Córdoba, Argentina - 21 al 23 de mayo de 2004
[Borrador del documento final]
El modelo neoliberal que recorre el planeta y la crisis global del sistema ponen en jaque a las sociedades en su conjunto resquebrajando todas las actividades, instituciones y espacios sociales.
Este modelo pretende modificar nuestros valores e identidad para acomodarlos a las exigencias del mercado.
Hoy son las imposiciones emanadas de organismos económicos mundiales – OMC, FMI, BM y sus cómplices locales – las que impregnan de la lógica mercantilista a la Cultura, la Educación y la Comunicación.
Este esquema es resultado del sistema mundial formado hace cinco siglos y producto del orden colonial. Desde entonces estamos inmersos en un modelo de dependencia en las relaciones Norte - Sur.
"El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo, es su consecuencia. El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y sigue alimentándolo." [1]
Es en ese marco que funcionan las políticas neoliberales.
La globalización neoliberal implica una dominación de carácter económico, financiero, militar, tecnológico y cultural; ésta intenta borrar los contornos del estado nación al que destruye, absorbiemdo su soberanía.
La Deuda Externa funcionó y funciona desde hace mucho como el mecanismo más aceitado y más eficiente para explotar y dominar a las sociedades del Tercer Mundo, planteándose como un problema técnico-económico cuando en realidad se trata de un problema político con características destructoras, usureras y criminales.
Los Estados Nacionales, cada vez más debilitados por la globalización neoliberal y obligados a realizar planes de ajuste estructural, no tiene posibilidad de proyectar políticas educativas a largo plazo pensadas desde y para sus sociedades. La Educación se convierte así en una carga y deja de ser un bien social.
El neoliberalismo entiende a la Educación como una herramienta en función del mercado, lo cual supone que sea tratada con la misma lógica de los beneficios y ganancias económicas. El esfuerzo humano se iguala así a cualquier otro tipo de capital ; esto implica una concepción de la Educación con funciones meramente económicas. En Argentina, la Ley Federal de Educación es la resultante y la materialización de esta concepción.
Sumado a este sombrío panorama, hoy otro peligro acecha a la Educación Argentina: el que se propone negociar el canje de un porcentaje de los intereses de la deuda por educación, lo que significa ahondar aún más la intromisión de organismos internacionales de crédito en las decisiones y gestión de la politica educativa argentina.
Desde la perspectiva neoliberal el Estado usa a la Educación como variable de ajuste. Provoca así un deterioro que no hace sino agravar la desestabilización de las instituciones democráticas. Una de las consecuencias es la destrucción de la Escuela Pública.
Las Instituciones Educativas se han trasformado en el lugar de asistencialismo de los más pobres y golpeados por el sistema o en el lugar de privilegio cada vez más estrecho y elitista para los que pueden pagarla. Los hijos de los pobres van a la escuela, no para aprender sino para alimentarse, trastocando su función y la de la vida familiar.
Hoy está en discusión el papel del Estado con relación a la Educación.
Aspiramos a la creación de un Estado con un perfil humanizado que estimule y garantice la participacion real y no sólo declamatoria de docentes, alumnos, padres, comunidades, organizaciones sociales, en las decisiones, la planificación y en el manejo de las instituciones educativas. Un Estado que respetando las diferencias y las voces de los distintos grupos étnicos, sociales, de generación, y de género promueva el diálogo de saberes y experiencias en lo local, lo nacional, lo regional y lo internacional. Un Estado garante de la educación pública, gratuita, laica, antidógmática, antidiscriminatoria y popular.
De ese modo el Estado sería propulsor y articulador de la política educativa nacional, fuertemente inclusiva, concebida como derecho social, democratizadora y formadora de ciudadanos participativos, críticos, que entiendan y defiendan la diversidad cultural; ciudadanos comprometidos en un debate social permanente y abierto para la construcción dinámica de la realidad.
