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Bolivia y Ecuador

César Montúfar

Diario El Comercio, edición digital

Quito, 8 de junio de 2005

Nuestros países se parecen tanto, por lo hermoso y por lo trágico. Hoy Bolivia sufre el asedio de fuerzas centrípetas que ponen en riesgo su propia unidad. El Estado y el liderazgo nacional bolivianos se muestran incapaces de mediar ante una polarización no solo regional sino también étnica y política. Visiones diametralmente opuestas sobre el presente y el futuro no solo han generado un ciclo perverso de inestabilidad, la renuncia de dos presidentes al hilo, sino que plantean la evidente inviabilidad de un esquema unitario. Bolivia vive su encrucijada entre la propuesta autonómica de una región y la consigna de refundación nacional que el movimiento cocalero cifra en una Asamblea Constituyente.

En el medio, hay mucho y mucha Bolivia, pero la polarización poco a poco ha dejado sin aire a la posibilidad de un escenario conciliatorio nacional. Lo claro es que la superación de esta crisis pasará por una transformación radical de la Bolivia del presente. Los grupos gobernantes actuales se quedaron sin gas, literalmente hablando, para darle rumbo, estabilidad y cohesión a la sociedad boliviana y han aparecido nuevos actores regionales y étnicos que reclaman el protagonismo de ser los constructores de un presente que aún no encuentra un sendero previsible en que todos tengan un espacio y se puedan resolver los problemas más acuciantes del país: la pobreza extrema, las demandas del movimiento indígena, las expectativas de desarrollo de los sectores más prósperos.

El Ecuador comparte casi idénticamente esos problemas y no está del todo lejano de los escenarios que hoy transita Bolivia. Acá también, profundas fracturas regionales, étnicas y socio económicas hacen difícil imaginar que las cosas pueden continuar como están por un tiempo indefinido. La última década de inestabilidad, el aparecimiento de nuevos actores y la profundización de las hondas fracturas históricas que nos parten hacen prever que el Ecuador no superará el escenario actual de crisis si es que no se da salida a esos desafíos. En las actuales circunstancias, el Estado nacional se debilita en un proceso irreversible; sectores de interés y grupos de presión fragmentan las instituciones en todas partes e impiden que éstas puedan proponer referentes compartidos al conjunto de la sociedad. Al igual que en Bolivia, en el Ecuador no existe el liderazgo nacional con la visión de superar la fragmentación; con la voluntad de forjar alguna noción de bien colectivo. Al igual que en Bolivia, lo nacional se ahoga en el Ecuador desbordado por proyectos que caminan por sendas diferentes. Lo regional, lo étnico, lo social no calzan en la dinámica de un Estado y liderazgo nacional anacrónicos.

Sin exagerar Ecuador y Bolivia son estados que corren el peligro de colapsar. Existe una razón clara para que ello haya llegado tan lejos, al punto de que la que la viabilidad inmediata de ambos países andinos está en riesgo: Bolivia y el Ecuador son sociedades marcadas por una iniquidad insultante en todos los campos, en lo regional, en lo étnico y en lo social. Por ello, nuestra fortaleza y unidad radicará en que construyamos sociedades equitativas en todos los sentidos. Mientras no se vislumbre un camino compartido entre las fuerzas en disputa, mientras no se produzca el encuentro, en condiciones de equidad, entre los diferentes que hoy reclaman proyectos distintos, mientras no surja un liderazgo político que lo comprenda será imposible contener las fuerzas que anuncian senderos irreconciliables. Lo que nos pasa ahora debemos verlo como el fracaso de sociedades excluyentes que deben cambiar si desean seguir siendo.

[fuente]
http://www.elcomercio.com/noticias.asp?noid=131252

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