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La intifada quiteña

Julián Quito

Quincenario Tintají, nº 66

Quito, 30 de abril de 2005

Las rebeliones -llámense revolución, sublevación, levantamiento, insurrección, alzamiento, revuelta- son, en última instancia, obra de los cuerpos. Una lúdica de los movimientos, los gestos, las voces.

La Intifada quiteña estuvo llena de diversos timbres: ruidos de metales de las cacerolas, el viento de los globos, los golpes de las tablas, los pitos en los labios y los pitos de los carros. Estrépito, disonancia, barahúnda: los ruidos buscaban la mayor estridencia posible.

Poética de los significantes no de los significados -no muy singulares, por lo demás, salvo el de "Todos somos forajidos", la sublevación quiteña no tuvo mayor expresión gráfica o visual: por eso su canal de expresión fue y es Radio La Luna y no los carteles u hojas volantes menos aún los mal llamados medios de comunicación audiovisuales y visuales. La del Mayo francés del 68 fue, en cambio, una rebelión visual y literaria: la prodigiosa imaginación contenida en los grafitis.

Los gritos -más que creaciones originales, variaciones de antiguos gritos de las movilizaciones populares- importaron en tanto expresión del fragor de los cuerpos, cuya coreografía fue lo predominante: saltos interminables sobre el propio terreno a la manera del diapasón incesante del corazón que no se detiene nunca, la marcha, a veces al trote para significar la intensidad creciente de la vida-protesta, los gestos del repliegue y los del nuevo avance, las contorsiones de los músculos, las expresiones de los rostros en especial en los momentos del enfrentamiento y la represión.

La conciencia política que dirigió la rebelión fue limitada, tal como lo mostró el famoso parto de los montes de la Marcha de Quito cuando el Alcalde desmovilizó una gigantesca marcha y la convirtió en grupo de presión para cambiar la Corte Suprema. Pero, en la tradición política del país, cambiar una Corte ha sido asunto de las componendas y pactos del Parlamento, expresión de las disputas interoligárquicas, y no el producto de una gran movilización social. En las semanas y meses subsiguientes asistimos a una paradoja comitrágica: en el subconsciente social la potente energía social represada, inflamada además por el retorno de Bucaram, y en la superficie política, el streptease del Parlamento obligado a dirimir en público su pequeño chanchullo.

Por eso, el llamado del Consejo Provincial a una nueva presión para volver a movilizar esa poderosa energía social con el mismo minúsculo objetivo del cambio de la Corte, no tuvo eco. Los anuncios del Alcalde de que suspendería el paro si se llegaba a un "acuerdo" con el gobierno fue un nuevo error: el paro del 13 de Abril fue un enorme fracaso.

Fue entonces que Radio La Luna propició el cauce para que estalle la rebelión refrenada. Lo que los "expertos" denominan comunicación en tiempo real, y de la que la Radio es el medio ideal, "caliente" por excelencia, no fue más que la intuición genial de Paco Velasco y su equipo para poner en sintonía los cuerpos, entrelazar los nervios, acompasar los ruidos, destapar el ritmo de la sangre en la secuencia concentración, cacerolazos y marcha, fases de condensación y despliegue de la energía social-corporal.

El limitado objetivo impuesto por la Asamblea de Quito a la tensión social de cerca de 4 meses, funcionó así como esos encañonados de los ríos que preceden a las grandes cataratas. Con una aceleración impresionante, el movimiento fue ganando en caudal y turbulencia y en profundidad políticas: consignas cada vez más radicales: el derrocamiento de Gutiérrez, el rechazo a la llamada "clase política" -¡Qué se vayan todos!-, la renovación global del sistema político. Si en el inicio, la Asamblea de Quito clamaba por la defensa y consolidación de las instituciones, al final, era el sistema político en su conjunto el que había sido severamente cuestionado.

Asustados los partidos e intelectuales del poder intentan reducir los sentidos de la Intifada a una suerte de rebelión dentro del orden. Fue una movilización, dicen, ordenada, cívica, pacífica, realizada, además, en la noche para no interferir con la lógica productivista del sistema. Analicemos sus verdaderos alcances.

Deseo, rebelión y vida cotidiana

Las clases medias y altas que conformaron el grueso de la rebelión fueron rebasadas por sus propios cuerpos que fueron más allá, mucho más allá, de su conciencia política. En un momento dado, toda rebelión alcanza su plenitud y deja de ser la expresión de su base social y conciencia política para devenir en fuerza pura generadora de un nuevo sentido político. La Intifada quiteña alcanzó esa plenitud, que la puso en contacto con el cuerpo y la memoria de la ciudad. La rebelión de abril del 2005 concentró y magnificó en su dinámica, la coreografía, la gestualidad, los cánticos, el griterío que decenas y cientos de marchas y rebeliones de los sectores populares: las huelgas del FUT y los Paros del Pueblo, las movilizaciones estudiantiles, el derrocamiento de Bucaram y, en menor medida, el de Mahuad: la toma de la 10 de Agosto y los sitios neurálgicos del sistema circulatorio de la ciudad, el avance sobre el Palacio, la dispersión -concentración, la quema de llantas, la movilización en los barrios. Guayaquil, en cambio, sin una tradición de movilizaciones combativas de trabajadores y sectores populares sino de marchas cívicas conducidas por la oligarquía, no tuvo capacidad alguna para capitalizar la oposición a Gutiérrez.