Democratizar las instituciones es un imperativo para construir alternativas al orden neoliberal. El rol educativo – democratizador tiene que ser ejercido por todo el espectro de las organizaciones sociales. Paralelamente la escuela debe ser el espacio vital donde los integrantes de la comunidad no sólo estudien qué es la democracia, sino que la practiquen y la ejerzan junto a los educadores.
Los niños y jóvenes deben ser, al igual que los adultos, interlocutores sociales respetados como sujetos con voz propia y validados en su pensar y actuar desde sus lugares particulares y específicos. El desarrollo cotidiano de prácticas democráticas garantizará la defensa de los derechos individuales y colectivos y la profundización de relaciones interpersonales e institucionales impregnadas de espíritu anti-autoritario.
Argentina y América Latina están llamadas hoy más que nunca a profundizar la democracia como una de las maneras de enfrentar la dominación extranjera imperialista.
Hoy la nueva forma de opresión que nos amenaza se llama ALCA, proyecto de las trasnacionales para intentar continuar y profundizar el robo, el pillaje y la explotación que desde hace 500 años vive este continente y así acallar, mediante este proyecto neocolonial, los sueños de las grandes mayorías silenciadas.
La palabra Cooperación, entre los países del Sur, especialmente los de Latinoamérica, vuelve al centro de la escena como una de las maneras de enfrentar y superar los peligros que nos acechan y como una nueva manera de pensar el presente y el futuro de la Región.
La Educación en Argentina y en América Latina debe constituirse también como el espacio de construcción de la Patria Grande liberada, aquella que soñaron Tupac-Amarú, Simón Rogriguez, Simón Bolívar, San Martín, José Martí, el Che y Paulo Freire.
Comenzar a pensar la colaboración, el intercambio y la integración educativa de América Latina debe transformarse en una tarea prioritaria para construir el camino de la liberación de nuestra región que dé paso a un nuevo proyecto con justicia social y soberanía para nuestros pueblos.
Hoy más que nunca debemos revisar el rumbo de nuestras sociedades y del mundo en su conjunto.
La cultura occidental que transitamos desde hace mas de 500 años experimenta un franco deterioro y decadencia. La muestra más clara de esta decadencia tiene que ver, fundamentalmente, con las prioridades de valores que promueve.
La violencia es una de esas prioridades; la valoración del dinero está también entre ellas. Es consecuencia de la forma en que se articula la sociedad alrededor de patrones de consumo que no están definidos por las necesidades básicas de las personas, sino por la sobre-ofertas de mercancías que buscan ganar el mercado.
Muchos de los graves problemas que sufren nuestras sociedades provienen de su historia.
América Latina, a partir de 1492, nace como énclave colonial, siendo avasallados sus pueblos y sus culturas originarias. La dependencia y las características culturales que vivimos desde entonces deben entenderse desde esta perspectiva.
La conquista de América implicó no sólo un proyecto económico, sino también "una batalla cultural. La violencia, la destrucción material, las confiscaciones económicas y la esclavización de los índigenas se acompañó de un forzado proceso de endoculturación mediante el cual la minoría dominante fue propuesta como modelo para la mayoría dominada.
"Freire llama 'Cultura del Silencio' al conjunto de pautas de acción y esquemas de pensamiento que conformaron la mentalidad y el comportamiento de los latinoamericanos desde la conquista. Siglo a siglo la opresión fue moldeando la conciencia, el mutismo y la pasividad ". [2]
La conquista implicó desconocer el orden social existente imponiéndose autoridades, valores y culturas ajenas a las de las poblaciones nativas. "Así vivimos nuestro período colonial ... casi siempre imposibilitados de hablar. La única voz que se podía oir era la del púlpito ". [3]
"El mutismo no es propiamente inexistencia de respuesta. Es una respuesta a la que le falta un tenor profundamente crítico." [4]
Siglos después, junto a la industrialización, nace la escuela, " lugar privilegiado de control sutil por y de la palabra.
La escuela continuará alejada de las penas, las ansias y las luchas de los pueblos por medio de cartillas y textos que transmiten la visión de las minorías. La cultura escolar prolonga la cultura del silencio.
