Quito, 29 de enero de 2005
Satisfecho y con razón por el éxito cívico y político de la "Marcha Blanca", el alcalde de Guayaquil, abogado Nebot, capitalizó en dos palabras un triunfo ciudadano que, difícilmente volverá a celebrarlo, especialmente si se toma en cuenta la campaña oficial contraria. Guayaquil entregó al país su autonomía y su solidaridad. Fue esa frase un acierto político imprescindible y una definición doctrinal necesaria, de frente a una sociedad dominada de miedos y a un pueblo conducido por populistas de mercado.
No se puede negar que la descentralización exige autonomía y que ella no puede ser privilegio de las bases humanas más amplias; por eso es imprescindible una actitud social solidaria que comunique enlace y vincule en el mismo proceso de realización de bien común a los grupos menos extensos y menos preparados para lo autonómico. Ante un espectáculo tan impresionante como el de la "Marcha Blanca", las capitales provinciales escuchan con miedo la palabra autonomía y se les hace difícil relacionar la solidaridad con la vida de administración cívica y política.
Pero el alcalde Nebot, en su legítimo despliegue emocional, no pudo espiar curiosamente ciertas características de la incomparable manifestación contraria. Son odiosos los parangones.
Pero los gestos de contraste entre los desfilantes de ambos grupos sugirieron preocupantes inquietudes. Si Guayaquil tiene cerca de 3 millones de habitantes y 250 estuvieron en el primer grupo y acaso 80 en el segundo, no olvidemos que nos quedan más de 2 millones que no tuvieron capacidad, posibilidad o deseo de intervenir. Esa gente es pensamiento, es decisión, es necesidad, es derecho.
Que significa autonomía y ¿qué es solidaridad para ellos? ¿Qué seguridad solidaria puede ofrecer el grupo que hizo la "Marcha Blanca", postulando y buscando una autonomía administrativa, a los componentes restantes de lo guayaquileño?
¿Los marchistas triunfadores pueden conseguir que el pueblo de los suburbios crea en su decisión solidaria? ¿Si estamos seguros de que la conciencia humanista de los marchistas "blancos" es solidaria? ¿Cuáles son los proyectos autonómicos universales, que unan a toda esta inmensa población guayaquileña en una gestión social de fraternidad?
No es nada difícil afirmar que toda autónoma decisión de ser solidarios determina en seres humanos educados una pasión social de fraternidad promotora y de amistad dignificante, pero ¿es posible que esa decisión lleve consigo un apaciguamiento social, que elimine miedos, violencias, injusticias? El gran problema de las grandes urbes -Guayaquil y Quito sí lo son- es la común falta de colaboración comunitaria en cuanto sea desarrollo justo, que logre igualarnos a toda la ciudadanía en el gozo de los más elementales derechos humanos y, por desgracia, las grandes ciudades son monumentos de egoísmos y sedes de injuriosa exhibición.
[fuente]
http://www.hoy.com.ec/NoticiaNue.asp?row_id=196680
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