Así nos tomamos la Base de Manta





Alexis Ponce

Asamblea Permanente de Derechos Humanos del Ecuador (APDH)

Enero 2003




Cuando ganó el al revés...

Versión -sin tijera- de una acción por la paz y la soberanía nacional, en la base militar de EE.UU. en Manta, Ecuador.

"Operación Soberanía" en Manta: Testimonio que relata cómo diez activistas de DD.HH. y ecologistas de Ecuador lograron en la mañana del sábado 29 de julio de 2000 burlar todos los dispositivos de seguridad de la base aérea militar estadounidense más grande de Sudamérica (el FOL de Manta); y cómo se dedicaron a la "jurásica" tarea de plantar decenas de banderas amarillo, azul y rojo en la arena de la ex playa ecuatoriana y en plena mitad de la pista aérea norteamericana...




Antecedente.-

Varias semanas antes de cumplir la macondiana travesura pomposamente denominada "Operación Soberanía", en un boletín de prensa en el que dimos a conocer informaciones de la base de Manta y el Plan Colombia, habíamos alertado a los contados periodistas que se dieron por enterados de la "advertencia", que la Asamblea Permanente de Derechos Humanos del Ecuador (APDH) decidió preparar una estrategia colectiva de desobediencia civil y resistencia pacífica semejante a la de Vieques, manteniendo los rasgos propios de nuestra realidad, y que organizaríamos un acto para plantar banderas ecuatorianas en "los alrededores" de la base militar cedida por el gobierno de Jamil Mahuad a las Fuerzas Armadas de EE.UU., base aérea cuestionada por su vinculación al Plan Colombia, por violar principios constitucionales y denigrar lo que en el paleolítico criollo se conocía como "soberanía nacional".

Con ocasión de un Encuentro internacional por los pueblos convocado por grupos sociales de Manta y Ecuador, el 28 y 29 de julio de 2000 nos hicimos presentes delegados de toda la diversidad del país y otros lares, en medio de un despliegue desinformativo local adverso que, semanas antes, trató de sembrar el desconcierto y el temor en la población, bajo el argumento de que sería un evento "de guerrilleros colombianos" y que, incluso, habría actos de violencia.

Ya en pleno encuentro los organizadores nos informaron que, para evitarse problemas con la Fuerza Pública dados los rumores lanzados en el país, la decisión previamente "cocinada" por ellos y nosotros (movilizarnos desde la sede del evento hasta las afueras de la base aérea norteamericana), había sido reemplazada con otra marcha, la de clausura del "cónclave antimperialista" -como feamente lo motejaron- hacia la playa de bañistas en Manta, para allí plantar las inofensivas banderas tricolor de la nación, concluyendo todo de manera obvia, formal y espesa. "Se ahuevaron", fue el diplomático pensamiento que se nos cruzó por la mente.


La travesura empieza a gestarse.-

La APDH y la Coordinadora Nacional de Movimientos Sociales de la Tercera Edad del Ecuador, CONAMOSOTEE, prepararon la confección de 500 banderitas tricolor que las trasladamos a Manta, hermoso puerto del Ecuador cuya población mayoritaria apoya con pasión la instalación de la base extranjera, debido a los "dólares" y ganancias que genera a los comerciantes de los alrededores.

Otra delegación, de Acción Ecológica, por otro lado, se encargó de trasladar a Manta banderas grandes del Ecuador y una que confeccionamos en conjunto en Quito los días previos: "Llucshi gringos de Manta!" ("Llucshi": ¡Fuera!, en quichua).


Los preparativos.-

Los delegados de la APDH llegamos a Manta a las 06h15 del viernes 28 de julio, y fuimos al hotel previamente separado para las delegaciones de DDHH y ecologistas de Quito. A los cuatro escasos minutos tuvimos la primera visita sorpresa: la "accidental" llegada de un auto-patrulla policial que "buscaba delincuentes" y pedía la lista de los alojados al administrador. Decidimos el cambio de hotel para evitar molestias a los guardianes del orden público, dada nuestra delincuencial facha de recién despiertos y recién llegados, y en la siguiente pensión nos hallamos, en la mismísima sala de espera, con un conocido agente de inteligencia militar.

