Silo y tumba de ídolos

Luis Alberto Luna Tobar

Diario El Hoy, edición digital

Quito, 31 de enero de 2004

 

Personas de mucha inquietud social y versado conocimiento del ambiente en el que nos desarrollamos, aseguran que en los últimos 50 años vividos por nuestro pueblo y sus dirigentes políticos, jamás conocieron un Gobierno, como el que ahora tenemos, que generara más ídolos, para que mantengan la devoción y la esperanza crédulas de un pueblo ávido de pan, de justicia y paz. Casi todo régimen nuevo o renovado en sus líneas de administración pública ha debido generar figuras que no habían recibido jamás el buen augurio de la devoción popular. Se esforzaron los gobernantes por asegurar superlativamente los méritos de sus elegidos. Nuestro pueblo, ingenuo y generoso, fabricó altares, hornacinas y peanas para la exaltación idolátrica de esas figuras, y ellas jamás redujeron la sensual fruición de ser popularmente iluminadas por los más caros cirios y perfumadas de los más pungentes inciensos.

En días del primer aniversario gubernativo, cartelones preparados en sus leyendas por literatos del partido, festejaban a su máximo dirigente, con una frase definidora, signada por caracteres impresionantes y sin elemental ortografía: “nuestros hombres asen (sic) patria”. Acontece que esos hombres que hacen Patria, en un número tan alto como el que en poco tiempo se habían presentado como ídolos, eran imágenes escondidas, personajes desaparecidos, figuras perdidas, ídolos inmolados y no por el partido, no por el Gobierno. Inmolados por la justicia ordinaria del país, con la que la mayoría idolatrada tenía cuentas pendientes, civiles o penales. ¿Cómo pudo un partido organizado presentarlos al Gobierno para que les promueva a las altas misiones conferidas a todos, y cómo pudo un gobernante estratega planificar con esos elementos de base el justo desarrollo del país? Silo y tumba de ídolos es hasta el momento la perspectiva que se tiene de nuestro Gobierno. En un instante de noble reforzamiento con figuras no improvisadas, el pueblo creyó que había cambiado la estrategia gubernativa y no se encontraba el santo a quien se le pudiera agradecer por tal milagro. No se lo encuentra y se tiene probado tenor de que puedan acontecer nuevas generaciones y consecuentes cremaciones de ídolos. El efecto de este juego macabro, entre el honor y dignidad nacional y la improvisación de las figuras servidoras más comprometidas con el país y su noble pueblo, produce una crisis de estima nacional que duele en la intimidad y afecta vergonzantemente en lo público nacional e internacional.

El mayor efecto negativo de esta política minus hábeas a la que hemos llegado no es tanto el descrédito del país en las esferas poderosas, que se reúnen cada año o semestre, es el descrédito íntimo que va dominando poco a poco, pero fuerza letal, tanto a los dirigentes sociales inutilizados en su amor y defensa de lo popular, como a ese mismo pueblo desvalorizado por la ineficacia de su voluntad electora y por la inutilidad de sus sacrificios sociales, alimentados de justa esperanza y defraudados por vulgares impreparaciones y gravemente culpables improvisaciones. No celebremos aniversarios cantando aleluyas. Digamos al menos íntimamente: Anathema sit.

 

Fuente: http://www.hoy.com.ec/sf_noticia.asp?row_id=166206

 

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