Los Llucos





Simón Espinosa Cordero

Diario El Hoy, Quito

Quito, 28 de noviembre de 2002




Rosita: Triunfó el coronel, triunfó Pachakutik. Triunfaron los Llucos y Pacaris. Triunfó el Reventador. La ciudad de la más rancia aristocracia perdió cristales y cortinajes. Este mes de noviembre ha sido, Rosita, el noviembre más importante desde octubre de 1492 por el color de los vencedores, el horror de los vencidos, la esperanza despertada. La Historia hablará, Rosita, de la generación de 2002.

Cuando el presidente del Supremo Electoral dijo a la tele “tenemos presidente y del color de la Virgen de Bronce”, eché a vuelo las campanas.

Por primera vez en elecciones limpias triunfa un indoamericano. Los españoles diezmaron a los indios, domesticaron al pueblo, mataron a Espejo. Los criollos se fueron turnando en el poder. El pueblo triunfó con Alfaro, hijo de español, que terminó por traicionar a indios, negros y montubios y se entregó al poder de la hacienda serrana y al cacao de la Costa. Cuando intentó enmendar su error, el pueblo no lo perdonó.

La gran estafa de 1999 devolvió la vista al pueblo. La crisis económica venció en las urnas a los febreratos, los anaranjados, los libaneses, los herederos políticos, los profesores universitarios, los verdes y los solidarios. El movimiento popular llegó al Poder. Los vencidos se horrorizaron: “Un longo en la Presidencia”, escribió en El Telégrafo un descendiente de próceres casi olvidados. Cancillería, el último reducto de una estirpe gastada, se horrorizó al temer -como dicen ellos tan caballeros- que “la señora Pacari” pudiera estar al frente de la política exterior. Y no lograron ocultar su despecho al mirarla en la tele con ese aire de princesa. La Costa mostró que todavía está verde para el movimiento popular, aunque los últimos caciques de Esmeraldas, Manabí, Guayas y Los Ríos saben ya por quién doblan las campanas. Rosita, me siento inspirado.

La esperanza despertó con Lluco. Los entrevistadores de la tele, que hicieron un buen trabajo, Rosita, pero que no apenas si disimularon su aire de superioridad arcaica, preguntaron a Lluco lo de siempre, lo inmediato, lo anecdótico. Pero Lluco fue engendrado en Santa Cruz por monseñor Leonidas Proaño. Lluco fue su brazo derecho. Y Lluco respondió como estadista y visionario: estamos aquí, pero todavía no estamos aquí, si alguien sabe del largo plazo somos nosotros, si alguien entiende de estrategia es nuestro movimiento, vamos a colaborar desde abajo, vamos a vigilar, vamos a aprender.

El futuro cercano es incierto, Rosita. El coronel es coronel y podría aliarse demasiado con Estados Unidos sobre todo si el último resto del poder criollo -el Congreso, la Corte Suprema- le hacen una guerra de guerrillas parlamentaria y leguleya. Pero esto históricamente no importa. Un fracaso será una mancha más de el Reventador, una explosión más de un polvorín en una ciudad adormilada. Lo que importa, Rosita, es que triunfaron y a la larga triunfarán. Ponle un poncho al Johnsito. Pero no vuelvas todavía a Ecuador. Espera unos 20 años. Tuyo: pepepino@interactive.net.ec.


Fuente: Diario El Hoy, Quito. Edición digital.
http://www.hoy.com.ec/sf_noticia.asp?row_id=132242







 
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