El espejismo de las visas

Javier Ponce

Diario El Universo, edición digital

Guayaquil, 3 de marzo de 2004

 

¿El ministro Raúl Izurieta Mora Bowen se contagió con el síndrome de las visas? ¿Qué le pasa a este Gobierno? ¿No leemos ni siquiera la prensa que nos dice constantemente que la mayoría de ecuatorianos sobreviven en España o Italia sin reconocimiento oficial? ¿No asumimos en carne propia el drama que viven miles de ecuatorianos en España o Italia? ¿No aprendemos las lecciones que los pobres y los perseguidos del mundo nos están dando, obligados a mantenerse en otros países (en otros mercados sería el término perverso pero más real) de manera irregular, rehuyendo el asedio?

No tenemos una política decente en materia de refugiados. No sabemos qué hacer frente al conflicto colombiano. Mientras el Ministerio del Trabajo habla de visas, la Cancillería duda y el Gobierno en su conjunto sigue ignorando tanto a los inmigrantes como a los emigrantes. Entonces, lo más fácil es refugiarse en la represión, en la persecución. Cuando nada se afirma, el poder se refugia en la negación. Cuando no sabe construir derechos, el poder los niega.

Si repasamos las cifras de ciudadanos colombianos (y subrayo lo de ciudadanos para tomar distancia de las tentaciones segregacionistas que están tomando cuerpo en el gobierno de Lucio Gutiérrez) vamos a encontrarnos que disminuye en los últimos tiempos el volumen de reconocimientos del estatuto de refugiados, frente al volumen de las solicitudes.

¿Se trata, por tanto, de acorralar a los refugiados de frente y de espaldas: por un lado, negándoles la calidad de refugiados, por tanto con estatuto legal reconocido, al tiempo que, por otro lado, se exige una visa de trabajo?

Ocurre una de dos cosas: o los niveles de desconcierto en el Gobierno son enormes, o existe la intención de acorralar a quienes, desde hace años, recorren el territorio colombiano fugando de la violencia, hasta cruzar las fronteras con el Ecuador.

Es curioso ese afán por reproducir en pequeño las arrogancias de los más grandes. Pero no es curioso ni extraño, es, tal vez, un viejo complejo que lo renovamos con la dolarización: en este caso, estructurar políticas públicas "pequeñamente perversas" a imitación de quienes nos aplican políticas públicas perversas en materia migratoria. Si España decide ignorar la existencia de los ecuatorianos, el Gobierno ecuatoriano decide ignorar la existencia de los colombianos. Eso me recuerda la teoría de Michel Foucault sobre el modo cómo se reproduce en cadena el ejercicio del poder, desde el más encumbrado hasta el más doméstico, desde el presidente de la República, pasando por el intendente de Policía, hasta llegar al marido que reproduce en su casa toda la humillación de que ha sido víctima en la calle.

Cuando no se sabe qué hacer, lo más fácil es salir al paso con alguna propuesta radical e inaplicable: visas a los colombianos, tribunales sin rostro para llenar los cargos de Petroecuador, que el ministro tal se vaya, que un supuesto deudor de la banca cerrada pase a ser asesor presidencial, etcétera.

Señores, dejen de improvisar propuestas que después tienen que olvidarse para que no les asfixien en el camino.

 

[fuente]
http://www.eluniverso.com/

 

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