Bogotá, 25 de abril de 2004
Redacciones Bogotá y Washington
La exitosa operación en Cundinamarca fue la fase 1 del Plan. Decenas de reuniones con el Comando Sur y los Departamentos de Estado y de Defensa para definir la estrategia. 17.000 hombres a la selva.
"Lo único que le puedo decir es que del resultado de este plan depende qué tanto nos dure el conflicto." Sentado en su oficina en Bogotá y con un manto de misterio en sus palabras, un alto funcionario del gobierno define así el Plan Patriota, la estrategia a la que el presidente Álvaro Uribe le está apostando todo para derrotar a la guerrilla.
A pesar de su importancia, es poco o nada lo que hasta ahora el país sabe de este plan. Los encargados del mismo lo guardan como secreto de seguridad nacional. No en vano es la más ambiciosa ofensiva militar en la que se ha enfrascado el gobierno colombiano en toda su historia.
El Tiempo pudo establecer que desde el año pasado se han surtido decenas de reuniones entre Colombia y Estados Unidos para discutir los detalles. En particular, con militares adscritos al Comando Sur, para los aspectos tácticos, y con funcionarios del Departamento de Estado y del Departamento de Defensa, que serán los encargados de vender el tema en materia política y de presupuesto en Washington.
El general James T. Hill, jefe del Comando Sur, por ejemplo, ha estado reunido por lo menos diez veces con militares colombianos en Miami o en Colombia discutiendo este tema y es uno de los más entusiasmados con el plan. "Los militares han desarrollado un plan operativo y táctico que literalmente lleva la guerra a partes de Colombia donde no han tenido presencia en quince o veinte años. Va a llevarles la guerra a sus enemigos (...) y tiene el potencial para propinar un golpe decisivo a los narcoterroristas", dijo Hill hace unos días.
Entre los datos que se han logrado recoger en Bogotá y Washington se sabe que la idea es desplegar una fuerza de 14.000 o 15.000 hombres en las selvas y poblados del sur del país, en donde las FARC han tenido presencia histórica y mantiene intacta su retaguardia estratégica.
El presidente Uribe ha hablado en algunas reuniones cerradas de 17.000 hombres que, incluso, según sus palabras, ya están metidos en la jungla. Son fuerzas móviles, al estilo de la Fudra que ya venía funcionando, y escuadrones especiales de selva que están siendo entrenados exclusivamente desde el año pasado. Unos tienen la misión de copar el territorio, otros, como las unidades de comando, se concentrarán en "blancos de alto valor" y en penetrar los sitios más recónditos de las FARC gracias a su capacidad de resistir semanas y hasta meses en territorio agreste.
Las tropas coparían durante por lo menos un año el corazón de la guerrilla. "No es un aguacero, llega para quedarse", ilustra el alto funcionario. Eso explica por qué el presidente Uribe ha repetido con su característica terquedad, lo que se le oyó por primera vez en abril del año pasado. "Que nos esperen allá tranquilos porque por más espesa la selva y agreste la topografía allá llegaremos para derrotarlos", advirtió entonces.
Todos los que están involucrados en esta campaña militar tienen claro que la primera fase comenzó en junio del 2003 en Cundinamarca. Se llamó la operación Libertad 1 y ha sido calificada como la más exitosa que se recuerde en el país. En seis meses dejó fuera de combate a cinco jefes de frentes guerrilleros (incluyendo a Marco Aurelio Buendía y a Hugo) y prácticamente dejó desarticulados los comandos de los frentes Reinaldo Cuéllar, Esteban Ramírez, Manuela Beltrán y 22 de las FARC.
De hecho, el general que lideró las tropas como comandante de la Quinta División, Reinaldo Castellanos, una vez entregó el parte de victoria en el centro del país, fue puesto por el presidente Uribe al mando de la Fuerza de Tarea Conjunta del Sur. Esta nueva fuerza será la punta de lanza para penetrar los territorios insurgentes.
El planteamiento estratégico de fondo es que una vez rotas las estructuras de las FARC en esas zonas de Cundinamarca tan cercanas a un centro urbano como es Bogotá -que les sirve para el abastecimiento- y tras el control de otras ciudades clave por parte de la Fuerza Pública ya se puede ir a combatir a la guerrilla a la selva. Además, que la incursión en ciertos municipios de Cundinamarca con enorme influencia histórica de la guerrilla ensayaron, aunque en menor escala, lo que pueden encontrar en las profundidades de la jungla del sur.
"No se podía ir allá (a la selva) sin antes romper los lazos que los alimentan con centros urbanos grandes como Bogotá, Medellín y Cali, a través de sus milicias, y sin romper su abastecimiento en localidades menores, lo que se está haciendo con las redadas masivas", explicó durante un briefing con la prensa otro alto funcionario.
El primer capítulo de esta nueva fase del plan comenzó el 31 de diciembre del 2003, con la operación Año Nuevo, llamada de "ablandamiento", en Caquetá. Las tropas llegaron hasta La Unión Peneya (Caquetá), sitio de concentración del frente 15 de las FARC. En otros municipios como Paujil, San Vicente del Caguán, Cartagena del Chairá y Montañitas, se hicieron acciones similares para preparar la entrada de la Fuerza de Tarea del Sur.
"No es fácil. Varios helicópteros han sido impactados, los campos minados han retrasado el avance y el enemigo tiene ventaja en lugares donde ha estado por décadas con la población civil", señala otro de los oficiales que ha estado al tanto de la Fase Sur del Plan Patriota.
La Fuerza de Tarea del Sur, que depende directamente del Comando General de las Fuerzas Militares, se movilizará entre Guaviare, Meta, Caquetá y Putumayo. Tiene su puesto de mando, en principio, en la base de Larandia (Caquetá), pero manejará puestos móviles en otras brigadas y batallones de la zona, dependiendo de la necesidad.
