Guayaquil, 10 de abril de 2005
En Sucumbíos, los campesinos de la frontera llevan cuatro años esperando una respuesta legal a sus reclamos: el glifosato, herbicida que se utiliza para fumigar los campos de coca en Colombia, afecta a su salud y cultivos, aseguran. Dicen que varios niños murieron por esta causa y que viven en constante temor.
El glifosato, herbicida con el que los gobiernos de Estados Unidos y Colombia intentan exterminar los sembríos de coca en la frontera con Ecuador, deja graves secuelas en los habitantes de Sucumbíos.
Desde el 2000, con la implementación del Plan Colombia, avionetas escoltadas de helicópteros han rociado agresivamente los sembríos ilegales, acción que ha hecho que los campesinos pierdan sus cultivos agrícolas, sufran el deterioro de su salud y que, incluso, vean morir a sus hijos, a los que aseguran les han afectado las fumigaciones.
En las comunidades de la frontera norte, en Sucumbíos, hay padres convencidos de que las fumigaciones del Plan Colombia mataron a sus niños. Uno de ellos es Segundo Andrade, quien perdió a su hijo mayor, de 9 años, en el 2003. Él es un campesino de Aguas Negras, una zona cerca del río San Miguel, la frontera natural entre Ecuador y Colombia.
Sosteniendo como prueba las fotos de un menor sonriente junto a las del mismo pequeño pálido y con el rostro desfigurado, Andrade asegura que su hijo Giovanni era un niño perfectamente saludable, "hasta que fumigaron".
Giovanni creció en una casa de madera rodeada de caña de azúcar, construida junto a un estero donde se bañaba con sus tres hermanos. Quizá fue en el agua, piensa Andrade, donde entró en contacto con el glifosato, el herbicida que se usa para erradicar los cultivos de coca, y por eso su piel se cubrió con "unos granitos que nunca se secaban".
Andrade llevó al niño al hospital en Quito, donde después de varios exámenes le diagnosticaron "un tumor, un cáncer al cerebro, y me dijeron que por mi hijo no había nada más que hacer".
Giovanni murió tres meses después. Y aunque los médicos no indicaron con certeza la causa de la enfermedad, el padre no tiene dudas. "Es por la fumigación. Es por esa maldita coca que existe en Colombia, por eso tienen al Ecuador contaminado, y esto nos está matando", dice triste.
Los gobiernos de Estados Unidos y Colombia, unidos en una guerra contra el lucrativo cultivo de la coca, producto que alimenta el conflicto armando colombiano, usan como principal arma de erradicación al RoundUp Ultra, cuyo ingrediente activo es el glifosato, un potente herbicida que se utiliza en agricultura para eliminar maleza.
Desde el 2000, con la implementación del Plan Colombia, avionetas escoltadas de helicópteros han rociado agresivamente los sembríos ilegales.
El 2004 fue "el tercer año consecutivo récord para la erradicación", pues fumigaron la totalidad de cultivos de coca en Colombia (130 mil hectáreas), muchos de los cuales se encuentran en el departamento del Putumayo, que colinda con Sucumbíos, informó la Oficina Nacional de Política para el Control de Drogas de EE.UU.
El programa de fumigación lo autorizó el Congreso estadounidense. El entonces secretario de Estado, Colin Powell, certificó que el glifosato no causa "riesgos no razonables de efectos adversos en los seres humanos o en el ambiente", causando controversia entre ecologistas opuestos a su uso.
El gobierno colombiano tiene estudios que indican que el glifosato es un producto seguro y no cancerígeno; la Embajada de Estados Unidos afirma que no hay indicios de daños por el herbicida; y el Ministerio de Relaciones Exteriores sostiene que el glifosato "es un fantasma creado" y que "no ha llegado ni una gota al Ecuador".
Pero en Sucumbíos, los campesinos cuentan otra historia.
En esta zona de voluptuosa fertilidad, los pobladores siempre han vivido del cultivo de la tierra; han bebido agua de lluvia o del río; se han curado con hierbas y han comido frutos silvestres.
Hoy, dicen indignados, les han envenenado el futuro.
"Todos hemos visto las avionetas", responden en coro los pobladores de Santa Marianita, reunidos en la casa comunal. Este asentamiento de 40 familias queda a 30 minutos de la capital, Nueva Loja, y a unos 2 km del río San Miguel.
"Uno a lo lejos ve como un humito (el herbicida), y en la tarde empieza una picazón en todo el cuerpo, dolor de cabeza, de cuerpo, vómito", dice Nora Yela, de 34 años, mostrando una foto de su hija de 9 años con el rostro hinchado, quien según ella perdió temporalmente la vista a causa del glifosato.
Laura Veloz, de 27, asegura que las fumigaciones le provocaron un aborto. Sergio Casanova, de 65, se saca la camisa, muestra las llagas en su piel y sentencia: "Esto es culpa de la guerra, es culpa del veneno del Plan Colombia".
Dicen que por el efecto del RoundUp Ultra cosechan menos, que las frutas se "queman" y se secan, que los animales se les mueren.
"Y eso no va a pasar sin razón de la noche a la mañana", añade José Ordóñez, presidente de esta comunidad.
Los campesinos afirman que hasta el 2003, las avionetas cruzaron a fumigar en Ecuador, y desde entonces no lo han hecho.
Sin embargo, cuando fumigan del lado colombiano, en la ribera del río San Miguel, como lo hicieron en diciembre pasado, el viento trae el herbicida a sus terrenos y contamina el agua, dicen ellos.
Daniel Alarcón, presidente de Forccofe (Federación de organizaciones campesinas del cordón fronterizo del Ecuador) asevera que las fumigaciones han dejado 12 muertos, entre ellos 8 niños.
Hace cuatro años comenzaron las protestas. Hace dos, el Gobierno ordenó que se forme una Comisión Científico Técnica para que investigue la veracidad de estas denuncias. El Ing. Santiago Salazar, coordinador de la Comisión admite que no se le ha asignado presupuesto para hacer estudios.
[fuente]
http://www.eluniverso.com/core/eluniverso.asp?fecha=04/11/2005&page=noticia&id=986
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