El diálogo -más o menos- fue el siguiente: "Qué hace aquí joven?"; "Pues vine al encuentro, pero ya no hay muchas habitaciones, ¿por qué no nos alojamos todos mejor?"; "Ah... ¿así que no hay muchas habitaciones?, no pues, quédese nomás usted, está muy incómodo este sitio, allá en el encuentro nos veremos"; "Por favor, no me delatarán, quiero decir... que les vaya bonito "; "No se preocupe, hasta luego"; "Hasta luego".

Ya en pleno evento y en medio del gran despliegue militar y policial montado en la ciudad y los alrededores de la sede, debido a la ingrata presencia de tanto "forastero" (no los soldados norteamericanos, como su prejuiciada ideología podría sospechar, sino los criollos asistentes al encuentro), varias organizaciones de DDHH y ecologistas decidimos organizar, sin más, la travesura largamente deseada en las anteriores semanas. Para ello, los grupos que haríamos el operativo nos citamos en uno de los comedores playeros donde tirios y troyanos, forasteros y marines, manteños y gringos, pueden disfrutar de la muy famosa comida manabita.

Mientras todas las delegaciones del evento seguían reunidas en la sede (Universidad Laica Eloy Alfaro), donde -por supuesto- estaba concentrada la atención de guardias uniformados y agentes de civil, las delegaciones de la APDH, Acción Ecológica, CEDHU y SERPAJ, nos dimos a la ingrata tarea de diseñar el operativo, no encerrados en compartimentadas habitaciones de casas de seguridad, no bajo la romántica y conspirativa luz de las velas y tratando el tema en clave morse, sino a plena luz del día, degustando arroz con patacones y pescado, y cebiche de camarón y pulpo, mientras algunos conspiradores contemplaban, hechos los distraídos, los muy bien afamados bikinis manabitas.

Comprobado primero el inmenso despliegue policial y militar en la única carretera que conduce a la base aérea norteamericana, decidimos que el operativo sería hecho a través del lugar menos pensado, aunque el más obvio: por mar. Se resolvió, entonces, organizar los equipos de acción y alquilar las rápidas y turísticas lanchas a motor, para cruzar la distancia entre playa pública y base aérea. Habría tres lanchas y cuatro equipos integrados por nuestros activistas:

Equipo 1, responsable de ejecutar la acción (8 "subversivos" que -se suponía- sabían nadar: Jimmy Coronado de APDH, Ricardo Buitrón de Acción Ecológica, Waldemar Jiménez de SERPAJ, entre otros y otras).

Equipo 2, responsable de auxiliar en la logística al primero (7 conspiradores, dos de los cuales no sabían nadar), que también acompañaría en la aventura marítima y avisaría al equipo 3 por celular.

Equipo 3, responsable de monitorear todo el operativo desde tierra en Manta e informar la acción, una vez que recibiéramos la llamada telefónica, en la sede del evento y la capital (3 conspiradores: Hna. Elsie Monge, de CEDHU, una chiquilla de Acción Ecológica, cuyo nombre no recuerdo, y el que esto escribe por la APDH).

Equipo 4, responsable de dar cobertura pública nacional e internacional a la acción, instalado en las oficinas de la capital, por la APDH, CEDHU y Acción Ecológica.

En cada equipo se tenían por lo menos 2 celulares y se preparó la invitación a los periodistas. Finalmente se decidió que la acción se ejecutara mientras el evento continuaba al siguiente día (sábado 29 de julio), y no luego de la clausura, para distraer a la seguridad y no levantar sospechas.


El día "D".-

Dos muchachos de Acción Ecológica y la APDH fueron los encargados, muy temprano en la mañana del sábado 29, de sondear el ambiente en la playa y alquilar las tres lanchas, argumentando que se trataría de un paseo turístico.

Alcanzamos a invitar a cinco medios para que den cobertura a la travesura, de los que tres lograron asistir hasta que el equipo 1 alcanzó la ansiada playa. Esos medios fueron la agencia A.P.; diario El Universo, de Guayaquil, y diario Hoy de Quito. En tierra quedaron varios periodistas, unos por atrasados y otros porque no se enteraron hasta bien entrada la mañana qué ocurría en el alta mar de Manta.

Los 3 botes contratados estaban divididos así:

Bote 1: llevaría a los activistas que actuarían en el operativo, a quienes en las fotografías de la A.P. se los ve gozosos, gritando sin disimulo consignas que debían guardarse para cuando volvieran al evento y agitando parte de las 60 banderas tricolor que trasladaban.

