Luces, cámara... ¡traición!

Alberto Acosta

Diario El Hoy, edición digital

Quito, 18 de junio de 2003

Salvo algún despistado, nadie podía esperar que con el triunfo del coronel Lucio Gutiérrez, forjado por un arco iris de fuerzas sociales y políticas, había cómo empezar a rodar la filmación de un proceso revolucionario.

A lo sumo se esperaba un cambio en la forma de gobernar y también, de alguna manera, en la orientación de la gestión pública, tal como lo había prometido el coronel. Esta expectativa, sin embargo, se diluyó pronto.

Aún no habían comenzado los trotes presidenciales del coronel, cuando se avizoró que su Gobierno no sería coherente con el voto que le llevó la Presidencia, de esperanza por algo nuevo y de castigo a lo acontecido en décadas anteriores. La primera desilusión se produjo con la conformación de su frente económico, con ese equipo ortodoxo y conservador el coronel fijó la brújula para su gestión. Luego, con la suscripción y aprobación de la decimotercera Carta de Intención con el FMI, que como se sabe es el verdadero plan de Gobierno, el coronel enterró definitivamente su compromiso electoral. Y sin que esto minimice algunas acciones puntuales de enorme valía, como la de Wilma Salgado en la AGD, vemos que el coronel escogió un sendero que no asegura la gobernabilidad.

La reedición de políticas neoliberales no es sostenible, pues además de ser recesivas en extremo, no son incluyentes y redistribuidoras. El mantenimiento de un esquema de apertura comercial extrema y de rigidez cambiaria -la dolarización, que se resquebraja por los cuatro costados-, tampoco abona en beneficio de la gobernabilidad, en tanto exige cada vez más sacrificios de los sectores tradicionalmente perjudicados, que habían confiado en el coronel; basta ver los magros resultados salariales de la larga huelga de los maestros, que recibirán en 2003 un aumento en sus remuneraciones globales de poco más de $20 millones, monto inferior al compromiso del coronel para reasignar a la Educación $165 millones adicionales durante el presente año.

Como para completar este escenario, en el cual las permanentes contradicciones del coronel alientan la desconfianza, asoman las privatizaciones, expresamente aceptadas en la Carta de Intención, a las se habían opuesto las fuerzas sociales y políticas que apoyaron la elección del coronel, y él mismo, por cierto.

Por un lado se quiere continuar, con algunos remiendos, con el proceso privatizador del Gobierno anterior permitiendo que operadores privados administren las empresas eléctricas de distribución. Y, por otro, aprovechando que especialmente la burguesía está molesta al haberse quedado sin la ‘gasolina nuestra de cada día’ por obra de los trabajadores petroleros que -según la gran prensa- solo defenderían sus prebendas plasmadas en el contrato colectivo (cargado de aberraciones), el Gobierno del coronel, cuyo ministro de Energía estaría controlado por tinterillos de las transnacionales, intenta entregar los cinco campos más grandes de petróleo, actualmente en producción, a las transnacionales, desempolvando un anacrónico e ilegal contrato de asociación. Ante semejante pretensión, nadie debe sorprenderse que la frustración domine el ambiente. Y debe quedar claro que en Ecuador lo que sí se puede filmar es una triste película de traición a las mayorías.

Fuente: http://www.hoy.com.ec/sf_articulo.asp?row_id=149632

 
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