¿Hasta cuándo...?

Luis Alberto Luna Tobar

Diario El Hoy, edición digital

Quito, 7 de junio de 2003

En esa línea del valor auténtico, que no espera condecoraciones ni fundamenta en alabanzas el coraje de cumplir deberes, el orador latino por antonomasia, Marco Tulio Cicerón, le gritó a Catilina la más desafiante imprecación política: “¿Hasta cuándo, Catilina, tu desenfrenada audacia abusará de nuestra paciencia?” Y resonó esa voz en Roma íntegra, tembló el Capitolio, se enfureció el déspota ocioso, pero la historia se obligó a sí misma un cambio radical. El régimen del mundo buscó mejores compromisarios, y los pueblos comenzaron a cuestionar sus paciencias y a exigir irrecusablemente gobierno verídico u oportuna entrega del poder a quienes ellos se lo dieron: a los mismos pueblos.

Nada más ilícito que excitar la impaciencia de un pueblo, pero tampoco se encontrarán razones válidas, de ninguna especie, para exigir de cualquier pueblo una tolerancia paciente que le lleve sin freno a la incapacidad terminante o a la inoperancia definitiva. Y, aun en el caso del mejor optimismo, con el que analizamos y calificamos los valores tolerantes, a nivel de heroísmo, de nuestro pueblo, no podremos jamás hallar argumentos para justificar esa tolerancia que nos quita la vida en el hambre y la desocupación, convirtiendo la pasividad complaciente en virtud cívica, cuando se trata de dolencia suicida.

“¿Hasta cuándo, Catilina?” No le gritó Cicerón al pueblo, le gritó al gobernante romano, al que la comunidad consideraba vecino de la intocable e inconmovible divinidad. Creemos que, en lo presente, la conciencia colectiva ha alcanzado un nivel muy alto de aprecio y consideración determinantes, por la opinión social, por la organización popular, por el poder de lo civil en el contexto de la realización de los grandes ideales. El grito de Cicerón y de cuantos conciudadanos conscientes de este mundo anestesiado por los poderes, lo repite en todo instante y en cualquier espacio, tienen que recoger su impacto, realizar su fuerza y en un empeño de comunión social, exigir de nuestros gobernantes un cambio radical. Hasta cuándo, gobernantes ecuatorianos, nuestros pueblos soportaron su insoportable generosidad cómplice, una ausencia tan notable de atención gubernativa a los grandes problemas de muerte, que estamos tolerando callados, enmudecidos...

El universo busca realizaciones de comunidad que transformen el plan de vida universal, que cada día está más cerca del exterminio que del desarrollo. Los grupos de poder y los gobernantes que los sirven han perdido visión de la realidad y han concentrado todo su proyecto gubernativo en beneficio del mercado y sus gestores. El pueblo que eligió gobernantes y concentró en ellos toda su aspiración de unidad y justicia, sabe que jamás acierta en sus esperanzas. Tanto fracaso no puede llevarnos al mínimo nivel de comunidad. Hasta cuándo llegará la esperanza de los pueblos? Hace falta un grito desgarrador que los cambie.

Fuente: http://www.hoy.com.ec/sf_noticia.asp?row_id=148744

 
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