Quito, 16 de diciembre del 2003
Las tribus Shuar y Achuar de la Amazonia ecuatoriana reclamaron al Gobierno central, a fines de la semana pasada, que arbitre medidas apremiantes para solventar las consecuencias nocivas que esos pueblos padecen ahora y sufrirán aún más en un cercano futuro a causa de una imprevisora, indiscriminada y contaminante explotación de yacimientos petrolíferos en esa región geográfica.
Durante las pasadas 4 décadas del siglo anterior en ciertos países latinoamericanos, singularmente en el Ecuador, se acuñó una especie de razonamiento abstracto matemático de que el aprovechamiento de la riqueza energética carburífera era directamente proporcional al crecimiento económico. Pero nada más engañoso que este sofisma resultó ser la experiencia financiero-presupuestaria ecuatoriana basada en las defectuosas extracción y exportación de hidrocarburos, iniciadas hace más de 30 años a un costo humano ahora devengado por una parte de la población de las provincias orientales ricas en crudo.
Un equipo médico de la Universidad de Harvard investigó en 1993 la salud pública en aquellas provincias, hallando que cerca de 24 mil habitantes de las comunidades Siona, Secoya, Cofán, Huaorani, Kichwa y de los colonos llegados de la Sierra y del Litoral estaban amenazados por alguno de los 8 tipos de cáncer provenientes de la polución del aire respirable y el contagio con petróleo del agua de beber, de riego agrícola y de consumo ganadero, según afirma Luis Yanza en su artículo del libro "El Oriente es un Mito" (Edit. Abya-Yala, Nov. 2003, Quito).
La destrucción de los ecosistemas por la deforestación silvícola para perforar pozos, afincar taladros, tender oleoductos y excavar piscinas llenas de crudo de bombeo condujo al sacrílego desmentido de la concepción antropocéntrica de la Naturaleza, profanando una de las más logradas cosmovisiones del intelecto leudada en centurias de discusión y de reflexión humanas.
Pero eso no significa que el Ecuador debió haber renunciado a su derecho al crecimiento económico en función de sus excepcionales recursos naturales, enfrentando al conservacionismo versus el desarrollo, como si ambos estuvieran en oposición antagónica.
Afortunadamente el progreso de tecnologías ecológicas de punta puede reconfigurar el clima, purificar el aire y el agua, regular los caudales de desembocadura líquida, reciclar los elementos esenciales para la nutrición de la biodiversidad, regenerar el suelo cultivable y renovar los ecosistemas alterados.
Lo que las parcialidades indígenas shuaras y achuaras pidieron el viernes de la semana pasada al Gobierno central fue precisamente que ejerza las políticas preventivas y restauradoras del medio ambiente selvático, de acuerdo a la Segunda Estrategia Mundial de Conservación redactada en 1981 por la World Wildlife Foundation, de la cual Ecuador es parte signataria, según uno de sus mentores más prominentes, el experto Eduardo Gudynas, autor de la obra "Ecología, Economía y Ética del Desarrollo Sostenible" (Edit. Claes, Montevideo, 2003). Bosco Najandein, un nativo integrante de la Federación del Pueblo Shuar, dice: "Los pueblos indígenas no se oponen a la política del Gobierno... sino que insisten en que cuando se hable de nuestros recursos, se hable de nuestros derechos".
Fuente: http://www.elcomercio.com.ec/noticias.asp?noid=81201