Por ejemplo, se está tratando de construir una base militar en Araracuara (Caquetá, en límites con el Amazonas), a donde solo se llega en avión o después de diez o quince días de viaje en lancha. En ese lugar está, desde enero, el batallón 55 de la Primera División del Ejército, el mismo que estuvo combatiendo al ELN en la autopista Medellín-Bogotá.
La preparación de las tropas se ha concentrado en la creación de las brigadas móviles 10 y 11 y un componente especial de la Infantería de Marina.
Es tan ambicioso el plan que por él fue que el gobierno de Estados Unidos decidió pedirle a su Congreso que aumente el número tope de militares y contratistas que se permiten en Colombia. Bogotá propuso la idea y Washington dijo sí. "Ellos han desarrollado una campaña que los mete directamente en el corazón del territorio controlado por estos grupos ilegales", afirmó el general Hill, del Comando Sur.
"Para poder otorgarles el máximo apoyo en este esfuerzo, la administración ha recomendado que el mandato del Congreso, que limita a 400 soldados y 400 contratistas el número de personal (que se puede enviar a Colombia), sea elevado a 800 y 600 respectivamente", anotó el alto mando estadounidense. Y especificó que su intención es ofrecer a Colombia más "equipos de planeación" y ayuda logística en "planeación de combates terrestres, comunicaciones e inteligencia". Eso sin contar que Estados Unidos está previendo ayuda financiera para tres años de ofensiva.
Precisamente, el tema de recursos es el que más preocupa a personas que han tenido la oportunidad de conocer detalles de lo que será esta campaña militar.
Algunos resultados de la Fuerza de Tarea del Sur ya se han visto en el Guaviare. Lo que más ha llamado hasta el momento la atención de los militares es un caserío en zona selvática llamado Puerto Cachicamo, sobre el río Guayabero. Allí se encontraron el martes de Semana Santa con cuatro modernas construcciones que, al parecer, eran utilizadas por los jefes de las FARC: un hotel con 48 habitaciones, una clínica con elementos de cirugía y odontología, una discoteca y un taller para fabricar balsas, canoas y tubos lanzadores de balas de oxigeno, empleados como bombas.
De prosperar el Plan Patriota, tal y como el presidente Álvaro Uribe posiblemente se lo está soñando, sería el salto estratégico que el gobierno está buscando para quebrar el equilibrio del conflicto.
La participación de Estados Unidos en esta campaña militar será definitiva, y por eso no sería extraño que los recursos que hasta ahora llegan para el Plan Colombia de ahora en adelante sean para el Plan Patriota.
La ayuda en Washington está diseñada para tres años de ofensiva. Dentro del presupuesto que se distribuirá a lo largo de este año, al menos 110 millones de dólares servirán para fortalecer dicho plan. Los fondos, en particular, serán usados para "entrenamiento, armas, visores nocturnos, y equipos de comunicación para las brigadas élites móviles del Ejército y para las Brigadas de Fuerzas Especiales (Fudra)", que liderarán la ofensiva.
Además, se comprarán dos aviones de combate AC-47 y cuatro aviones para el transporte de tropa C-130.
Para el 2005 hay pedidos otros 110 millones de dólares que aún debe aprobar el Congreso de Estados Unidos. Parte de este dinero se usará para mantener lo ya comprado es decir la flotilla de C-130, las capacidades -armas, etc.- de las brigadas móviles, la fuerza de reacción rápida, pero también para entrenar y dotar a los batallones Comando y Lanceros.
Además se pretende establecer un Centro de Entrenamiento Nacional, para que Colombia por sí sola pueda continuar con el entrenamiento de soldados que hoy es responsabilidad de Estados Unidos. A su vez se quiere comprar equipos para evacuación y tratamiento médico en los campos de batalla. Es decir, como se pretende llevar la guerra a zonas remotas, deben tener la capacidad para tratar y evacuar a los heridos.
Y ya ese está elaborando el plan del 2006. Aunque no se conocen los detalles se sabe que la asistencia será cercana a los 100 millones de dólares y servirá para respaldar todo lo creado hasta la fecha.
La voluntad de llevar a cabo la más ambiciosa campaña militar en la historia de Colombia no necesariamente garantiza la victoria. Los siguientes son algunos desafíos que, a manera de interrogantes por resolver, tienen el gobierno y los militares para sacar adelante el Plan Patriota.
¿Son suficientes el personal y los equipos que se tienen para una campaña de tan largo aliento? ¿Cómo podrá el Gobierno financiar, dado sus problemas de presupuesto y las otras prioridades que tiene, la permanencia de una fuerza lo suficientemente grande en el sur del país? ¿Si se despliega buena parte de la fuerza al sur, cómo se cubrirán las otras necesidades de seguridad en el resto del territorio nacional? ¿Cómo por ejemplo se coparán los espacios que dejarían eventualmente los paramilitares en su desmovilización o por lo menos cómo se les garantizaría una seguridad especial a esas comunidades? ¿Están ya lo suficientemente coordinadas las fuerzas (militares, armada, aérea y policía) para comenzar la arremetida?
Si el propósito es capturar o matar al enemigo ¿Qué haría que las FARC se mantuvieran en la selva esperando la llegada de los militares si no es eso lo que acostumbran a hacer? Cuando el presidente Pastrana acabó con la zona de despeje, las FARC no se mantuvieron para defender esa zona.
Si el propósito es ocupar territorio, para ganar credibilidad con la población local que ha estado en muchos casos bajo la influencia de las FARC, los militares tendrán que comenzar con victorias militares y mostrarse dispuestos a estar permanentemente. ¿Cómo podrían de otra manera los habitantes de la región arriesgarse cooperando con la fuerza pública?