Después de Bolivia, Ecuador: Los indios y el poder estatal





Raúl Zibechi (Fuente: Semanario Brecha)

Montevideo, 25 de octubre de 2002




La potencia del movimiento indígena ecuatoriano, quizá el movimiento social más sólido del continente, está en la base del éxito electoral del coronel Lucio Gutiérrez.

La votación obtenida por la candidatura de Lucio Gutiérrez en Ecuador muestra que no se trata de un espejismo: un amplio y pujante movimiento social atraviesa todo el continente. Tras la excelente votación obtenida por el Movimiento Al Socialismo en Bolivia, que postulaba al dirigente cocalero Evo Morales a la presidencia, los resultados de Brasil y Ecuador confirman la tendencia.

En los tres casos se está ante candidaturas que, de alguna manera, expresan la irrupción de nuevos actores sociales que no tienen cabida en las estructuras tradicionales de la izquierda política, y que ni siquiera pueden ser contenidas por los aparatos sindicales. Aunque los tres presentan diferencias notables, siendo el de Brasil el que obedece a un patrón más tradicional, pueden rastrearse también similitudes importantes.

Tanto en Ecuador como en Bolivia existen poderosos movimientos de base que han puesto en jaque a las elites dominantes y a los poderes e instituciones que las apuntalan. Los cocaleros y campesinos bolivianos realizaron grandes movilizaciones en los últimos años, consiguiendo éxitos importantes como el registrado por las rebeliones de Cochabamba en abril y octubre de 2001, que obligaron al Estado a negociar las demandas de los insurrectos. El movimiento social boliviano, derrotado en la década de 1980 a raíz de la dura política de ajuste, que redundó en cierres masivos de minas donde se asentaba la fuerza del movimiento obrero, fue capaz de reestructurarse en los noventa sobre otras bases sociales y organizativas. El debilitamiento de la pequeña clase obrera boliviana fue revertido gracias a la irrupción de un potente movimiento campesino-indígena y, más adelante, de nuevos sectores urbanos afectados por el modelo, sobre todo sectores vinculados a la informalidad, mujeres y pobladores. A diferencia del período anterior, las organizaciones que desarrollaron algunas de las batallas más importantes fueron encabezadas por coordinadoras o por una dirigencia indígena renovada.

En ambos casos, se trata de estructuras mucho más "blandas" que las rígidas burocracias sindicales de antaño, que caracterizaron medio siglo de historia social boliviana, desde la revolución de 1952.


De la Tierra a la Nacionalidad.

La década de 1990 se abrió en Ecuador con el levantamiento indio del Inti Raymi, denominado así porque coincidió con la Fiesta del Sol andina. Durante una semana las comunidades de la sierra cortaron rutas, cercaron ciudades, cerraron mercados e irrumpieron en la capital, Quito. Luis Macas, dirigente en ese entonces de la Confederación de Nacionalidades Indígenas de Ecuador (Conaie), creada en 1986, señaló que fue la primera vez que los indios se hicieron visibles para los poderes dominantes.

En efecto, las elites criollas crearon un Estado-nación que marginaba a las mayorías indias, la mitad de la población del país. Pueblos que, literalmente, no tenían derechos. Entre ellos, se les negaban dos fundamentales: el acceso a sus tierras ancestrales y la educación en su propia lengua. En una palabra, no existían como pueblos.

Hacia mediados de la década de 1980 frucitifica un largo proceso de unidad de las etnias de la selva, la sierra y la costa, con la formación de la Conaie. Para ese entonces, las comunidades habían recuperado, en una lucha sorda pero intensa, buena parte de sus tierras y habían reconstruido los llamados "territorios étnicos", aquellas amplias regiones en las que son mayoría y que coinciden con las que ocupaban antes de la conquista. Al haber recuperado buena parte de sus tierras, los indios estuvieron en condiciones de dar un paso más: formularon un proyecto de Estado plurinacional, siendo ésta su principal reivindicación.

Durante la década pasada el movimiento indígena ecuatoriano protagonizó las luchas más importantes del continente. Varios levantamientos pusieron al movimiento social en el centro de la escena política, en una permanente ofensiva que desembocó en el derribamiento de dos presidentes como consecuencia de la movilización social pacífica (Abdalá Bucaram en 1997 y Jamil Mahuad en 2000). Además, las comunidades crearon un instrumento político, el Movimiento Pachakutik, que desde 1996 controla numerosas alcaldías del país y cuenta con varios diputados y senadores.

Pero las negociaciones con las instituciones resultaron una y otra vez frustradas ante la intransigencia de las elites. Entre 1996 y 1998 los acuerdos firmados con los sucesivos gobiernos, desde el reconocimiento de las nacionalidades indias y la consideración de Ecuador como un país multiétnico y plurinacional hasta la incorporación a la Constitución de los "derechos colectivos", mostraron ser papel mojado. Cada acuerdo era ignorado por los poderes, siendo sus conquistas tan invisibles como lo eran los propios indios antes del levantamiento de 1990.

Las frustraciones llevaron directamente al alzamiento de enero de 2000, en alianza con mandos medios de las fuerzas armadas. Por primera vez, en el mundo indio se hablaba de la toma del poder. Fue un remezón que aún genera debates. ¿Deben los movimientos indios luchar por espacios de poder o por el poder mismo? Aún no hay acuerdo, aunque las bases tienden a retomar las viejas consignas de seguir construyendo su mundo paralelo al de los de arriba. Ahora, ante el probable triunfo de Gutiérrez, debido sin duda al voto de las nacionalidades indígenas, el debate de fondo sobre qué hacer ante esa instancia, ajena y extraña, que lleva un nombre que ni siquiera existe en lenguas originales, el Estado, volverá a estar a la orden del día.







 
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