Bote 2: copado por el equipo de ayuda, algunos de cuyos impacientes marineros también decidieron por su propia cuenta, saltar a la playa que rodea la base aérea.

Bote 3: solo para los periodistas, desde allí tomaron fotografías por decenas, hasta que el equipo 1 se perdió en la arena...

Mientras los activistas estaban por llegar a la playa, nosotros desde tierra habíamos llamado hasta seis veces a los celulares del Equipo 2 (ayudistas). La ruta demoraba ya 50 minutos y los que quedamos en Manta no sabíamos qué ocurría, pensando de todo: "se hundieron los hijuemadres botes", "los detuvieron los tiras el rato de alquilar las lanchas", "se ahogaron los periodistas". De pronto sonó mi celular con un solo aviso gritado a voz en cuello: "¡acaban de desembarcar, acaban de desembarcar!".

"¡La p... madre, lo lograron!": ese momento entramos como un ciclón a la sede del evento, repartimos las centenares de banderitas tricolor preparadas para la ocasión y, tomándonos el micrófono, anunciamos a todos los delegados del encuentro que "en esos momentos había sido realizada con éxito la Operación Soberanía, ejecutada por activistas de las organizaciones de DDHH y ecologistas del Ecuador".

Todo fue muy rápido: aplausos, gritos, abrazos entre los conspiradores en tierra, llamadas urgentes a Quito, conversaciones con los delegados que querían saber los detalles del operativo, etc. Y de pronto... la "sorpresita".

El día anterior se había decidido colectivamente que, ni bien desembarcara el equipo 1, solo plantaran las banderas en la playa cercana a la base y regresaran -por las mismas- a los botes, puesto que a partir del mediodía sube la marea y se vuelve peligroso el retorno.


Activistas ecuatorianos en la base norteamericana.-

Cuando escuchamos el segundo celularazo, minutos después de la primera llamada, casi nos caímos de espaldas: solo volvían las lanchas 2 y 3 trayendo a los periodistas y a una parte de los ayudistas, pues tres de ellos, de la emoción, decidieron saltar a la playa y ayudar a plantar las banderas al equipo operativo, aunque algunos no nadaban ni en la tina de sus casas. En la lancha 1 venía solamente el lanchero. Por si fuera poco, los activistas del operativo, que en un principio eran ocho, al momento de desembarcar aumentaron a 11, incluyendo a dos músicos, y se despidieron del asustado lanchero diciéndole que iban a entrar a la base aérea de Manta, "que se fuera nomás" porque... ¡regresarían caminando!.

Uno de los irresponsables, Jimmy Coronado -de la APDH tenía que ser-, luego de la descarga fenomenal que le echamos apenas nos reunimos, nos contaría los detalles horas después de cumplido el operativo en la base aérea, y de la captura y detención que sufrieron los once carajitos. La inmensa mayoría de los medios, como era evidente, no publicaron la noticia, y la que sí, lo hizo de manera incompleta o inconexa ("Los detuvieron antes de que pudieran desembarcar en la playa"), a pesar de que para entonces habíamos informado por fax, beepers (receptores), teléfonos convencionales, celulares, internet y entrevistas en Manta y Quito.


He aquí el resumen de lo ocurrido...

Que se pegaron las cédulas de identidad en el antebrazo, para que la identificación personal de cada uno (de ciudadano ecuatoriano, y no de "pernicioso agente extranjero") fuese visible. Que en las lanchitas se quitaron los zapatos, tomaron el hato de banderas y, justo ese momento, decidieron saltar a la playa los otros emocionados. Que ese rato la adrenalina había subido tanto, por el éxito del desembarco, que decidieron dar la bienvenida a los recién llegados, despedir al lanchero, adentrarse en la playa, subir el montículo de arena y agitar sus manos en señal de despedida a los desesperados ayudistas de la lancha 2 y a los absortos periodistas de la lancha 3 que, junto a los anteriores, les gritaban que regresen, que no sean tan... (impublicable).

