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Ecuador, la realidad de lo invisible

René Báez

Agencia Latinoamericana de Información (ALAI)

Quito, 24 de marzo de 2005

Al saludar la "toma" del Congreso, Gutiérrez-dictador anticipó una reforma política, a discernirse en una consulta popular, diseñada para que la ciudadanía legitime sus desafueros jurídico-institucionales. Al formalizar el trámite del plebiscito, inicialmente contenido en diez diversionistas preguntas, proclamó el "inicio de la segunda y definitiva independencia del pueblo ecuatoriano". Frase a todas luces vacía acuñada con el innoble propósito de enmascarar felonías en ciernes. ¿Qué protervos fines anida el "autogolpe" decembrino?

Una mesa de tres patas

En política lo real es lo que no se ve.
J. Martí.

La estelaridad doméstica y folklórica de personajes como Lucio el Traicionero o el "Loco" Abdalá no puede hacer perder de vista que el pequeño Ecuador está inserto en un mundo que funciona bajo la égida de Washington. Dicho de otro modo, no se tiene que confundir la parte con el todo, el efecto con la causa, el títere con el titiritero. Y menos en los tiempos que corren, cuando el Gran Hermano ha decidido impulsar un plan completo de recolonización de América Latina y, específicamente, de los países andinos.

Para nuestra convulsionada subregión, la estrategia comprende tres objetivos básicos e interdependientes: la radicalización de la "acumulación por desposesión" (Samir Amin), la firma del Tratado de Libre Comercio (TLC) con la potencia unipolar y la intensificación del Plan Patriota/IRA/Plan Patriota.

La dictadura gutierrista, fraguada en el crisol de reacomodos oligárquicos, tiene el propósito medular de cumplir con ese diktat metropolitano. Pruebas al canto.

El espaldarazo de Wall Street

Consumado el putch decembrino con la captura de las Cortes y el Congreso, Gutiérrez y su ministro de Economía, Mauricio Yépez, volaron a Nueva York y Washington para informar de las buenas nuevas ecuatoriales a los capos del "planeta financiero". Crecimiento del PIB al 6 por ciento en el 2004 y caída de la inflación al 2 por ciento en ese mismo año, puntualidad en los (sobre)pagos de la deuda externa-interna, sumisión a la disciplina del FMI-Banco Mundial, propuesta para renegociar los bonos Global al gusto y sabor de los cortacupones... En buen romance, una repetición del sonsonete liberal que hunde al Ecuador -y al continente- desde los tiempos de Ronald Reagan.

Nada dijeron de los cientos de miles de empresas arruinadas por la financierización y la dolarización, del incontenible éxodo de mano de obra calificada y no calificada, del deterioro de la educación y la salud hasta niveles africanos, de la extensión de la pobreza e indigencia a las 4/5 partes de la población.

Gran satisfacción despertó entre los hombres-corporación la noticia transmitida por los amigos "sudacas" sobre la inminente aprobación en el Parlamento de leyes encaminadas a profundizar los procesos privatizadores (petróleo, electricidad, Seguridad Social). Legislación que busca completar las reformas ortodoxas impulsadas por la Trole I de Jamil Mahuad y la Trole II de Gustavo Noboa.

Colmados de felicidad, los inversionistas estadounidenses y europeos exteriorizaron su complacencia por el accionar "económicamente correcto" de Quito. Stanley Fisher, ex subdirector del FMI (Fundamentalismo Monetario Internacional) y ejecutivo del City Group, resumió ese sentimiento aludiendo a las "posibilidades de inversión que se abren en Ecuador... un país que ha encontrado el camino del desarrollo". Felicitaciones y palmadas en la espalda.

Wall Street no cree en lágrimas... ni en democracias tercermundistas. A ningún operador de bolsa se le ocurrió preguntar sobre la reciente trastada anti-institucional protagonizada por el PSP, PRE y PRIAN. Por el contrario, con su discreto silencio, los sacerdotes del dinero sacramentaron el nuevo statu quo político del meridiano país. Bussines are bussines. Poco después, el titular del FMI, el aznarista Rodrigo Rato, en un fugaz periplo por estas tierras, asumió idéntica postura e insistió en la urgencia de las reformas lesseferianas.