La historia de América Latina es la de un largo proceso de incomunicación: atrapada en una historia en la que hubo próceres y soldados pero no pueblo." [5]
De allí que Paulo Freire sostenga que la Educación debe comenzar a ser pensada como diálogo.
Dialogar sobre el mundo y con el mundo, afirma, es lo que hace al hombre un ser histórico.
Eso implica revertir la concepción vertical y militarizada de la historia y echar los cimientos de una posesión colectiva, comunitaria del mundo.
El diálogo es concebido en Freire como la posibilidad de elegir, de proyectar y de construir sueños y esperanzas, para comenzar a edificar el mundo que deseamos.
La educación no debe concebirse sólo como una problemática escolar, sino como un proceso de formación humana que envuelve todos los aspectos sociales, culturales e individuales de nuestra vida, un proceso que permita construirnos y reconocernos como seres históricos.
Los nuevos movimientos sociales y su perspectiva dialógica se hallan en la búsqueda de la recuperación de la palabra, palabra que nos expresa como pueblo, palabra que se despliega en infinitud de voces y se integra en la construcción de otro mundo posible.
Recuperar la palabra significa descolonizar los conocimientos. Esto supone entender que éstos son productos históricos; que están impregnados de su pasado y presente colonial y teñidos de un fuerte sesgo eurocéntrico. Significa reconocer la existencia de saberes y lógicas que deben rescatarse de la cultura de los pueblos como también revisar de manera crítica los que hoy circulan, especialmente en el ámbito escolar y académico.
Educar exige una postura política; así estaremos construyendo una educacion que dialoga con la vida para contribuir a las luchas por la liberación de los pueblos latinoamericanos.
Resignificar la palabra es también visualizar otras formas de comunicación más allá del lenguaje verbal: lo actitudinal, lo corporal, lo testimonial, lo creativo y los valores humanos que transcienden lo meramente cognitivo.
Recuperar la palabra es también expresarse en todas las lenguas latinoamericanas: español, portugues, quechua, guaraní, quiche, etc. Esto implica escuelas con maestros que no oficien de traductores si no de enseñantes con formación bilingüe e intercultural.
Recuperar la palabra significa también incluir las lenguas de los discapacitados: lengua de señas, braile, lectura labial, etc
Sin palabra situada en el género, la generación, la etnia , la clase y en los diferentes movimientos sociales no hay democratización posible; sin palabra situada en la historia, el diálogo deja de serlo para convertirse en simulacro.
Recuperar la palabra, cargarla de contenidos históricos, culturales y sociopolíticos es la deuda que la escuela y los centros de formación superior tienen con sus pueblos y es una urgente tarea a la que deberían abocarse.
En la época que transitamos uno de los fenómenos que más ha impactado en la vida sociocultural tiene que ver con la revolución científico- tecnológica y con la aparición de los medios masivos de comunicación que hacen que muchas de las bases fundacionales de la escuela de la Modernidad comiencen a entrar en crisis.
Nunca como antes se han revelado la disociación entre la escuela y la realidad contemporánea.
Dentro de este contexto, la globalización nos pone frente a procesos riesgosos. En el siglo XXI, los medios masivos de comunicación y las NTIC amenazan ser los instrumentos que los grupos de poder internacional utilicen para ignorar las diferencias y, por lo tanto, para homogeneizar la cultura a nivel planetario. Con la globalizacion neoliberal lo que esta planteado, desde el punto de vista sociocultural, es la pugna entre pluralidad y homogeneidad.
La existencia de los medios de comunicación implica, para las nuevas generaciones, la posibilidad de acceso a múltiples saberes y vías de socialización y aprendizaje aún antes de su llegada a la escuela.
Las características de los medios, así como su lógica, acentúan la crisis de legitimidad que recorre al conocimiento y a la autoridad escolar y al libro y a la escritura como medio de adquisición de los aprendizajes.
El modelo escolar se halla rebasado.
Este problema se torna más acuciante si se piensa en la influencia que los valores mercantilistas que transmiten poseen sobre las nuevas generaciones.