Que caminaron y caminaron, plantando las banderitas tricolor en cada sitio que se les ocurría, que llegaron hasta la garita de vigilancia, donde no había un sólo soldado que vigilara, que ingresaron contentos, orondos y lirondos a la base y empezaron a caminar, tranquilos, poniendo las benditas banderas en los sitios más inimaginables y hasta los grandes lienzos que decían "Fuera Gringos de Manta". Que vieron al P-3 Orión, el famoso avión de rastreo electrónico estadounidense instalado en la base, y que se acercaron lo más que pudieron hasta el avión para plantar más banderas, pero que cuando habían avanzado hasta la mitad de la pista aérea, un vehículo militar tipo automóvil los divisó...

Que el chofer les preguntó tres cosas: "Quiénes son, qué hacen aquí y por dónde entraron". Que le contestaron: "somos defensores de derechos humanos y ecologistas ecuatorianos, estamos aquí para rechazar la base norteamericana y colocar banderas de nuestro país, y entramos por el mar, pasando por la garita de la playa". Que les dijo: "No se muevan, siéntense en los alrededores de la pista, ya volvemos"...

Que a los pocos minutos volvieron convoyes militares de los que saltaron decenas de soldados equipados con metralletas y pintarrajeados sus rostros. Que les cercaron haciendo un círculo en su torno y los subieron para trasladarlos hacia las instalaciones de la base. Que al llegar, un oficial ecuatoriano les volvió a preguntar lo mismo y ordenó a los soldados que fuesen a corroborar lo de las banderitas tricolor plantadas en la pista. Que luego les dijeron a los 10 mocosos que les tomarían un examen médico para que haya constancia de que no han sido vejados y que el examen consistió únicamente en que les midieron la presión arterial y les llamaron uno por uno, a todos, a una oficina. Que allí lo que hicieron fue pedirles sus nombres y tomarles 3 fotografías a cada uno: de cuerpo entero, medio cuerpo y primer plano, con la bandera "Fuera gringos" pegada en la pared, detrás de cada activista que modelaba.

Que las preguntas de rigor eran "cómo entraron a la base" y "de qué organizaciones son". Que una hora después, más o menos, les embarcaron en un autobús, sin hablarles una sola palabra, y que les dejaron en el cuartel de la Policía en la ciudad de Manta donde fueron trasladados al calabozo de los delincuentes comunes, donde por vez primera sintieron algo parecido al miedo. Que más lueguito oyeron los gritos de la marcha afuera del cuartel pidiendo su libertad y que minutos más tarde salieron libres para juntarse con nosotros en la calle.

Hasta aquí el relato de lo acontecido con los odiseos criollos del siglo XXI.

Lo que nosotros pasamos e hicimos, mientras tanto, será motivo de informe a publicarse algún día.


Posdata...

... que relata asuntos afines a este complicado tema, que la mesurada auto-censura de la señorita Prensa Libre del Ecuador se impuso no publicar, en aras de mantener la tranquilidad ciudadana en esta parte del mundo:

La primera lectura es evidente. Con todo y anécdota criolla relatada, se probó un hecho: la vulnerabilidad de la base aérea norteamericana, se entiende que la más grande y segura de Sudamérica. Los militares que preguntaron a los diez mocosos por dónde entraron a la base, no salían de su asombro, al igual que los Oficiales a quienes preguntamos por el paradero de los muchachos, cuando nos enteramos de su "decisión" de ingresar a las instalaciones internas de la base militar.

Quienes fuimos a la base de Manta por tierra, a preguntar por el paradero de los muchachos: Hna. Elsie Monge (CEDHU), Blanca Chancoso (CONAIE) y el suscrito, entre otros, fuimos testigos de la movilización militar y policial en las carreteras, y del despliegue inusitado de tropas y carros militares en los contornos de la base. Decenas de jóvenes de la Premilitar y reservistas que realizaban sus entrenamientos, salían de la base a todo trote. Algunos nos testimoniaron el por qué: "Los oficiales nos dijeron que nos vayamos, que se habían metido pandillas juveniles de las FARC a la base y que estaban rastreándolos para detectarlos".

Uno de los periodistas que nos acompañaba y que hizo un rápido recorrido en auto por las afueras de la base, nos relató luego que alcanzó a observar en algunos camiones militares a los soldados que recogían las banderitas tricolor plantadas en el suelo. Vimos un jeep militar con personal norteamericano a bordo, en mi caso los veía por vez primera en mi vida, apurados, con caras de pocos amigos, movilizándose desde dentro de la base hasta la puerta de ingreso, donde nosotros esperábamos a uno de los Oficiales en jefe de la Fuerza Aérea Ecuatoriana.