El paquete privatizador de Gutiérrez -extraoficialmente bautizado como Trole III y, oficialmente, con el extraño nombre de Ley Topo- aspira entregar a título de ganga el patrimonio hidrocarburífero y la electricidad a las transnacionales y, a su vez, con la privatización del IESS, propinar el golpe de gracia al mini-Estado Social que proyectara la Revolución Juliana (1925) y que alcanzara su mayor expresión a la sombra del boom petrolero de los años 70.

La cesión del petróleo bajo la modalidad de contratos de asociación explica de modo preponderante el quiebre institucional. Conforme a una nota periodística: "En materia petrolera... se ratificará el modelo contractual de obras, bienes y servicios específicos para incrementar la producción de los principales campos petroleros estatales. Por el momento, cuatro de ellos (Auca, Lago Agrio, Shushufindi y Culebra-Yulebra) están en concurso... Petroecuador y la contratista definirán la operación de los campos y las inversiones se pagarán de la producción incremental... El presidente de Petroecuador, Hugo Bonilla, declaró que esos campos y otros 11 marginales serán los que se oferten a los inversionistas privados. Sacha, Libertador, Cononaco, Guanta-Durero y Cuyabeno-Sansahuari están en la lista para otro concurso". (Hoy, 27 de febrero del 2005)

Con seguridad, el "engullimiento" de las empresas eléctricas y de los recursos financieros del IESS habrá entrado a la agenda de más de uno de los operadores bursátiles. ¡Loado sea Mammón!

El TLC y la liquidación del Estado-nación

"El TLC se firma o se firma", habría respondido un prepotente Lucio Gutiérrez ante un requerimiento reciente de la prensa y, en una nueva prueba de autismo político, demandó el apoyo unánime de los 13 millones de ecuatorianos para la suscripción del ya celebérrimo TLC, soslayando que supondría el genocidio de tres millones de indígenas y campesinos compatriotas. ¿Cómo explicar la obsesión del edecán-presidente por la propuesta integracionista-"anexionista" de Washington?

Gran parte de la respuesta se encuentra en que, después de la ruptura con la CONAIE/Pachacutik, el Coronel asumió abiertamente la decimonónica tesis aperturista de los exportadores e importadores, representados en el gabinete por la ministra de Comercio, Ivonne "Malinche" Baki. No menos determinante habría sido el vasto desconocimiento del régimen de las implicaciones de un TLC Ecuador-Estados Unidos. Esta última cuestión quedó evidenciada cuando Cristian Espinosa, el jefe negociador ecuatoriano, reconoció sin ruborizarse que el país no dispone de un proyecto nacional para las tratativas con la superpotencia. Confesión reveladora, por otra parte, de que el oficialismo no tiene la más remota idea que el TLC no constituiría sino la culminación de la reestructuración subordinada impuesta a nuestra atribulada nación desde hace un cuarto de siglo.

La obsecuencia viene nublando el entendimiento de las cosas. En Carondelet nunca ha podido percibirse que el TLC de marras comporta un instrumento geoestratégico de la potencia encaminado a consolidar su hegemonía productiva, comercial, financiera, científica, tecnológica, ambiental, política, legal, institucional e ideológica en los territorios que, a escala hemisférica, se extienden entre Alaska y el Cabo de Hornos. Al parecer, la expectativa máxima del gutierrismo y sus comparsas no va más allá de preservar lo logrado con las preferencias arancelarias andinas (ATPDEA, conforme a sus siglas inglesas), las insignificantes compensaciones decididas por el Congreso norteamericano por el involucramiento de nuestros países en la fementida cruzada contra el narcotráfico.

Gutiérrez, Baki, Espinosa et al, por acción u omisión culposas, vienen soslayando que la firma del TLC tendría implicaciones liquidacionistas del Estado-nación ecuatoriano como las denunciadas por el heteróclito y ascendente movimiento anti-integración corporativa. Tales consecuencias es posible condensar en puntos como los siguientes:

Plan Patriota: la guerra toca a la puerta

Históricamente, el comercio y la guerra han ido de la mano en las geoestratégicas imperiales. Asimismo, cabe recordar que la dominación externa ha requerido siempre de complicidades internas.

La "diplomacia arrodillada" de Gutiérrez y Zuquilanda ha colocado al Ecuador a un paso de declarar la guerra total a la insurgencia colombiana.

Los hitos últimos de la escalada son los siguientes:

[fuente]
http://alainet.org/active/show_news.phtml?news_id=7882

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