"De esta perversión no son responsables sólo los grupos económicos sino también el sistema educativo incapaz de pensar en la envergadura de los cambios culturales que emergen en relación con los niños y los jóvenes con los medios y las tecnologías audiovisuales e informáticas.
Pensar en esta problemática y tomar postura activa frente a ella implica la lucha contra la avasallante lógica mercantil, defender una televisión donde la sociedad civil tambien pueda expresarse, la posibilidad de que las distintas regiones puedan construir sus imágenes de la diversidad cultural."
Enfrentar lo educativo y lo comunicacional desde los movimientos sociales nos exige situarnos en una perspectiva amplia que supere las reducciones de la Educación a las escuelas y la Comunicación a los medios. Que acabe con la concepción que de éstos realiza el paradigma neoliberal por el cual entiende a ambas como servicio reduciéndolas a componentes del mercado; reflejo de ello es la inclusión de ambos campos en la Organización Mundial del Comercio. La educación y la comunicación son un derecho inalienable de cada persona, colectivo y pueblo.
Se trata de producir políticas comunicativas opuestas al discurso hegemónico, con informaciones, estilo y propuestas propias que reflejen la cultura de los pueblos, y que implique enfrentar la concentración de los medios que sirve a las minorías privilegiadas. También exigir que se garantice la democratización de las redes telemáticas, entendiédolas como lugares públicos, permitiendo el libre acceso de todos, oponiéndonos a su privatización o mercantilización impulsando que los países del Sur temgan iguales derechos que los del Norte.
Hablar de Educación-Comunicación no significa tecnificar la escuela, en el sentido de adoptar el uso de los aparatos con el fin de transformarlos en soportes de los contenidos y los programas escolares. En cambio, la radio, el cine, la televisión y los medios digitales deberían ser usados en su potencialidad expresivo- narrativa, multimedial que rebasa lo curricular en la diversidad y libertad de sus temas.
La consecuencia de esto implica otro desafío para la Educación: la alfabetización debe comenzar a concebirse de una manera más amplia que la adquisición de escritura fonética. Se trata de incorporar nuevos códigos referidos a lenguajes multimediales y los textos electrónicos.
También la posibilidad de formar una mirada crítica que distinga entre información independiente y sumisa del poder político o económico, entre programas que buscan conectar con las contradicciones, dolores y esperanzas y los que nos evaden y consuelan." [6]
Los ciudadanos del Siglo XXI deben ser capaces de leer y expresarse en los diferentes códigos comunicativos : códigos referidos al libro de texto, a la televisión, al cine, a los videojuegos y al hipertexto.
La democratización de la Educación debe entenderse también como el acceso a estos nuevos lenguajes por parte de todos los miembros de nuestras sociedades. De ese modo estará garantizada la posiblidad de participación plena de todos los actores sociales en las decisiones y proyectos colectivos.
Ello requiere asumir retos culturales y políticos, asumiendo los medios como una dimensión estratégica en el campo de la Educación vinculada a los nuevos modos de representación y acción ciudadanas.
Hoy emergen nuevas formas de ciudadanía. Ser ciudadano ya no significa solamente disponer de derechos políticos, civiles y sociales. Una nueva concepción implica también participar en condiciones de mayor igualdad en el intercambio comunicativo, en el consumo cultural, en el manejo de la información y en el acceso a los espacios públicos.
Esta nueva forma de ser cuidadano implica además superar la dicotomía entre educación y trabajo y concebir escuelas desde la Vida y para la Vida, donde los educandos aprendan el valor del trabajo como generador de capacidades creativas y humanizadoras y para que deje de ser el lugar de la expoliación de la naturaleza y de la explotación, la nocividad y la alienación en que lo han colocado las relaciones capitalistas de producción. Esto implica refundar la idea de educación comunal reconstituyendo las comunidades como lugares de sentido para los sujetos.
