni en juicios, ni en amenazas de cárcel.

Mi libertad me espera en otra parte. Y ella lo sabe.

Por eso, es inútil que alguien diga: ¡Cállenlo! ¡Siléncienlo!

¡Tráiganlo para que confiese! ¡Aprénsenlo!

Mi libertad sigue incólumne, intocada, altiva.

A la hoja en blanco llego siempre puntual, el instante convenido.

Allá llego para decir. Para seguir diciendo.

Sin otra arma que mi lápiz.

Sin más escudo que mi palabra.

Y así, la libertad y yo seguimos andando juntos por el camino que escogimos, aunque otros apostrofen desde afuera: ¡Cállenlo!

Y se revuelvan por supuestas ofensas dentro de su propia cárcel donde pagan sus muchas culpas cometidas. Están en una cárcel de lujos y oropeles, mármoles y casinos, pero yacen aherrojados a su pasado de vergüenza.

En su cobardía, son también prófugos de la honra, prófugos de la verdad, prófugos de la libertad.

De esa libertad que a ellos les es esquiva, porque la mancillaron con sus trapacerías, con sus engañifas, con sus ruines triquiñuelas y sus robos.

Ellos seguirán presos, aunque se paseen orondos por el ancho territorio de su riqueza mal habida.

Y yo seguiré libre, en la digna, altiva sencillez de esta página en blanco.

[fuente]
http://www.eluniverso.com

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