Cuando al cabo de una hora ese oficial salió a entrevistarse con nosotros en la puerta de entrada, el acceso de entrada estaba ya ocupado por militares pintarrajeados el rostro y con sus armas automáticas apuntando a la muchedumbre de curiosos y preocupados que nos acompañaron al lugar. "¿Cómo así están aquí?", "Por nuestros compañeros que, como usted sabe, ingresaron a la base, señor Oficial", "Ya no están aquí, fueron puestos a órdenes de la Policía. Vayan al cuartel policial de Manta", "Bueno, oficial, muchas gracias".


Finalmente, un hecho:

Si la prensa nacional que supo del ingreso de los activistas a la base no publicó nunca la nota, citando un solo periódico una pequeña referencia que rezaba: "activistas de DDHH que intentaron llegar a la Base de Manta, fueron interceptados antes de que desembarcaran en la playa", por algo será... El establecimiento no puede coadyuvar a que queden en ridículo las Fuerzas Armadas de los EEUU allí acantonadas y el enorme despliegue militar ecuatoriano de la Base; o, en términos más precisos, de la "Forward Operating Location" (FOL) o Centro de Operación Avanzada (COA) de Manta.

A pesar del inicial temor de que nuestros dementes jóvenes fuesen procesados por el hecho de invadir una zona de alta seguridad y, al fin y al cabo, territorio militar norteamericano, todos fueron dejados en libertad en menos de lo que canta un gallo mantense. ¿Se actuó con prudencia o se quería evitar un escándalo?. No lo sabemos, a lo mejor sí, puesto que si procesaban a nuestros mozalbetes o les recogían sus declaraciones en la legación policial, como debían hacerlo según la ley, se hubiera transparentado un hecho: que diez irresponsables activistas de DDHH y ecologistas, vulneraron las seguridades de la instalación militar extranjera más famosa en la actualidad en la región andina, y que caminaron como Pedro por su casa hasta la mitad de la pista aérea, desde donde salen en vuelos diarios los aviones norteamericanos que "controlan el narcotráfico".

Uno de los componentes logístico-estratégicos fundamentales del Plan Colombia y el geo-control gringo de esta región sudamericana, quedó en ridículo. Y que conste que ninguno de los mocosos tenía entrenamiento, ni llevaban explosivos de plástico o bombas atómicas en las camisetas blancas que, únicamente, portaban un rótulo anti-posmoderno: "Fuera gringos de Manta!".

Semanas después, un oficial amigo me confiaba que sus enlaces en la base, a raíz de este "impasse", le comentaron que los altos mandos habían decidido instruir la colocación de censores electrónicos en los alrededores de toda la base militar, incluyendo la playa que esa mañana recibió el desembarco de los herederos criollos de Tom Sawer, la blanca arena que recibió nuestras banderitas tricolor y la costa marítima -el mar- que recibió la emocionada irresponsabilidad de tres lanchitas turísticas a punto de naufragar por el caos de muchachos que se peleaban por saltar a tierra, rumbo a la base que llevaba el nombre de nuestro más grande prócer: "el indio" Eloy Alfaro.

Mensaje descifrable de amor a la vida en una botellita de aguamarina, para los hombres y mujeres que, todavía, aguardan caracoles y cálidas noticias en estos olvidados lares:

Esta estrategia no-violenta de la sociedad civil la entendemos en el marco de lo que llamamos la globalización de la soberanía (paradoja latinoamericana en el nuevo milenio) que va desde Guantánamo, Panamá y Vieques, hasta Alcántara, Tres Esquinas y Manta.

Empezó a germinar en tierras ecuatoriales porque quienes plantaron las tricolor en la playa y subieron la pequeña loma de arena, y burlaron la garita de seguridad, y con las otras banderitas del Ecuador ingresaron hasta la mitad de la pista aérea de la base de Manta, alertaron a los señores de la guerra que en este país, ¡cuidadito!, aún no ha muerto la dignidad. Y que otra vez, nuevamente, volveremos a entrar.



Alexis Ponce es vocero nacional de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos, APDH del Ecuador; cofundador y dirigente del Grupo Civil de Monitoreo de los Impactos del Plan Colombia en Ecuador.







 
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