Ser ciudadano del Siglo XXI supone un nuevo vínculo entre el hombre y su medio ambiente; considerar a la naturaleza desde una perspectiva humanizada es pasar de una visión antropocéntrica de la vida y del mundo, a una visión biocéntrica.
La actual civilización está cargada de soberbia y de idolatría por lo humano- tecnológico sin valoración ni ética sobre lo natural lo que ha llevado a romper con los múltiples sentidos que tiene la naturaleza.
Se trata de pensar en crear una nueva cultura y un nuevo paradigma que implique que los procesos educativos puedan ejercer una mirada crítica del orden actual, y a partir de ahí, sentar las bases para una civilización intercultural. Introducir en la Educación una nueva cosmovisión que refleje una relación más equilibrada, más simbiótica entre sociedad y naturaleza.
El nuevo paradigma debe ser superador al de la Modernidad que concibe a la Razón como el único medio de acceso al conocimiento. Un paradigma que se eleve sobre la estrecha y limitada concepción científico -tecnológica, unido a la idea de Progreso y al afán utilitario como única y excluyente manera de concebir el saber y de orientar la existencia.
Esto implica reconocer que existen otros saberes y lógicas opuestas o diferentes a la racionalidad científico- tecnológica y vinculadas a la faz simbólico-expresiva y filosófica.
Es preciso aceptar la necesidad de una racionalidad ampliada para explicar aquello que la ciencia no puede hacer.
Esto implica la superación de una concepción occidental y eurocéntica de la cultura que subestima, rechaza o niega lo múltiple y lo diferente.
Podría pensarse en una escuela que incorpore los lenguajes multimediales y, mediante una apropiación crítica tanto de esos mensajes como de la palabra escrita, posibilite a los ciudadanos del siglo XXI el diálogo y el intercambio de esas lógicas y de esas realidades culturales negadas o excluídas ; una escuela como motor de un nuevo tipo de ciudadanía; de hombres y mujeres pensantes, capaces de apropiarse de la herencia cultural de sus grupos y sociedades como de los conocimientos necesarios para hacer frente a los desafíos de la sociedad contemporánea
Para ser ciudadanos del Siglo XXI se hace necesario que las personas puedan expresar sus demandas y opiniones en los espacios locales y en los medios de comunicación de masas. Manejar los códigos y las destrezas cognoscitivas para adquirir información estratégica en función de diferentes proyectos así como conocer y manejar las posibilidades comunicativas y el ejercicio de derechos para defender diferencias culturales y desarrollar identidades de grupos o de territorio
También los sujetos deben poder adquirir aprendizajes organizativos y de gestión en vistas a promover y hacer respetar proyectos socialmente vitales basados en la idea del esfuerzo cooperativo.
La Educación en nuestra época significa la formación de personas educadas en valores morales y políticos como la tolerancia y el respeto a la diferencia, la comprensión de la problemática ecológica y la defensa de la naturaleza y las especies, la paz, la justicia, los derechos humanos, la autodeterminacíón de cada nación y la solidaridad entre los hombres y mujeres y los pueblos.
Debe revertirse la idea de crear una escuela para adecuar posteriormente a ella las generaciones que la transitarán. Se necesita un educando protagonista de su propio proceso educativo y de la transformación cultural de la sociedad en que vive, no importa cual sea su edad, género o condición social; esto significa poner en acto un espacio educativo amplio, que va mucho más allá de las aulas, que da lugar a la producción, la distribución igualitaria y el intercambio del conocimiento, como patrimonio esencial de la humanidad (y no de ninguna empresa transnacional).
En este espacio, como decía Freire, nosotros y nosotras nos educamos unos a otros mediatizados por el mundo.
La Educación permanente es posible en espacios múltiples y diversos, no para responder a las necesidades del mercado, a la competencia y a la creación de nuevas estratificaciones sociales que conducen a la exclusión y a la muerte de la mayoría de la humanidad. La Educación permanente es necesaria para crear sujetos libres, conscientes, soberanos, regidores de su propia historia y con poder para hacer de la tierra un nido de la Vida y la Fraternidad
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