¿Y ahora, Sra. Embajadora?

Carlos Vera Rodriguez

Diario El Comercio, edición digital

Quito, 9 de diciembre de 2004

 

A Usted -quiero decir a su país- le pareció impropio, para decirlo suave, que el Congreso enjuiciara al presidente Gutiérrez por causales previstas en la Constitución y delitos claros, por lo menos en dos casos. Concurrió entonces presurosa al Palacio de Carondelet; exteriorizó su preocupación por el régimen constitucional, el apoyo al sistema democrático y las bondades de la estabilidad económica (para los acreedores de la deuda y los organismos multilaterales, especialmente). Aquello fue un claro apoyo a este Presidente, autodeclarado el mejor aliado de Bush, sumiso generalmente a sus dictámenes, como lo demostró al sostener que el TLC se va a "firmar o firmar", antes de conocer siquiera la conveniencia de cuanto se está todavía por negociar. Bien… ¿por qué guarda silencio cuando ese mismo Congreso, aunque con/otra/mayoría, se apresta a reorganizar la Corte Suprema de Justicia inconstitucionalmente -el juicio a Gutiérrez estaba encaminado de acuerdo a la Constitución pero no pasó de la comisión especialísima- y tras la remoción también ilegal, por más justificada que fuera, de algunos vocales del TC y todos los del TSE? Parecería que estoy invocando el intervencionismo de Estados Unidos, cuando en realidad lo rechazo. No. No es así. Demando consistencia en lo que Ustedes llaman respaldo a las democracias en América Latina, lo cual deviene realmente en soporte a los presidentes sujetos a sus directrices. Así ha quedado evidenciado en el Ecuador. Dejémoslo claro. Pongámoslo por escrito. Que se defina para la historia: los Estados Unidos solapan una dictadura camuflada de constitucionalismo en el Ecuador para cubrir las apariencias porque nuestros funcionarios aquí, como el canciller Zuquilanda, son los mejores defensores de sus tesis al abogar por inmunidad para los soldados norteamericanos o permitir la acción de naves estadounidenses contra pesqueros en aguas territoriales ecuatorianas.

La Embajadora de Estados Unidos en Ecuador no debió intervenir cuando el Parlamento inició un juicio político contra Gutiérrez ni debe hacerlo ahora. Su participación selectiva e interesada cuando considera amenazada la democracia aquí, revela el tutelaje y protección a los titiriteros de las marionetas controladas por el eje Panamá - Industrial Molinera - Presidencia. Tienen el visto bueno del imperio y por eso destrozan el imperio de la ley. Que se lo haya hecho antes no convalida el nuevo atropello. Que la Corte sea vulnerable a las influencias del PSC no se remedia trasladando su afinidad al PRE-Prian-PSP. Justo cuando Camilo Mena habla de investigar a 1 000 empresas vinculadas a Filanbanco y Bolívar Vergara se atreve a propiciar sanciones para los jueces que manejaron mal ese y otros juicios del superatraco bancario, la urgencia de cambiar la CSJ se vuelve inaplazable. Coincidencia, ¿no?

Hubo otras: le aguantamos a Uribe que no indemnice a Ecuador por una frontera descuidada por él, sin responder además por los desplazados, esgrimiendo un Plan Retorno engañabobos porque es mimado de George W. Bush. Ya los Estados Unidos han permitido en Venezuela a Chávez, amordazan a la prensa a cambio de comprar petróleo; aquí le permitirán a Gutiérrez aplicar la estrategia de Bucaram y reverenciar al otrora oligarca Alvarito, a cambio de actuar como regente del quincuagésimo primer estado de los Estados Unidos. Del norte viene el golpe. En la línea ecuatorial están los peones. Los patrones son los banqueros que juraron extraditar, el bananero que prometió enderezar y el prófugo del cual sigue siendo su edecán. Lo único rescatable del relevo patronal es la promesa de una reforma política integral, aunque tras situar Damerval su génesis en el pueblo vía consulta popular - Asamblea - cesación parlamentaria temporal, ahora se resignan a ejecutarla desencajonando el proyecto de Gustavo Noboa.

 

[fuente]
http://www.elcomercio.com/noticias.asp?noid=111507

 

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