El punto de inflexión -esto es, aquel en que la conciencia política y el origen social fue sobrepasado por la forma pura de la rebelión- se expresó claramente en el emblema de la marcha: "Todos somos forajidos". Para las capas medias y altas, la palabra forajido expresa su visión despectiva -la del orden y la pequeña felicidad privada- de las rebeliones populares: los indios, los pobres... esos forajidos. Asumir dicho nombre fue una rebelión contra sí mismas, abrirse al mundo de la rebelión social. Friedrich Durremat escribió una bella obra de teatro "Los plebeyos prueban la rebelión". La Intifada de Quito fue una variante: "las capas medias prueban la rebelión". Y a quienes prueban la rebelión les gusta y ya no quieren dejarla.

Por otra parte, la protesta nocturna conllevaba el desplazamiento del eje de la rebelión del mundo del trabajo al de la vida cotidiana: la noche es hogar pero también fiesta. De allí, la presencia de la familia como uno de los núcleos cardinales de la movilización, organizada en torno a la madre no al padre. Fue impresionante, en efecto, la participación de las mujeres.

La huelga o el paro representan la rebelión en el terreno del trabajo "público" y tienden a ser preferentemente masculinos aun cuando la presencia de mujeres que trabajan es cada vez mayor. Empero, la mujer aun si trabaja, en especial la de las capas medias, afirma su identidad en el mundo de la vida familiar...

La noche, una vez concluidas las fatigas del día, sea en el trabajo público "masculinizado" o en el doméstico femenino, es el mundo de un deseo reglamentado por la lógica de la eficacia instrumental. La noche es el escenario de la reposición de la energía o el de su descarga pulsional controlada.

La sublevación liberó esa energía regulada y la transformó en fuerza política, emancipó a los cuerpos privados y los transformó en políticos, convirtió a la fiesta privada en ceremonia pública nada menos que para derrocar a un presidente y reconquistar el poder constituyente. La huelga emancipa el trabajo y así, indirectamente, libera al deseo. En la noche quiteña, el deseo y los cuerpos se emanciparon directamente.

¡Que se vayan todos!: Poder Constituyente

La Intifada quiteña fue una revocatoria del mandato, total de Gutiérrez y parcial del Congreso y de los partidos. La rebelión de los representados. En los anteriores derrocamientos, los de Bucaram y Mahuad, la intervención del Congreso fue el mecanismo del poder constituido para mantener el proceso en su interior. Esta vez, sin embargo, la Intifada estuvo tentada de barrer con el Congreso y los partidos políticos. Y si no lo hizo, los dejó seriamente resquebrajados, en soletas.

La rebelión de los representados llevada hasta las últimas consecuencias, conlleva el desmoronamiento del poder constituido y el retorno de la soberanía y el poder directos al pueblo. El levantamiento de abril no llegó a tal nivel pero tampoco fue bloqueada en un momento en que las cosas pueden volver a ser como antes. Está allí tensa, vigilante, al acecho.

Por una democracia directa y comunitaria

La derecha y el imperio están frenéticos por el curso de los acontecimientos. Han montado una ofensiva múltiple que va desde el uso mezquino del regionalismo contra Quito hasta la presión imperial y las amenazas de sublevaciones regionales. La presión tiene el objetivo de imponer al gobierno de Alfredo Palacio, la celebración de elecciones anticipadas, cuyo objetivo no sería otro que renovar el viejo sistema político y contener el desarrollo del poder constituyente surgido de la Intifada de abril.

La tesis dimanada de la rebelión de abril postula la renovación política total que pase por una consulta popular, que derogue el actual sistema electoral y promulgue un nuevo estatuto electoral, que exprese las nuevas relaciones políticas creadas por la vida y que no son otras que las de una democracia comunitaria y directa en que el poder se cree de abajo arriba, desde los barrios, las comunidades, los colectivos sociales hasta una estructura parlamentaria general que gobierne directamente, sin la mediación del llamado Ejecutivo. Una vez aprobada plebiscitariamente la reforma política debería transformarse todo el andamiaje del sistema político a través de una Asamblea Constituyente con plenos poderes.

El Gobierno de Palacio tenderá a moverse en el vaivén de la correlación de fuerzas. Ya lo ha hecho: en los inicios de su mandato nombró dos ministros progresistas y puso en cuestión la Base de Manta y las negociaciones del TLC. La presión imperial lo ha hecho retroceder. Empero, se ha visto obligado a admitir la necesidad de una profunda reforma política, la Consulta popular y la Asamblea Constituyente.

En adelante, todo dependerá del juego de fuerzas. O los forajidos profundizan la democracia directa o el poder imperial confisca otra vez la energía de los cuerpos.

[fuente]
http://www.tintaji.org/modules.php?name=News&file=article&sid=1012

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